UCRANIA Y LA RECOMPOSICIÓN DE EQUILIBRIOS


Por Luis Manuel Arce Isaac

México (Prensa Latina) El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el
canciller de Alemania, Olaf Scholz, acaban de sostener una reunión en
Washington con la intención aparente de enviar a Rusia y China un
mensaje de “alianza confiable” en el caso de Ucrania.


El encuentro fue muy importante, no tanto por lo que ambos gobernantes
declararon a la prensa -que puede diferir de lo que en realidad hagan o
piensen-, sino porque se realiza unos pocos días después de otra de
mucho mayor envergadura en Beijing entre los líderes chino Xi Jimping, y
ruso Vladimir Putin.


También, en medio de declaraciones bastante contrapuestas de otros
líderes europeos como Enmanuel Macron, presidente de Francia, y voces
menores en este concierto como las de los gobernantes de Gran Bretaña,
Italia, y algunos países del antiguo bloque socialista europeo.
Hay, en los hechos, una ronda de negociaciones inéditas, con la
característica de que los planetas no están alineados y por el momento
giran dentro de órbitas muy específicas alrededor de Ucrania, dando la
falsa apariencia de que es el centro del sistema de esa rotación cuando
solamente es el punto que la motiva.

Términos de un equilibrio estratégico

Lo que se debate en torno a Ucrania son los términos de un equilibrio
estratégico en Europa que atañe al mundo entero y que involucra un nudo
de contradicciones entre lo nuevo que surge y los viejo que fenece.
Lo trascendente es que, aunque son posiciones antagónicas, es posible
buscar la forma de que no sean irreconciliables para intentar impedir
llegar a extremos sin marcha atrás.


El asunto no es si Rusia invade a Ucrania, algo que aparece,
mentirosamente, como un leiv motiv recurrente cuando la evolución de los
acontecimientos se sale de los carriles prestablecidos por un nuevo
comercio internacional entre corporaciones transnacionales que desplaza
inexorablemente al antiguo, tutelado por sus respectivos estados para
dominar a los más débiles.

¿Una réplica de Yalta 1945?

Al analizar los mensajes de las reuniones de Biden y Scholz, por un
lado, y los de Xi y Putin, por otro, da la impresión que regresamos a
Yalta en 1945 cuando los estertores del fascismo hitleriano aconsejaron
una reunión de los tres grandes para decidir el futuro de Europa y el
mundo.


Lo triste de aquel memorable momento fue que casi ninguno de los
acuerdos entre Josef Stalin, Franklin Delano Roosevelt y Winston
Churchill se cumplieron y, en los hechos, así dio comienzo la guerra
fría.


Yalta, como se sabe, tuvo en buena medida un final muy cercano a lo que
tramaron Roosevelt y Churchill dos días antes, el 2 de febrero de 1945,
en La Valeta, capital de Malta, , para rechazar las posibles peticiones
de Stalin una vez que cayera el III Reich.


Esto quedó confirmado pocos meses después cuando los líderes se
reunieron en Potsdam, Alemania, del 17 de julio al 2 de agosto de 1945 y
de los tres protagonistas de Yalta solo quedaba Stalin, pues Roosevelt
ya había muerto y ocupó su lugar Harry S. Truman, el criminal de
Hiroshima y Nagasaki, y Churchill había caído frente a Clement Attlee.
En ella quedó patente que la mayoría de los acuerdos a los que se había
llegado en Yalta no se cumplieron porque, como reveló después James F.
Byrnes, secretario de Estado (1945-1947), “en aquella reunión no se
trataba de lo que Estados Unidos y Gran Bretaña dejarían hacer a los
rusos, sino de lo que podían conseguir que hicieran los rusos».


La situación estaba clara para Washington y Londres: en Yalta, Stalin
partía con ventaja respecto a Roosevelt y Churchill, puesto que el
Ejército Rojo estaba a solo 70 kilómetros de Berlín, y ocupaba casi toda
Europa Oriental. En cambio, los aliados occidentales retrasaron su
avance hacia el Este tras la batalla de las Ardenas, que tuvo lugar
entre diciembre de 1944 y enero de 1945.


El filósofo griego Heráclito de Éfeso decía que nadie se puede bañar dos
veces en la misma agua de un río, pero nada tan parecido a Yalta 1945
que Washington 2022 con la reunión de Biden y Scholz, el aliado
confiable del jefe de la Casa Blanca, semejando a la de Churchill y
Roosevelt en La Valeta.

La pulseada con Rusia

Aunque intentan no demostrarlo, la impresión es que Biden y Scholz
buscan la forma de tratar de obligar o controlar lo que ellos quisieran
que Putin haga en Ucrania con la idea de justificar sus planes, sobre
todo la expansión al este de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN).


Hasta dónde llegó el compromiso de Scholz con Biden al respecto es una
buena pregunta, pues el alemán no se abrió mucho con los periodistas
cuando indagaron si compartía el criterio de su anfitrión de destruir el
gasoducto Nord Stream 2 en caso de que el Kremlin decida atacar a
Ucrania.


Él sabe que un ataque a Ucrania no depende solamente de Moscú ni de
Kiev, y allí está en juego lo que desean “que hagan los rusos”.
Además, la Alemania de hoy no es la misma que la de hace una o dos
décadas atrás y su camino a la autonomía fue bien trazado por Ángela
Merkel.


La “confiabilidad” alemana implica, en la mira de Washington, que Berlín
suspenda los permisos para el tramo alemán del gasoducto Nord Stream 2 y
deje sin suministro de gas a germanos y sus vecinos.
«Estamos actuando juntos. Estamos absolutamente unidos y no tomaremos
pasos diferentes. Tomaremos los mismos pasos, y serán muy, muy duros
para Rusia, y ellos lo entenderán», fue la lacónica y genérica respuesta
de Scholz a los periodistas, pero sin mencionar ni el gasoducto ni una
acción militar.


Es infantil creer que, si Estados Unidos o la OTAN atentan contra el
gasoducto, Alemania saldrá indemne de una respuesta rusa y que Noruega o
los Países Bajos no se van a afectar como países de la red que
suministra gas a esa parte de Europa. Biden juega con fuego con esa
amenaza contra el gasoducto.


Si se observa con esa óptica la reunión Biden-Scholz, conviene hacer un
pequeño recorrido por la celebrada en Beijing entre Xi y Putin para
dejar en claro las posiciones claves en este momento de mucho más
tensión y peligro que la pandemia de Covid-19.


En el comunicado conjunto difundido tras la reunión de Beijing, los
mandatarios de China y Rusia, Xi Jinping y Vladimir Putin, se oponen a
“ciertos países, que siguen obstinados en promover el unilateralismo”, y
“socavan los intereses de otros Estados, además de crear fricciones y
enfrentamientos, lo cual frena el desarrollo”. Ese es el summum de la
situación creada en torno a Ucrania.


El mensaje a Washington y la OTAN es más directo aun: un apoyo recíproco
en los temas de máximo interés de cada parte.

China y Rusia con las cartas sobre la mesa

Beijing rechaza cualquier ampliación de la OTAN hacia el Este y Moscú la
alianza de Washington, Londres y Canberra en el espacio de Asia-Pacífico
(el acuerdo Aukus para crear el bloque militar que puede alterar el
equilibrio de fuerzas en la región del Índico y el Pacífico). No hay
medias tintas.


Los dos colosos advierten a Estados Unidos y Alemania y a sus aliados su
oposición a que sigan obstinados en promover el unilateralismo y en
interferir en los asuntos de otros, pues “socavan los intereses de otros
Estados, crean fricciones y enfrentamientos, lo cual frena el
desarrollo”.


Y rematan: La comunidad internacional (léase Rusia y China) “no van a
aceptar esto más”.


En consecuencia, les indican a sus adversarios la existencia de un
compromiso a profundizar “sin descanso” su “coordinación estratégica” y
afrontar juntos las “injerencias externas” y “amenazas a la seguridad
regional”.


Las cartas están boca arriba. No hay nada oculto, y no debe haber
sorpresas ni sorprendidos.

Francia en el complejo contexto

En ese contexto, el presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo país ocupa
la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE), está fungiendo como
intermediario en la difícil tarea de convencer a las partes de iniciar
una desescalada de la crisis, aunque todos saben que eso solo es posible
si cada parte acepta las posiciones de la otra.}


«Nuestro continente está hoy en una situación muy crítica, lo que nos
obliga a ser extremadamente responsables», dijo Macron en el Kremlin,
tal vez calibrando los enormes intereses que se están moviendo alrededor
de Ucrania, y enviando al mismo tiempo un mensaje al presidente de ese
país, Volodimir Zelenski, a quien no se puede dejar fuera del juego.


No estamos en los lejanos años 60 cuando las potencias nucleares
actuaban por encima de los demás actores en los conflictos, y Ucrania,
por demás, no es tampoco cualquiera ni, al parecer, busca convertirse en
un estado bisagra, sino acomodarse a la situación de tal manera que
pueda seguir con sus demandas, pero sin arriesgar mucho.

Las reiteradas posturas de Rusia

Para Rusia, los reclamos ucranianos tienen un límite de tolerancia y
nunca traspasarán la línea roja trazada por los acuerdos de Minsk de
febrero de 2015, aceptados pero incumplidos por la OTAN y Estados
Unidos, a quien culpa de alterar el equilibrio estratégico en el mundo.


En ese contexto el Kremlin reiteró que Crimea es y será parte de Rusia y
si alguien trata de cambiar eso por la vía militar estallaría de modo
inevitable una guerra nuclear en la que no habrá ganador.


En consecuencia, Putin advierte que no hay alternativa a los acuerdos de
Minsk, que son la única base posible para un arreglo político del
conflicto del sureste ucranio, y Macron asimiló las razones de su
anfitrión, pero en su posición occidentalista replicó que es imposible
pedir que se abandonen principios básicos de la OTAN.

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Ese criterio, más el señalamiento a Rusia de incumplir el compromiso de
respetar la integridad territorial de Ucrania, alejó la posibilidad real
de un entendimiento práctico favorable a una distensión. Francia es
parte, junto con Alemania, Rusia y Ucrania, del acuerdo Minsk II que
allanó el camino para el fin de la guerra del Donbás.


Desde entonces, Moscú busca garantías de la OTAN de que Ucrania no
entrará en ese pacto y exige que el bloque retire a sus fuerzas
acantonadas en países del este europeo reclutados por los jefes del
tratado noratlántico, en especial del Pentágono.


Por supuesto que todos ellos rechazan la exigencia rusa y en sus
negociaciones con el Kremlin no van al fondo del problema que es un
freno al expansionismo al este de la OTAN, sino que se detienen en
asuntos colaterales bien ajenos de las preocupaciones rusas centradas en
el cerco militar que propicia Washington.


Estados Unidos y la OTAN encuentran en Ucrania caldo de cultivo para sus
apetencias expansionistas pues cuatro poderosos grupos empresariales y
una veintena de familias terratenientes, controlan la vida económica y
política de un país que los geoestrategas colocan como un centro de
equilibrio entre Europa y Eurasia, por su posición geográfica, su
historia y su riqueza, como bien señala el catedrático panameño
Guillermo Castro.


En esa condición geopolítica radica la importancia de lo que está
ocurriendo en Ucrania porque ese pedazo de territorio en disputa es como
la cota a conquistar en un campo de batalla convencional sembrado de
minas por todas partes y defendido por nichos de ametralladoras y
emplazamientos de cañones.

Fiasco de la unipolaridad del mundo

Fracasada la campaña de la unipolaridad apenas una década después de la
caída de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos fue incapaz de
sostener el nuevo modelo económico que norteamericanizaría al mundo, y
sus gobernantes, empresarios y generales no pudieron atajar la creciente
multipolarización del sistema mundial por el empuje, sobre todo de China
y Rusia, y de otros actores.


El fiasco del neoliberalismo globalizado, considerado un hecho cierto e
irreversible hasta por los propios teóricos de Estados Unidos, ejerce
una influencia evidente en la Europa de posguerra postrada hasta hace
unos años a los pies de Washington.


Esto se manifiesta en una creciente autonomía de países como Alemania y
Francia, que ayuda a entender la reticencia al interior de la alianza
noratlántica a crear una situación de guerra en Ucrania para demostrar
en el exterior el liderazgo que la administración Biden no puede mostrar
en casa.

Desenlace difícil, mas no imposible

Si algo importante dijo Macron en su entrevista con Putin en el Kremlin
es su afirmación de la necesidad de construir un nuevo mecanismo de
seguridad para todos en Europa, que considere las preocupaciones rusas y
las que tienen los países de la OTAN, así como Ucrania, Georgia o
cualquier otro de la región.


Por supuesto que es algo muy difícil, pero no imposible. El mundo
requiere de una recomposición de los equilibrios y de los factores de
negociación ahora que se ha recuperado la paridad militar y económica
perdidas con la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista
del este europeo.


Si hay voluntad, pero sobre todo racionalidad, Ucrania puede ser
convertida en el centro de la paz por construir y no en el de la guerra
para destruir incluso hasta al hombre mismo como especie. (fin).

lma

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