Editorial de la revista MARKA
Como si hubiese sido poco lo que vivió el país en los doce meses pasados, hoy la ultra derecha renueva su ofensiva con el propósito definido de generar un caos sin fondo del cual pueda obtener jugosos dividendos políticos.
Constituye una carta conocida en el escenario mundial el que las fuerzas más reaccionarias de un país, alienten la violencia y el desorden cuando quieren apoderarse de los resortes del Poder en un determinado Estado.
De ese modo aspiran a presentarse ante la ciudadanía a la que buscan captar, como una fuerza interesada en restaurar la calma y devolver la tranquilidad a los miembros de una sociedad determinada.
Juegan de ese modo, una carta siniestra que tiene doble filo. Por un lado alientan el desgobierno, y por otro prometen actuar como una fuerza civilizada que afirma su poder en la serenidad y el respeto.
La vida nos muestra que esta doble faz con que actúan los que así proceden, no se condice con la realidad. En la Argentina de los años que precediera al golpe fascista de 1976, hubo un clima de terror, organizado y alentado por la Triple A, -la Alianza Anticomunista Argentina- que promovió y alentó el secuestro y el asesinato como forma de acción política.
Allí estuvo el caldo de cultivo para que los generales liderados por Jorge Rafael Videla, declararan su voluntad de “restablecer el imperio de la ley” y “salvar al país”, para luego extender esas prácticas siniestras y consumar la desaparición y muerte de más de 30 mil argentinos.
Hoy la ESMA –La Escuela Superior de Mecánica de la Armada- subsiste como un monumento al horror que vivió la sociedad argentina en los seis años del salvaje régimen de los uniformados de Campo de Mayo y otras guarniciones castrenses.
Chile es también un ejemplo de esta metodología. Allí el fascismo se valió de diversos segmentos de la población para generar el caos. Los transportistas, los empresarios reunidos en la Sociedad de Fomento Fabril, las capas medias de la sociedad y gasta sectores de trabajadores fueron ganados mediante diversos artilugios para debilitar al gobierno de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende.
Esa “paz” fue la que costó la vida al propio Allende, a Pablo Neruda, a Victor Jara y a decenas de miles de chilenos confinados en los campos de concentración de Tres Álamos o en Villa Grimaldi, cuando no en las islas del sur del pais
En su momento lograron derribarlo para “imponer la paz”, vale decir, la paz de cementerios que ató al país durante 17 años. Esa “paz” fue la que costó la vida al propio Allende, a Pablo Neruda, a Víctor Jara y a decenas de miles de chilenos confinados en los campos de concentración de Tres Álamos o en Villa Grimaldi, cuando no en las solitarias islas del sur del continente.
En nuestro país, las cosas no se presentan de modo distinto. Aquí también se busca generar la desmoralización de las masas, el desorden en distintos nivele de la sociedad, la corrupción y el caos; y se busca atribuir todos estos rasgos al gobierno de Pedro Castillo, para desacreditarlo y demolerlo.
Todos los peruanos saben que Alberto Fujimori fue un verdadero maestro en materia de corrupción. Terminó llevándose del país seis mil millones de dólares. Pero esos, no los obtuvo de la noche a la mañana al fin de su periodo gubernativo. Los amasó prolijamente día a día. Y todos saben también que Alan García hizo lo propio, y a su manera.
Ninguno de los dos, sin embargo, fue investigado abordado por el Poder Legislativo o por el Fiscal de la Nación, como hoy ocurre con el actual Mandatario contra quien se descargan todas las acusaciones imaginables.
Nadie ha mostrado hasta hoy una sola prueba que lo incrimine directamente con un determinado delito. Sólo hay declaraciones atribuidas a supuestos “colaboradores eficaces”, que se prestan a brindar testimonios sin aportar pruebas.
A ellos –que se contradicen entre si y que se acusan mutuamente-se les cree todo lo que dicen contra Pedro Castillo no porque sea cierto, sino si no simplemente porque creerles forma parte de su estrategia de demolición que no tiene límite alguno.
Pero a la sombra de estas acusaciones improbadas, la ultra derecha trabaja obsesivamente por construir un orden distinto a la “democracia burguesa” que se instaló en el país luego del fujimorato. Busca, mediante uu Golpe Político cambiar la estructura del Estado para convertirlo en un simple régimen Neo Nazi
Así, promueve numerosos cambios constitucionales no obstante haber impedido, en votación secreta y a espaldas del país, la posibilidad de una consulta ciudadana de corte constituyente.
Ellos buscan concentrar en manos del Poder Legislativo –cuya mayoría detentan- todos los resortes del Poder: el control del Tribunal Constitucional, la designación del Defensor del Pueblo, el nombramiento del Fiscal de la Nación, la designación de los jueces y la fiscalización del Poder Ejecutivo disponiendo adicionalmente hasta las características que deben poseer quienes desempeñen funciones ministeriales o cargos públicos.
Nada deberá quedar al margen del control que ellos puedan ejercer por el sólo hecho de haber construido una precaria “mayoría parlamentaria” que les permite aprobar lo que les venga en gana.
Pero así como tienen mirada hacia el futuro, para visualizar el poder corporativo que anhelan, así también tienen mirada hacia el pasado, lo que les permite asegurar la impunidad absoluta para todos los latrocinios que consumaran los suyos en el periodo anterior.
Así, blindaron recientemente a Manuel Merino y a los colaboradores de su “gobierno” de cinco días derribado por el pueblo, como antes habían blindado al Fiscal Chávarry y al Procurador Alarcón, ambos condenados por graves delitos contra los recursos del Estado. Solo falta que ahora retorne de España el Jefe de los “Cuellos Blancos”, el señor Hinostroza, para que se ampare en los mismos beneficios.
Ya es hora que el pueblo les diga ¡Basta…!