PERU. EL DESASTRE DEL CENEPA

Por Héctor Vargas Haya (*)

En su libro “Geopolítica: Guerra con el Ecuador”, pág..122ª, el general EP. Armando Chávez Valenzuela, un patriota como pocos, sostiene con firmeza que “la victoria del Ecuador en el Cenepa alcanza un nuevo umbral en el viejo conflicto: Ecuador infligió una derrota militar al Perú por primera vez desde la batalla del Portete de Tarqui en 1829….”Y realiza un crudo análisis sobre el drama que sufrieron las tropas peruanas, como consecuencia de la corrupción en la que incurrieron ciertos jefes, privando a la tropa de las más elementales condiciones humanas.

Las concesiones de Fujimori, bajo el título de “Tratado de Paz”, constituyeron la victoria del Ecuador, y que permitió a su presidente Jamil Mahuad calificar de un gran logro que significaba una “soberanía funcional” en el Amazonas, expresión vergonzosa del fracaso de las  fuerzas peruanas, sometidas a una situación precaria originada en el antipatriótico comportamiento de ciertos protagonistas.

El fracaso se derivó de varios factores, además de la sospechosa venta de los catorce aviones MIRAGE, fue restringido el reforzamiento de las tropas debido a la corrupción, de algunos generales que se robaron el presupuesto destinado a la adquisición de armamentos, equipos y alimentos. Los soldados sin botas anti minas sufrieron mutilaciones y muerte, por tanto el enfrentamiento en el Cenepa fue un suicidio,.

Ecuador impuso condiciones en la firma del Tratado de Comercio y Navegación del 26 de octubre de 1998; no se tuvo en cuenta que la libre navegación ya se hallaba establecida en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942. Lo único nuevo y lesivo, es el establecimiento de dos enclaves económicos de dos áreas de ciento cincuenta hectáreas cada una en los puertos de Saramiriza y Pijuayal, cerca de Iquitos, para el ejercicio libre y soberano de actividades comerciales exoneradas de impuestos durante cincuenta años prorrogables, es decir, a perpetuidad.

A tenor del artículo 29º del documento en cuestión, Ecuador podrá acreditar autoridades diplomáticas con goce de facilidades, privilegios e inmunidades establecidos en la Convención de Viena del 24 de abril de 1963.

La entrega ya la tenía planeada Fujimori desde que se adelantó, in péctore, a formularle ofertas generosas al presidente Rodrigo Borja Cevallos, por cartas de 24 de noviembre de 1991 y 10 de enero de 1992 y cuatro documentos básicos, más treinta y siete anexos, registrada en la revista Nº 27 de la Academia Diplomática del Perú.

Todo eso derivado de las arbitrariedades de aquel gobierno autocrático que se ilegitimó en el año 1992 y estableció un régimen político antidemocrático, sin más leyes que la omnímoda voluntad del dictador, secundada por sumisos militares que se sumaron a la procesión. 

El hecho de haber firmado una paz, que ojalá nunca más sea alterada, no lo absuelve, porque el fin no justifica los medios,  pues los enclaves, sustento fundamental del malhadado documento, significan en Loreto una especie de Espada de Damocles. No les importó ni a él y ni a sus cómplices como Fernando de Trazegnie y otros, que muy fácilmente trasladaron el problema de Lima a Loreto, para que se jodan los loretanos.

Felizmente, como contraparte, hubo también ilustres peruanos contrarios al entreguismo, como los embajadores Hugo de .Zela, Alfonso Benavides Correa, Eduardo Ferrero Costa, los generales Juan Salinas Sedó, Armando Chávez Valenzuela, y Gustavo Mohme Llona, director del diario La República, que fijaron sus patrióticas posiciones contra la entrega.

(*) Ex Diputado y ex Presidente de la Cámara de Diputados