MARIA ENRIQUETA, MADRE DEL AHIJADO ECUATORIANO DE FIDEL

Por Pedro Martínez Pírez

MONCADA

Nunca olvidaré la sonrisa de María Enriqueta Navarro, madre de Fidel Juan Oswaldo Nieves, el ahijado ecuatoriano del Comndante Fidel Castro. Con ella me encontré en varias ocasiones en Quito en actos de solidaridad con Cuba.

Y en estos días del aniversario de Fidel, quien este 13 de agosto cumpliría 96 años de edad, he recordado cuando hace seis décadas el embajador cubano de entonces, doctor Mariano Rodríguez Solveira, recibió desde la Cancillería cubana la indicación de bautizar en Quito a un niño ecuatoriano en representación del Comandante Fidel Castro.

Yo me desempeñaba entonces como secretario de la Embajada de Cuba en Quito, función a la que había sido propuesto precisamente por el destacado jurista Rodríguez Solveira, quien hasta meses antes había sido en la ciudad de Santa Clara el Rector de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas y mi profesor de Derecho Civil, en el curso nocturno para trabajadores. 

Los padres del niño Fidel Juan Oswaldo Nieves le habían escrito al líder de la Revolución Cubana pidiéndole que fuera el padrino de su hijo, y la muy eficiente colaboradora de Fidel Castro, Celia Sánchez Manduley, había transmitido al canciller Raúl Roa García la aceptación del líder cubano.

Nos dimos a la tarea de localizar a los padres del niño, Virgilio Nieves, soldado del ejército ecuatoriano, y María Enriqueta Navarro, madre de siete hijos, ama de casa, natural de Otavalo, cantón de la provincia ecuatoriana de Imbabura.

El bautizo se efectuó en la sede de la Embajada de Cuba, situada entonces en la Avenida 6 de diciembre, en una fecha histórica para nuestro país: el 2 de septiembre de 1960, cuando en la capital cubana, en Asamblea General, un millón de personas aprobada la Primera Declaración de La Habana.

Al bautizo asistieron varios familiares del niño, algunos amigos de Cuba y dos integrantes de la delegación cubana a la toma de posesión del presidente José María Velasco Ibarra, ocurrida unos días antes. La delegación cubana estuvo presidida por el entonces ministro de economía, Regino Boti, e integrada por el alcalde de La Habana, Jose Llanusa y el Jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, Juan M. Castiñeiras, los tres ya fallecidos al igual que el embajador Rodríguez Solveira.

La más feliz de todas las personas en esa ceremonia era precisamente la madre de Fidelito, convertido desde entonces en ahijado del célebre comandante de la Sierra Mestra.

Pasó el tiempo. El embajador Rodríguez Solveira decidió regresar a Cuba, retornó a la docencia, pero entonces en La Habana, donde fue nombrado vicerector de la Universidad, dirigida entonces por el también villaclareño Juan Mier Febles. A partir de ese momento me ví obligado a fungir durante un año como Encargado de Negocios de la Misión cubana en Ecuador, país al que regresaría en muchas ocasiones como periodista, profesor, legislador o Miembro de la Fundación Guayasamín.

Pero quien no olvidó a su ahijado fue el Comandante Fidel Castro quien poco después del bautizo en la Embajada, el 2 de septiembre de 1969 le envió al niño ecuatoriano, por conducto de Celia Sánchez y el doctor Raúl Roa, un jarrito de plata con la firma del Líder Histórico de la Revolución Cubana, extraordinario regalo que tuve el honor y el privilegio de entregar en un acto público en Quito a doña María Enriqueta, fallecida en 2013 a los 97 años de edad.

A quienes hemos sobrevivido durante sesenta años al bautizo del ahijado de Fidel en Quito nos está prohibido olvidar a la otavaleña María Enriqueta Navarro.

La Habana, 11 de agosto de 2022.