Por Luis Manuel Arce Isaac
Ciudad de México (Prensa Latina) El presidente de México, Andrés Manuel
López Obrador, hizo referencias poco entusiastas sobre las limitadas
medidas adoptadas por su colega de Estados Unidos, Joe Biden, para
aliviar casi nada los estragos de la guerra económica de la Casa Blanca
contra Cuba.
En un lacónico comentario al respecto, el mandatario mexicano fijó su
posición: “Yo quisiera que no hubiera bloqueo, porque eso es violatorio
de los derechos humanos, eso es una política medieval, no tiene nada que
ver con nuestro tiempo y con la hermandad que debe de haber entre
nuestros pueblos y con la fraternidad universal”.
Es lógica esa reacción en un líder político de su talla que llamó en
varias oportunidades a otorgarle a Cuba el Premio de la Dignidad,
considerar a su pueblo Patrimonio histórico de la humanidad por ser la
Numancia de nuestro tiempo y haber sobrevivido 60 años al bloqueo más
cruel, largo e inhumano que recuerde la historia universal.
Más aún, menos de 48 horas antes de que el gobierno de Biden anunciara
esas medidas timoratas para supuestamente aliviar el sufrimiento de los
cubanos que él y 12 presidentes anteriores atizaron en una emulación
para ver quién es más cruel, López Obrador calificó de genocidio lo que
estaban haciendo desde Washington con Cuba.
El mandatario mexicano cuestionó que en el caso de Biden se hace más
patente porque él fue vicepresidente de Estados Unidos cuando se
registró un cierto acercamiento de la Casa Blanca con el gobierno de la
isla.
Esto fue propiciado por el expresidente Barack Obama (2009-2017), lo
cual pareció ser el inicio de una solución definitiva de la política
inamistosa que tanto daño le inflige a la familia cubana.
Incluso López Obrador le recordó en varias ocasiones a Biden su
compromiso electoral de regresar a las negociaciones iniciadas por Obama
y suspender las 243 medidas aplicadas por su antecesor Donald Trump, que
intensificaron como nunca antes el bloqueo.
POLÍTICA GENOCIDA
López Obrador fue muy claro al juzgar en su fondo el anuncio de Biden.
No se trata de una apertura, advirtió, para que no exista una política
de bloqueo que perjudica a mucha gente.
¿Por qué ese aislamiento?, se preguntó y respondió a sí mismo: Es una
política genocida, y como a los estadounidenses les gusta el béisbol,
como a mí, yo les diría que lucen mal. Así se dice en el béisbol cuando
alguien no hace bien las cosas, ‘lució mal.’ Eso no se debe hacer.
Aunque el gobernante mexicano no lo dijo en esta ocasión, pero lo ha
repetido muchas veces, detrás de las medidas existen razones políticas
oportunistas de índole interna, como las próximas elecciones
congresionales y de gobernadores, incluida La Florida, un nido de la
mafia anticubana como Marcos Rubio, denunciada también por López Obrador
en sus ruedas de prensa matutinas.
Es un paripé, como se dice en lenguaje coloquial, del presidente Biden
para intentar acallar las críticas y demandas contra el bloqueo y evitar
que la cumbre de las Américas se siga desmoronando, pues en la práctica
se trata apenas de dos o tres de las 243 medidas de Trump, y para colmo,
ninguna de las más importantes.
En realidad, no hay cambio de política ni de los instrumentos que
sostienen el bloqueo porque, como también señaló el líder mexicano, no
tienen nada que ver con la suspensión de éste, aun cuando vayan por buen
camino.
Pero se mantiene el cerco, la subversión, el aislamiento diplomático,
las operaciones de desinformación y el financiamiento millonario de los
grupos que están contra la Revolución cubana.
Esas pocas medidas, incluso, cargan su veneno porque son
discriminatorias y no ocultan el objetivo de dividir a la nación, al
condicionarlas al sector privado bajo el falso argumento de que se hace
para no beneficiar al gobierno revolucionario.
Son medidas oportunistas con fines de política interna, y el hecho que
mejor lo demuestra es que el gobierno de Biden mantiene incluida injusta
y arbitrariamente a Cuba en la lista de supuestos estados patrocinadores
del terrorismo.
Esta sola definición es suficiente para que el bloqueo siga marchando
sobre ruedas con todas sus restricciones, incluidas las que afectan a
los propios estadounidenses que no pueden comerciar con Cuba, venderle o
comprarle medicamentos, usar el dólar, ni visitar libremente a la isla.
López Obrador destacó otra arista dentro del contexto de esas timoratas
medidas que justifican su tesis de que lo importante es la eliminación
del bloqueo.
BLOQUEO Y EXCLUSIÓN
Dijo en su conferencia matutina del 17 de mayo, al día siguiente del
anuncio de Biden, que la exclusión de Cuba de la Cumbre de las Américas
es parte también de lo mismo, pues va contra el derecho soberano de los
pueblos a tener la forma de gobierno que escoja, y a que ninguna nación,
por poderosa que sea, intervenga en asuntos internos.
Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno
es la paz, reiteró la máxima de Benito Juárez. En esencia, reafirmó,
tanto el bloqueo como la política de exclusiones son asuntos de
principios “y vamos a esperar a ver qué sucede”.
Todo ello marcha contra su aspiración de una América unida y fuerte
dentro de la diversidad política e ideológica, discrepante pero sin
agresiones, uso de la fuerza ni el pensamiento medieval hegemónico ya
desfasado, y una cumbre como la convocada, pero con la participación de
todos los países del hemisferio, es imprescindible.
Su idea ratifica que América del Norte no puede lograr los propósitos de
desarrollo frente a otros bloques internacionales, sin una América del
Sur también fuerte y unida, como parte del mismo ensamblaje.
Consideró que por razones económicas y geoestratégicas, más que
políticas, Estados Unidos está obligado a fortalecer y acelerar el
desarrollo del continente para estar en mejores condiciones de enfrentar
una división del mundo en bloques de naciones y zonas comerciales, ya a
las puertas.
Esto se vislumbra en la nueva correlación de fuerzas comerciales que se
forja a la sombra de eventos al margen de la voluntad del hombre como la
pandemia de Covid-19, o de su intervención consciente, como la guerra en
Ucrania. Para ello -es lo que busca demostrar López Obrador en su
posición contra el bloqueo a Cuba y en favor de una cumbre incluyente-
Estados Unidos debe cambiar de forma absoluta su vieja y destartalada
política hemisférica.
Significaría terminar con el hegemonismo, la era de las exclusiones, la
injerencia en los asuntos internos de otros estados, las imposiciones,
la doctrina Monroe de América para los americanos, y por supuesto, los
bloqueos como a Cuba.
López Obrador le pidió a Biden abrirse al diálogo, la negociación,
contribuir a la unidad regional dentro de la diversidad, el respeto a la
independencia y soberanía y la libre determinación de los pueblos.
También impulsar una nueva etapa de la cooperación y el desarrollo a fin
de que el fortalecimiento de América del Sur sea también el de América
del Norte, y viceversa.
La Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, en junio próximo
-indicó, esperanzado-, pudiera ser el primer paso para esta nueva era
sin la cual el hemisferio puede ser en el futuro, pasto de los bloques
económicos regionales.
Es en esa proyección en la que se inscribe la observación de lo
insuficiente de las medidas de Biden hacia Cuba y su expresión de que
hubiera querido la suspensión del bloqueo.
arb/lma
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