SÁBADO MOVIDO

Por ALFONSO TORRES VALDIVIA

Al término de la polémica en Chota, donde la supuesta agudeza mental e insulto, pasó a convertirse en argumento central, Keiko retó a Castillo, nuevamente. Siguió la estrategia de sus asesores, unos tipos que en lugar de desodorante usan crema chantilly. Lo conminó a una segunda polémica y Castillo, con la sorna del cajamarquino, soltó: frente al penal de Santa Mónica en Chorrillos. Satisfecha, y con aire triunfal bajó del estrado. Había logrado su objetivo. Por la boca muere el pez.

En Lima, la prensa mermelera, esa que vive despotricando de Venezuela y callando la muerte de 80 jóvenes en Colombia, solo por negarse a pagar un impuesto abusivo, anunció, que Keiko, debatiría 4 veces con Castillo. Los días pasaron como un soplo y se descubrió que las cuatro encuestadoras más importantes del país, se reunían entre gallos y medianoche en la casa de un magnate, que parecía un turco con chaleco floreado y una perla del tamaño de un ojo en la corbata. Nadie dijo ni pío. Ese aquelarre pasó desapercibido. Y los titulares cada vez más grandes, para desviar el foco de atención, decían: No te corras Castillo, bájate del caballo.

El sábado 15 llegó y se montó un circo frente a Santa Mónica. Engalanado de rojo y blanco, el estrado como si presagiara la ausencia de Castillo, lucía tétrico, misma casa de Drácula. La masa lumpenizada, esa que vende su alma al diablo por una salchirrata, apenas subió al estrado su tótem gritó hasta arruinar sus cuerdas vocales: Keiko, Keiko, Keiko… La candidata, que pasó la noche rumiando sus insultos a su oponente, levantó sus brazos como Joan Baez en Woodstock. Las animadoras del vaso de leche, vestidas de naranja, al ver a su hada madrina, un poco subida de peso, deliraban: Keiko, Keiko, Keiko…Pero ya no había el entusiasmo de décadas atrás.      

En Gamarra, a la misma hora, Castillo con su sombrero de mejicano bajaba de una 4×4 de lunas polarizadas. La masa empezó a gritar: No más pobres en un país rico. Y Castillo agitó su lápiz que parecía una lanza aquea. La bulla creció y unos Pirañas con polo de la selección, arrojaron huevos y piedras. La fuerza de choque del candidato de los pobres repelió el ataque y los Pirañas se hicieron humo. Segundos después, reaparecieron en el Parque Cánepa. Ahí, los esperaba un tío vestido como el ingeniero bailarín. Dio 20 soles a cada Piraña y se perdió entre la multitud.    

Castillo inició su marcha por Gamarra. Gritos, matracas, la gente salió de las galerías. Sus ojos pestañearon dos veces, frente a ellos pasaba el candidato. Un hombre bajito, de camisa blanca con ribetes rojos, sombrero de mejicano,  era igual que ellos. Empujados por la multitud que coreaba su nombre, se unieron a él. En los edificios, mujeres de cabellos oxigenados agitaban sus brazos y arrojaban papel picado. El candidato en señal de aprobación, agitó su lápiz enorme,  se sacó el sombrero y arrojó besos volados. Se detuvo para oler a la multitud y una improvisada banda tocó un huayno. Una mujer que se unió a la marcha lo invitó a bailar. Apenas Castillo, dio un zapateo sobre el asfalto, la multitud deliró. Empezó la fiesta.

En Chorrillos, Keiko, esperaba a su rival. Miraba su celular y seguía el recorrido de Castillo por la red. A las 3.30 se paró. Le alcanzaron un micrófono y soltó estas palabras: He sido humillada, las mujeres peruanas hemos sido humilladas por un machista. Estoy frente al penal donde por orden judicial pasé largos meses. La gente de los comedores populares, esos que hacen malabares culinarios con la papa Yungay y el olluco, gritaba Keiko, Keiko, Keiko, y la candidata se abstuvo de decir que ella no comía los alimentos del penal sino del chifa Yut Kung o de la Tranquera. Su rollo lacrimógeno continuaba y dijo que era una mujer valiente, luchadora y que no iban a poder con ella, cuando de pronto como extraído de la galera de Mandrake, apareció Kenyi. Rugieron las animadoras del vaso de leche, algunos Pirañas tocaron su bombo y el grito de Kenyi, Kenyi, Kenyi, azotó las olas de  la playa de pescadores. Se dieron un abrazo los hermanos y olvidaron viejas ofensas. Se produjo un silencio y Kenyi, dijo que recién le habían dado de alta y que estaba en Chorrillos solo para decir que su hermana no estaba sola. Un nuevo abrazo, lágrimas y parecía que la masa se ganaba con  una obra de teatro Kabuki. Una mujer que vendía agua cielo se frotó los ojos, y pronto, como si hubieran soltado una bomba lacrimógena  la multitud que es cero en historia, retórica, memoria y buenos modales, tenía los ojos rojos. Hacía puño y lanzaban su grito de guerra: Keiko, Keiko, Keiko… Un cholo les había arruinado la fiesta.

En el parque Cánepa, Castillo hizo un alto. Una multitud coreaba su nombre y lo seguía. CASTILLO, AMIGO, EL PUEBLO ESTÁ CONTIGO. Los gritos azotaban las vidrieras de tiendas de ropa para mujeres. El candidato midió el paisaje. No había condiciones para soltar su rollo y presentar a su equipo técnico, y empujado por la masa siguió su camino. No era la gran marcha, pero había algo de épica. La gente se pasó la voz, en la plaza Manco Cápac sería el punto de reunión. Por ironía del destino, esa estatua del primer Inca fue donado por la colonia japonesa en la tercera década del siglo XX. En el parque otra multitud lo esperaba y el encuentro fue apoteósico. Se levantaron banderas, toque de bombos y la multitud deliraba: NO A LA CORRUPCIÓN, CASTILLO ES LA SOLUCIÓN. Aplausos miles de aplausos. Castillo seguía agitando su lápiz como si señalara el camino hacia el parque.

En un improvisado altillo lo esperaba parte de su equipo técnico. Se abrazó con la vicepresidenta y dos miembros de su equipo técnico. Luego soltó un rollo. San Marcos y la UNI serían descentralizados. Tendrían locales en Arequipa, Puno, Cuzco, Tacna, las principales capitales del Perú para que estudie la juventud peruana. Nada de exámenes de admisión. Esa es la madre de toda la frustración de los jóvenes peruanos. Gritos, aplausos, bombardas. En su mansión de mil metros, la reacción que seguía la marcha de Castillo, y el día anterior, rozó el cielo cuando el congreso aprobó en tiempo record una ley donde se prohibía la creación de nuevas universidades por tres años, empalideció. Sacó números y fue en busca de un pisco quebranta. El pueblo peruano tendría ingreso libre a la universidad sin dar examen de admisión. Que tragedia.

Castillo terminó su discurso improvisado y se despidió. Subió nuevamente a la 4X4  de lunas polarizadas y la gente corrió la voz. En el cerro San Cosme sería el otro punto de concentración. La masa sin perder su ilusión se internó por la avenida Abancay. No pedían limosna sino justicia, una oportunidad para ellos y sus hijos. Había brillo en esas miradas y un solo grito los hermanaba: Castillo, Castillo, Castillo.