EL SOMBRERO EN NACIONES UNIDAS

EL SOMBRERO EN NACIONES UNIDAS

Por Gustavo Espinoza M.

El martes 21, en horas de la tarde, expondrá en la Asamblea General de Naciones Unidas los objetivos de su gobierno, el Presidente peruano Pedro Castillo Terrones.  Será  ocasión para que un Mandatario peruano de innegable estirpe popular y elegido democráticamente con las banderas de su pueblo, hable ante un mundo que no supo de su existencia antes de abril de este año.

Si Castillo era simplemente un desconocido para millones de peruanos antes de los comicios pasados, ciertamente que lo sería mucho más para un mundo en el que los acontecimientos y los hombres devoran el tiempo, y los conflictos asoman de modo cotidiano.

La oportunidad que tendrá, entonces, el Jefe de Estado de nuestro país, resulta particularmente significativa, sobre todo porque luego de la derrota norteamericana en Afganistan, el escenario se torna aún más complejo y reflexivo; y las tareas de los gobernantes configuran retos virtualmente inéditos.

Las Naciones Unidas fueron el producto de un acuerdo de las denominadas “Grandes Potencias” vencedoras en la II Guerra Mundial. Ellas buscaron sustituir a la antigua “Liga de Naciones”, surgida en 1918, que resultó incapaz de detener en su momento los afanes guerreristas y expansionistas del fascismo. Por eso, cuando su nacimiento fue acordado por 51 países en la  histórica  ciudad de San Francisco, la entonces flamante organización asumió la tarea de forjar la paz, y garantizar la seguridad internacional.

Aunque nunca cumplió realmente sus objetivos porque fue presa de las arteras orientaciones de la Guerra Fría, surgida por iniciativa de Winston Churchill en 1947; sirvió como tribuna de denuncia vinculada a la dramática situación de los pueblos, y a la ardua lucha que, por cambiar al mundo, fue librada desde distintos confines del planeta. Es bueno recordar, entonces, algunos episodios y hasta céleres discursos que convirtieron la Asamblea General del organismo en un foco de atracción mundial.

El 23 de septiembre de 1960 Nikita Jrushchov, en representación del régimen soviético, aseguró: Nuestro siglo es el siglo de la lucha por la libertad, el siglo en el cual las naciones están liberándose de la dominación extranjera. Los pueblos desean una vida digna de consideración y luchan por obtenerla. La victoria se ha logrado en muchos países y territorios. Pero no debemos regocijarnos en nuestros laureles –añadió-  porque sabemos que millones de seres humanos todavía languidecen en la esclavitud colonial y sufren graves penurias”

Poco después, el 12 de octubre de ese año, ocurriría el pintoresco incidente del zapato, a través del cual Nikita llamó la atención del mundo interrumpiendo la cháchara anti comunista repetida cual papagayo por el hoy anónimo gobernante filipino de entonces.

En ese mismo periodo, el 26 de septiembre Fidel Castro conmovió al mundo con un discurso que tuvo extraordinaria resonancia. El victorioso Comandante cubano denunció la explotación de las reservas y los recursos de los países  a cargo de los monopolios; puso en evidencia la discriminación racial, la exclusión de las masas pauperizadas, y el hecho que fueran olvidadas por los programas de salud y educación; considerando el hecho como uno de los grandes males de la sociedad capitalista.

Años más tarde, en 1979 y en la misma tribuna, el líder cubano se preguntaría

¿Por qué unos pueblos han de andar descalzos, para que otros viajen en lujosos automóviles? ¿Por qué unos han de vivir 35 años, para que otros vivan 70? ¿Por qué unos han de ser míseramente pobres, para que otros sean exageradamente ricos?

Algunos años antes de ese episodio, también en  septiembre, pero de 1972, Salvador Allende saludaría a los altos diplomáticos y Jefes de Estado asistentes diciendo: “Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida”. No imaginaba que doce meses después caería abatido por las balas  asesinas del fascismo, defendiendo los derechos de su pueblo.

Y en el 2006. Hugo Chávez Frías, el líder bolivariano de Venezuela, aludiría a Satanás: “El diablo está en casa , ayer vino a aquí, ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar, huele a azufre todavía” aseguró ante  la 61 Asamblea de la ONU, refriéndose a George W. Busch, el mandatario norteamericano de la época.

Pues sí, ante ese auditorio hablará el representante del Perú. Llegará a la ONU casi como un sobreviviente, sin queja alguna. Ha debido enfrentar, en apenas 40 días, los ataques más alevosos y rufianesco de una derecha cavernaria y repulsiva, que no tiene la menor conciencia de patria.

Es de esperar que lleve no sólo un sombreo, sino también un mensaje de esperanza y de solidaridad, de dignidad y de justicia; que represente las expectativas legítimas de los peruanos, y que respalde solidariamente la lucha de los pueblos de América y el mundo. La paz entre los pueblos, el rechazo al bloqueo a Cuba, el respeto a la auto determinación,  y la defensa de la soberanía de los Estados; hablará por su voz  (fin)