Por Luis Manuel Arce Isaac
El domingo 11 de julio fue un festival mediático contra Cuba. La prensa de Estados Unidos y las redes sociales controladas por ellos presentaron los conatos de presunta protestas en San Antonio de los Baños y algunas otras localidades, como si se tratase de una explosión social.
El montaje sirvió para dar beligerancia a un grupo de personas en Miami que se atribuyen la representación de todos los cubanos en Estados Unidos y el exterior, cuando saben que no es así, y en nombre de ellos pedir ni más ni menos que una intervención militar en Cuba con el protagonismo de Estados Unidos y la OEA.
Tamaña irresponsabilidad sólo cabe en mentes copadas por la ambición y el odio, pero no dejan de ser peligrosas. Quienes desde el exterior vieron las imágenes de celulares dimensionadas por medios como el Miami Herald y otros, y no estuvieron en el teatro de los hechos, seguramente pensaron que Cuba se cae en pedazos y que a la Revolución le llegó el tan ansiado fin que en 62 años no han podido lograr, invasión mercenaria mediante y amenaza nuclear incluida.
No hicieron lo mismo con las manifestaciones de los revolucionarios iniciadas en el propio San Antonio de los Baños con el presidente Miguel Díaz-Canel a la cabeza y apoyado por miles de compatriotas. Saben que de hacerlo la tarima del circo se les cae. Pero, ojo, el conato mercenario del domingo y la conferencia de prensa montada por quienes tanto desean entregarle de nuevo Cuba a Estados Unidos, tiene pinta de ser un balón de ensayo para calibrar las reacciones a ataques más severos o intentonas de crear condiciones que conduzcan a acciones más descabelladas.
Lo que sucede no es, ni por asomo, más grave que lo ocurrido en octubre de 1962 cuando la crisis de los cohetes, ni que las amenazas de destrucción física de La Habana y otras ciudades como hicieron con Bagdad, Damasco, Trípoli o Kabul, o lo que desearían hacer con Teherán o Pyongyang, y que obligaron al país a llenar de túneles las ciudades para preservar la vida de los cubanos y ofrecer resistencia organizada a presumibles invasores.
Cuba no solamente sorteó con éxito todas las amenazas, ataques, sabotajes, atentados, sino que ha tenido la posibilidad de mantener 62 años a sus soldados y pueblo en posición de combate y sin bajar la guardia ni una sola hora.
Cada minuto de bloqueo lo ha sido también de preparación en todos los órdenes por el simple expediente de que ninguno de los presidentes que han pasado por la Casa Blanca desde enero de 1959 cuando triunfo la Revolución, ha dado razones para no hacerlo.
Los cubanos son las personas que más saben en el mundo de sobrevivencia porque es el único pueblo en el que ciento por ciento de sus habitantes ha vivido bajo los efectos de un bloqueo económico, comercial y financiero toda su existencia y posee las artes imprescindibles para burlarlo. Ha logrado la proeza de crear con habilidad de artesano lo que tecnológica y financieramente le ha sido negado.
Eso responde a lad preguntad que se hacen montones de personas en el mundo. ¿Cómo es posible que un pequeño país sin recursos naturales ni de ningún tipo haya logrado tener cinco candidatos vacunales contra la Covid-19, dos de ellos con registros de eficiencia entre los 10 primeros del mundo, y los otros tres en camino de lograrlo? ¿Cómo es posible que haya podido graduar a decenas de miles de médicos y enfermeras, y además especializarlos en las más disímiles y complicadas enfermedades como el ébola, y cooperar con decenas de países muy pobres en todos los continentes? ¿Cómo es posible que con enormes carencias materiales, problemas en el l transporte, en la generación de electricidad, sus tiendas semivacías, las farmacias desabastecidas, pasando trabajo hasta para conseguir una puntilla o cualquier herramienta, se las arregle para solucionarlo todo, mantener su espíritu festivo, agradable y bonachón, estar entre los de mayor expectativa de vida, contar con un excelente sistema de salud y un encomiable régimen educacional comparable al de cualquier país de gran desarrollo?
Bueno, pues el bloqueo tiene su papel en esos logros porque obligó a que el país se dotara de ello no solamente para sobrevivir, sino ascender a un lugar decoroso en los índices internacionales de bienestar a pesar de todo lo acumulado en 60 años de guerra económica para impedirlo. Cuba ha tenido otro mérito que nunca se debe dejar de mencionar: no solamente ha enfrentado los peores y más ambiciosos gobiernos republicanos y demócratas desde Ike Eisenhower a la fecha, sino, sobre todo, al establishment que los ha sostenido en la Casa Blanca.
También ha tenido otro privilegio: observar desde el borde delantero de la defensa cómo el poder omnímodo imperialista se ha ido erosionando, y ha aprendido que ese deterioro, el cual está marcando un cambio de época, lo hace muy peligroso y demasiado susceptible a lo que los estrategas políticos califican de inaceptable avance de las fuerzas progresistas en la región y abogan por tratar de reconvertir a América Latina y el Caribe, su antiguo patio trasero.
Es en esa perspectiva donde encaja lo que está sucediendo en Cuba desde que los agentes de inteligencia y grupos anticubanos en Miami crearan una ficción pésima, además, denominada Movimiento de San Isidro, y la escalaran con los sucesos del domingo 11 de julio en San Antonio de los Baños. Hay un ámbito más global.
Ocurre a la sombra de la farsa tolerada en Ecuador para arrebatarle el triunfo presidencial al candidato correísta, de las irregularidades para decretar el triunfo en Bolivia del presidente Luis Arce, con copia al carbón en Perú con el maestro Pedro Castillo a quien Keiko Fujimori intenta arrebatarle el poder, la demonización de Nicolás Maduro en Venezuela, repetida en Nicaragua con Daniel Ortega, los intentos para impedir otra postulación de Lula en Brasil, y la última joya de la derecha mercenaria, el asesinato del presidente Jovenel Moise con intervención de estadounidenses y colombianos.
En todos esos eventos está la cara fea y mercenaria de Luis Almagro y la desprestigiada OEA que aun existe para escarnio de la región. Todo esto indica que para Estados Unidos hay una compleja situación política y social en América Latina y lamentablemente todo hace indicar que las neuronas de Joe Biden no son suficientes para enfrentarlo de una manera decente y sin riesgos de conflictos mayores o, por el contrario, que ciertamente no está senil como le mortificaba en la campaña el repudiado Donald Trump, y en verdad cree que puede marchar contra la historia.
De todas formas, es necesario valorar un hecho importante a tener en cuenta en este análisis: hacía casi 30 años que Estados Unidos no practicaba la calistenia de la revuelta social ni provocaciones que pudieran conducir a episodios de violencia que a nadie le conviene ni nadie quiere.
El último conato de ese tipo, que se recuerde, fue en 1994 en el Malecón habanero y fue sofocado rápidamente. Ahora, al parecer, se cree que hay caldo de cultivo suficiente para detonar una situación social de descontento que lleve a una derrota de la Revolución y su gobierno, y un retorno al neocolonialismo.
El principal factor para pensar así es la confluencia de una crisis económica universal que data desde antes de la pandemia de Covid-19 y esta la agudiza, y que alcanza a Cuba al igual que a otros países, y una profundización del bloqueo con 243 nuevas medidas que aplica Trump y sostiene contra viento y marea Biden.
Desde el punto de vista de la conciencia humana, Joe Biden es un verdugo de Cuba mucho peor que su antecesor porque este nunca negó el odio visceral hacia los cubanos y actuó en consecuencia.
El demócrata, por el contrario, pasó la campaña electoral haciendo alardes de que regresaría al capítulo inconcluso de Barak Obamas y creó la idea de que desmontaría el grosero e ilegal andamiaje de castigo armado por Trump.
En algún momento se sabrá si los cantos de sirena de los Marcos Rubio y Robert Menéndez le taponaron las entendederas, o si estos -quienes tan duramente le enfrentaron los cañones en sus defensas de Trump- le encontraron sus verdaderos sentimientos hacia la Isla, alejados de aquellos que proclamó en la campaña para ganar adeptos entre los estadounidenses que creían honestamente que en su presidencia se cerraría el vergonzoso episodio del bloqueo.
Mientras tanto, Cuba no abandona su idea y su interés de tender puentes de paz entre las dos naciones y los dos pueblos. Pero nadie debe confundirse. Eso no significa, para nada, que los cubanos bajen la guardia.
Pueden destruir La Habana con sus bombardeos, lo cual sería un terrible e imperdonable crimen de lesa cultura, pero tomarla, nunca.
lma
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