CONTRAPUNTO ENTRE POLITICAS PETROLERAS DE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO


Por Luis Manuel Arce Isaac

Ciudad de México (Prensa Latina) Hay un contraste muy marcado entre las
políticas petroleras de Estados Unidos bajo la presidencia de Joe Biden,
y la de México, conducida por Andrés Manuel López Obrador, porque sus
objetivos, contenidos y filosofías son muy diferentes.

   La política petrolera estadounidense la determina una geoestrategia
económico-militar en la cual unen sus intereses el capital privado y
transnacional con los del Pentágono y la respalda un poder tecnológico y
financiero innegable que les permiten actuar de manera extraterritorial
en muchas partes del mundo.

   En cambio, la de México con López Obrador es altamente nacionalista,
no busca salirse de sus fronteras, rechaza el control privado aun cuando
no excluye alianzas, y toda su actuación se proyecta hacia un desarrollo
socioeconómico interno que le permita una soberanía global sin ataduras
compromisorias.

   El contraste, la soberanía proclamada por México choca muy
fuertemente con la geopolítica estadounidense, pues para los estrategas
de la nación del norte esa no es una opción válida para los energéticos,
especialmente el petróleo, el gas y ahora el litio, siempre presente en
sus proyectos económicos y militares, sin importar en qué parte de las
entrañas del planeta se encuentren esos recursos.

   Por supuesto, es la teoría, pero lamentablemente con sobradas y
graves muestras de que no solamente piensan así, sino que actúan en
consecuencia a ese criterio, verbigracia Irak, Libia, Irán, Venezuela,
Bolivia con el golpe de estado a Evo Morales por el litio, e incluso el
propio México al que le robaron la mitad de su territorio, en especial
los yacimientos de hidrocarburos, minas y grandes ríos de California,
Texas y otros territoriosMientras que .

Mientras que Estados Unidos llegó a su cenit petrolero en la década
de los 70 del siglo pasado, es decir, se les agotaron las reservas
extraíbles por métodos tradicionales de bombeo y su producción de crudo
comenzó a bajar aceleradamente y adelgazar sus inventarios, en México,
por el contrario, si bien descendió el ritmo de extracción en los
gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, como asegura López
Obrador, en cambio las reservas probadas siguieron altas.

   Hoy por hoy, como también ha revelado el gobierno, siguen creciendo
por descubrimientos de nuevos yacimientos muy prometedores en tierra y
aguas someras, sin incluir los de aguas profundas que son muy
importantes también.

   Ante los riesgos crecientes y dificultades de mantener el control
transnacional de cadenas de producción de crudo en otras naciones por la
vía militar u otras presiones, el gobierno de Estados Unidos en la
presidencia de los Bush (padre e hijo) optó por desafiar a los
ecologistas y a muchos científicos, y aplicar masivamente el fracking,
lo cual les dio excelentes resultados.

  De una caída en flecha de su extracción de crudo, Estados volvió a
convertirse en un tiempo récord en el principal productor del
hidrocarburo por encima de Arabia Saudita y Rusia, según cifras de la
época de la OPEP y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE), aunque ello no frenó sus acciones militares para obtener por la
fuerza petróleo ajeno como el de Libia.

   Todo lo contrario a Estados Unidos, México con López Obrador escuchó
a sus científicos y ecologistas, y prohibió la práctica del fracking. 
Esta experiencia fue muy dura y negativa para los mexicanos.

   Un estudio de sismicidad inducida y fracking realizado por Manuel
Llano y Alessia Kachadourian de CartoCrítica en 2015 con datos del
Sistema Sismológico Nacional en cinco estados donde Pemex usó fractura
hidráulica, reveló que se registraron un centenar de sismos más que una
década atrás cuando la suma total no sobrepasaba la docena.

    Los grandes terremotos ocurridos en los últimos años como los de
1985, 2017, 2019 y 2021, no se han debido a actividades de fracking,
porque México es un país ubicado en una zona de alta sismicidad debido a
la interacción entre las placas de Norteamérica, Cocos, Pacífico, Rivera
y Caribe, así como a fallas locales que corren a lo largo de varios
estados.

  En cambio, Estados Unidos, cuyo sur fue hasta 1848 territorio
mexicano, es también altamente sísmico, en especial California, y el
fracking es muy perjudicial. La falla de San Andrés es transformante
continental, discurre por unos mil 300 km a través del estado, y Baja
California, en México. Es el límite tectónico entre la placa
Norteamericana y la placa del Pacífico y su desplazamiento relativo es
horizontal dextral.

   Según un viejo estudio de William Ellsworth, “Injection-Induced
Earthquakes” publicado en la revista Science 341, admite que, hasta
ahora, el mayor sismo registrado en Estados Unidos como consecuencia de
la fracturación hidráulica ha sido solo de magnitud 3,6, es decir aún de
bajo riesgo. Pero eso no excluye los peligros de esa tecnología
     El autor alerta, por el contrario, que la inyección de las aguas
residuales al subsuelo en pozos sometidos al proceso de exploración y
extracción mediante fracking, representa un alto riesgo sísmico, pues
puede producir terremotos de mucho mayor magnitud.

   Tan solo en el 2011, recuerda Ellsworth,  se produjeron en Estados
Unidos cinco sismos de magnitud ≥5 por esta causa, el mayor de ellos en
Oklahoma de 5,7, que dañó viviendas y lastimó a algunas personas como
documentó Aber Keranen en la revista Geology.

   Mientras López Obrador ratificó este año en su nuevo plan petrolero
la prohibición del fracking, Biden en cambio anunció este mes abrir más
tierras públicas a la perforación con esa tecnología, única posible para
sacar petróleo de las rocas a grandes profundidades pero no le va a ser
tan fácil porque cada día es más costosa y le será complicado cumplir el
objetivo de bajar por esa vía las tarifas eléctricas y de gas

   A contrapelo de su compromiso de proteger el medio ambiente -del
cual se presenta como una gran protector- se convierte con el uso
intensivo del fracking en su peor depredador. El Departamento del
Interior dijo en un comunicado que planeaba subastar los arrendamientos
para perforar en 145 mil acres de tierras públicas en nueve estados.

    En su campaña electoral, había prometido en New Hampshire en
febrero de 2020 a los activistas climáticos que priorizaría la reducción
del uso de combustibles fósiles y por tanto del fracking, ni más
perforaciones en tierras federales.

   Pero incluso hasta los propios empresarios petroleros no lo
acompañan. Por ejemplo, Jeff Eshelman, director de operaciones de la
Independent Petroleum Association of America, un grupo de la industria,
declaró que no lo entiende, porque su mensaje es mixto y extrañamente
incoherente.

   Esta administración, advirtió, ha rogado por más petróleo de
naciones extranjeras, culpa a los productores de energía estadounidenses
por el aumento de precios y los arrendamientos, y ahora, en un anuncio
tardío bajo presión de la guerra de Ucrania, anuncia una venta de
arrendamiento, pero con importantes aumentos de regalías que agregarán
incertidumbre a los planes de perforación durante años.

   Allí reside otra de las grandes diferencias con la situación de
López Obrador quien, por el contrario, limitó a un máximo de 1,8
millones de barriles diarios la extracción de crudo -salvo la actual
etapa que la aumentó a 2,4 millones por la guerra de Ucrania- y con la
variante que se saldrá del mercado internacional de hidrocarburos para
procesar todo su petróleo en las siete refinerías nacionales incluida la
nueva de Dos Bocas y la Deer Park de Texas comprada a la Shell.

   México tiene una enorme ventaja sobre Estados Unidos respecto a la
producción de hidrocarburos, y es que mientras a las empresas del norte
el barril del petróleo les cuesta extraerlo en promedio sobre 36
dólares, México lo saca por apenas 14.

  Otra enorme ventaja de López Obrador sobre Biden. Mientras en México
está nacionalizado el petróleo y los presupuestos nacionales se pueden
confeccionar mediante las proyecciones de los precios internacionales
sin mediación del sector privado el cual no decide ni en los volúmenes
de extracción y de ventas, Estados Unidos depende de la intermediación
de sus empresas.

   Finalmente, al gobierno de Estados Unidos le es casi imposible
administrar crisis de abasto de gasolina, combustibles y suministros de
electricidad, como ocurrió durante las grandes nevadas de Texas de 2020,
mientras que México, afectado también por esas mismas nevadas en su zona
norte, no sufrió ni apagones ni falta de gas en los hogares y las
fábricas.
lma