por FREDDY LEON
Nada está perdido si se tiene por fin el
valor de proclamar que todo está
perdido y que hay que empezar de nuevo.
El periodista Víctor Hurtado describió alguna vez a Alfonso Barrantes como el dirigente izquierdista que «vacilaba entre la incertidumbre y la duda», cuando esas izquierdas rejuntas representaban electoralmente a un tercio de la población, tenían senadores y diputados respetables y combativos, dirigían varios gobiernos regionales y municipales y contaban con una importante presencia orgánica en el movimiento popular que era la principal fuerza protagónica en la lucha por el socialismo.
Además editaban periodicos, revistas y octavillas donde las ideas bullían y daban sentido y fuerza a la lucha por el socialismo.
Ahora esos retazos de las izquierdas, que sobreviven desligados de la realidad y no representan a nadie ni tienen responsabilidad política alguna, han decidido simplemente no hacer nada. No es que duden, como Barrantes cuando tenía un enorme peso sobre su conciencia dubitativa, sino que son espectadores impasibles y sujetos incapaces de tomar una decisión. Miran pero no ven, escuchan pero no oyen, hablan pero no hacen nada.
Las izquierdas han reducido la política a un simple «meme», mientras el país literamente se está yendo a la mierda, entre un gobierno que desgobierna y ha hecho de la mediocridad y las indecisiones su máxima identidad y una oposición rabiosa ocupada en acumular combustible para incendiar el país y gobernar sobre los escombros.
Esas izquierdas se han acostumbrado a organizar, cada cierto tiempo, encuentros denominados pomposamente por la «unidad», que bien terminan en un fracaso o acaban en la nada. Esos «eventos unitarios» a lo mucho darían para una pésima comedia de no ser que tras de esos fracasos agoniza la ilusión que la gente tenía en el socialismo como la mejor opción para desarrollar el país y mejorar sustancialmente las condiciones de vida de todos.
¿Qué sentido tiene reunirse para no decidir nada?
El documento publicado luego de su enésima reunión unitaria del pasado fin de semana es un mamarracho completo. No dice ni propone nada. Es un monumento a la indecisión absoluta.
Las izquierdas están en una crisis terminal e intentar reconstruir lo que alguna vez existió es un sinsentido total. Hay que encontrar nuevos caminos y refundar un proyecto revolucionario nuevo que, sin renunciar a sus raíces y tradiciones históricas, mire el futuro y proponga, con audacia y coherencia, un horizonte estratégico, un horizonte revolucionario para trabajar y luchar de manera colectiva y responsable por conquistar el derecho a construir una patria nueva.
Y ese proyecto no va surgir de la noche a la mañana, no va nacer como Atenea de la cabeza de Zeus. Hay que construirlo desde abajo, con mucho debate de ideas pero con mucha responsabilidad unitaria y, sobre todo, con la firme decisión de hacer historia. Los tiempos están contra las voluntades políticas que no construyen identidades colectivas y contra los entusiasmos aislados que por sí solo no van hacer madurar las uvas. Los tiempos de soñar con la ilusión del partido propio han desaparecido. Y, ya sabemos, en política quien vive de ilusiones muere de decepciones.
En la actual coyuntura política las izquierdas no tienen nada que ofrecer. Hay ideas sueltas pero no hay fuerza política; hay voluntad pero no organización; hay entusiasmo pero no hay liderazgo. Hay un país que agoniza y unas izquierdas en estado de coma.
Las izquierdas han perdido su nexo orgánico con el movimiento popular debil y fragmentado, han desaparecido de la escena regional y municipal y en la práctica han perdido la batalla por el 2026. Es duro reconocer, pero esa es la realidad sobre la cual debe construirse un nuevo y unitario proyecto revolucionario. Pero hacerlo no para las próximas elecciones, sino como defendía Mariátegui: «La historia es duración.»
Parafraseando al gran comandante Hugo Chávez podemos decir «Hay cumbres a cada rato. Ya dije una vez: (…) andamos de cumbre en cumbre y nuestros pueblos de abismo en abismo. ¡Muchas declaraciones!»
Y lo que las izquierdas necesitan ahora es recuperar la ilusión y tomar la decisión de construir su unidad y forjar en la lucha un proyecto revolucionario para disputar a la derecha bruta, achorada e ignorante el gobierno. O caso contrario escribir su epitafio final.