l Por Luis Manuel Arce Isaac
México.-
En la larga cadena de errores y fracasos de la Casa Blanca desde la balcanización de Yugoslavia, pasando por Afganistán, Irak, los bombardeos a Libia, el apoyo a mercenarios en Siria, el cerco económico a Irán, el más complicado es el de azuzar la guerra en Ucrania y sancionar a Rusia para universalizar el conflicto.
Es tonto pensar que, ante la gravísima acción de cerrar los caminos a una poderosa nación de indudable impacto en el sistema monetario y financiero internacional para intentar doblegarla, Rusia no reaccionara en defensa de sus intereses, ni entendiera las sanciones como una declaración de guerra.
También sería de idiotas creer que Estados Unidos, Alemania, Francia y quienes se adhirieron a las sanciones, no sopesaron las consecuencias de las sanciones para sus propias economías y las relaciones comerciales europeas y del mundo.
Qué fuertes razones empujaron a Biden y sus aliados a cometer semejante error se sabrá algún día porque es inocultable que había conocimiento de causa del sufrimiento que ocasionaría a los pueblos europeos un cerco económico a un país del que dependen los suministros energéticos para mantener activas sus economías, y los fertilizantes para cultivar sus campos y alimentarse.
Cuando el presidente Vladimir Putin anunció que no vendería gas a los países hostiles si no lo pagaban en rublo, a muchos les temblaron las piernas pues saben muy bien que ni moviendo el ciento por ciento de sus reservas petroleras -y no el millón de barriles diarios prometidos- el crudo ruso podrá ser sustituido por los europeos, como ya lo advirtió Emiratos Árabes Unidos.
Ni siquiera aceptando la oferta especial del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de invertir para llevar congelado a Europa su gas excedentario y volver a licuificarlo para alimentar los gasoductos, resolverían el problema pues la capacidad de licuefacción europea es casi nula.
El otro grave problema es que Europa no tiene un plan B para suplir los hidrocarburos rusos y saben que Biden juega con fuego al exigirle a las compañías petroleras aumentar la extracción en Estados Unidos, que ya está en crisis por sus altos costos pues casi toda su producción es por la vía del peligroso fracking, una contradicción con su papel de adalid en la batalla contra el cambio climático.
Los países de la UE son los principales clientes de Moscú con porcentajes de subordinación energética al gas ruso que van del 55 por ciento para Alemania hasta un total de 43,6 para el conjunto de la Unión Europea, y del 48,4 por ciento del petróleo. De esos energéticos dependen, además Finlandia, Estonia, Letonia, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Austria, Hungría, Rumania y Polonia, y en menor medida Francia, Italia, España y Grecia.
La piedra de traba tanto para Europa como para Moscú es que la primera, estando necesitada del combustible, no puede ceder a pagarlo en rublos pues sería admitir una derrota en la guerra económica, y para Rusia que, siendo un imperativo en la medición de fuerzas exigir el pago en su moneda, le es imposible renunciar a un multimillonario ingreso de divisas para sus importaciones.
Una solución salomónica, al parecer aceptada por todos, la dio una pequeña ventana que Estados Unidos y la Unión Europea dejaron abierta como válvula de escape a las sanciones económicas: el Banco Gazprom no fue incluido en las medidas que separan a Rusia del sistema de pagos interbancarios conocido por las siglas SWIFT.
En un muy complejo pero viable ejercicio de pago y canje, los compradores europeos pueden depositar allí sus euros y seguir recibiendo el gas, mientras que Gazprombank, en una rocambolesca operación, los convierte a rublos en el mercado de divisas y cumple así con la nueva ley decretada por Putin del pago en su moneda nacional.
Lo más interesante es que, si bien de manera indirecta los compradores admiten la regla dictada por Putin de que las empresas rusas realicen sus ventas en rublos, el banco central moscovita no deja de recibir esas divisas a través del propio Gazprombank, que es estatal.
Lo importante es el fondo del asunto relacionado directamente con las flaquezas del dólar y las debilidades que enfrenta el sistema monetario y financiero internacional.
Nadie mejor que el propio FMI para exponer la situación: Las sanciones sin precedentes impuestas a Rusia amenazan con diluir el dominio del dólar y generar un sistema monetario internacional más fragmentado, según la subdirectora gerente Gita Gopinath, quien reconoció que la proporción del dólar en las reservas internacionales de los bancos centrales han caído del 70 % al 60 % en las últimas dos décadas, en favor de un mayor uso de la moneda china, el yuan.
Para esta coyuntura Rusia y la India crearon un sistema de pagos en rublos y rupias esquivando el SWIFT negado a Moscú, que está dando resultado. Beijing y Moscú tienen también su propia mecánica.
¡Quién sabe si estamos en los inicios de un cambio del sistema monetario y financiero internacional surgido al calor del conflicto en Ucrania y los errores de Biden al azuzar una guerra económica nefasta para todo el planeta!
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