POR LA CAUSA DE ANA BELÉN MONTES

Declaración de Ana Belén Montes durante el juicio sumario en su contra
ante un tribunal federal de Washington DC, el 16 de octubre de
2002.[6].

«Existe un proverbio italiano que quizás sea el que describe de la
mejor forma en lo que yo creo: Todo el Mundo es un solo país. En ese
“país mundial” el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno
mismo resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre
todos nuestros “países vecinos”.

Este principio implica tolerancia y entendimiento para las diferentes
formas de actuar de los otros. El establece que nosotros tratemos a
otras naciones en la forma en que deseamos ser tratados, con respeto y
consideración. Es un principio que, desgraciadamente, yo considero
nunca hemos aplicado a Cuba.

Honorable, yo me involucré en la actividad que me ha traído ante usted
porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Yo considero que
la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta,
profundamente inamistosa, me consideré moralmente obligada de ayudar a
la isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros
valores y nuestro sistema político.

Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba
durante cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de
Cuba a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y
justicia. Yo no entiendo cómo nosotros continuamos tratando de dictar
como Cuba debe seleccionar sus líderes, quienes no deben ser sus
dirigentes y que leyes son las más adecuadas para dicha nación. ¿Por
qué no los dejamos decidir la forma en que desean conducir sus asuntos
internos, como Estados Unidos ha estado haciendo durante más de dos
siglos?

Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre Estados
Unidos y Cuba. Espero que mi caso, en alguna manera, estimule a
nuestro gobierno para que abandone su hostilidad en relación con Cuba
y trabaje conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de
tolerancia, respeto mutuo y entendimiento.

Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio –por
individuos o gobiernos– lo único que disemina es dolor y sufrimiento.
Yo espero que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba
fundamentada en el amor al vecino, una política que reconozca que
Cuba, como cualquier otra nación quiere ser tratada con dignidad y no
con desprecio.

Una política como esa llevaría nuevamente a nuestro gobierno a estar
en armonía con la compasión y la generosidad del pueblo
estadounidense. Ella permitiría a los cubanos y estadounidenses el
aprender como compartir unos con los otros. Esto permitiría que Cuba
abandone sus medidas defensivas y experimente cambios más fácilmente.
Y esto permitiría que los dos vecinos trabajen conjuntamente y con
otras naciones para promover la amistad y cooperación en nuestro “país
mundial” y en nuestra única “patria mundial”.»

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