BRASIL. ESCINDIR A LA DERECJA PARA DERRIBAR A BOLSONARO

o

Paulo Cannabrava Filho 

Fernando Henrique Cardoso, el pusilánime, sirve bien como una muestra de lo que piensa un amplio sector de la derecha. Es ilustrado, pasó por universidad, escribe en los periódicos, hace política partidaria, asciende a los varios niveles e instancias del poder y finge ser de centro. Están muy preocupados con el rumbo que ha tomado el gobierno de ocupación. No es para menos. Más de tres mil muertos por día no es un mero cuento.

Con las evidencias que se tiene hoy, no se puede negar la farsa electoral de 2018. En el día de hoy, algunos diarios informan que 88 oficiales del más alto rango agitaron las redes sociales durante el proceso electoral a favor del candidato de los militares. Eso corrobora lo que venimos afirmando desde entonces: fue una Operación de Inteligencia para la captura del poder que involucró el alto mando de las tres fuerzas. Eso quedó claro cuando la Suprema Corte comprobó haber sido una farsa judicial también la condenación y prisión del expresidente Lula, impidiéndolo de participar del pleito. Una conspiración que contó con participación de una potencia extranjera.

No hay como decir que no sabían. Fue todo muy bien orquestado, envolviendo los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, empresarios y asociaciones del agronegocio, milicias cibernéticas, abuso del poder económico como nunca se ha visto, participación de la Cambridge Analytica para manipular la opinión pública y, mucho dinero, incluso dólares.

Quien parió Mateo que lo embale, decía mi sabia abuela. Así es. Esa es la triste realidad, solo la derecha es capaz de derrumbar ese gobierno, pues es quien tiene dinero y poder para quebrar la unidad del llamado centrão, el bajo clero de la Cámara Federal. Ojalá, logren también convencer a los militares que regresen a sus cuarteles.

Esa es la parte más difícil. Por no haber resuelto, históricamente, la Cuestión Militar -el conflicto entre el poder civil y el poder militar- la élite es responsable por los militares haberse transformado en una casta privilegiada que cree que solamente ellos tienen competencia para ejercer el poder, puesto que las élites civiles, los oligarcas, son incompetentes y corruptos.

Esa casta se preparó por décadas para capturar el poder y no está dispuesta a dejarlo. Son más de nueve mil militares de alto rango ocupando los principales puestos en los diferentes órganos de la administración pública. Ganan el sueldo como militares y salarios con las prebendas del puesto que ocupan en lugar de un civil. Nueve mil militares ganando el doble y la seguridad sanitaria del país en el abandono.

Cardoso advierte sobre el desánimo que aparentemente domina las filas de su partido, y demás agremiaciones de la derecha, y pregona que es necesario despertar e ir a la lucha y corregir la mala opción. Admite que escogieron mal, que es propio de la democracia argumenta, para pedir que es hora de los que pueden ser candidatos digan lo que proponen. Agrega que, pese a todo, lo mejor es aguardar la elección de 2022 para no tumultuar el proceso. Todavía no se ha dado cuenta de que los militares ocuparon el poder para quedarse.

Dulce ilusión. Es necesario quebrar la columna vertebral de ese gobierno antes de las elecciones. El actual gobierno presidiendo el proceso electoral es un peligro, no sólo por el manejo de la máquina gubernamental, pero principalmente por la utilización de las fuerzas armadas, tal como lo hicieron en 2018. Hoy son nueve mil militares dentro del gobierno a trabajar para mantener la sinecura. Y contarán también con el empeño de parte de los oficiales que aún están en los cuarteles.  

Eso junto a los empresarios del agronegocio y del comercio que, con sus asociaciones, están apoyando descaradamente al gobierno, incluso haciendo campaña contra las medidas de aislamiento y el cierre de actividades para combatir la pandemia de la Covid. Son una gran fuerza electoral, como lo han comprobado en 2018.

El gobierno tiene que ser derrumbado cuanto antes. Y puede ser por la incompetencia en el combate a la pandemia. Hay una Comisión Parlamentaria de Investigación en el Senado, que ha sido convocada para averiguar la responsabilidad del gobierno en lo que se califica como genocidio.  Más de 400 mil muertos que serán 500 mil en junio. ¿Cuántos serán si el gobierno queda los 17 meses que faltan para las elecciones?

Si ese gobierno permanece hasta el final del mandato no quedará piedra sobre piedra, no restará cualquier bien público. El país estará irremediablemente quebrado y tardará un siglo recuperarlo.

Es que ese gobierno, gobierna. Hace eso todos los días. Lo hace para el mal, pero lo hace. A cada titular que la prensa dedica a las diatribas e imprecaciones del presidente, el Diario Oficial de la Unión publica tres, cuatro decretos, medidas, actos que causan daño al país. Es como una avalancha incontenible llevando las florestas, los minerales, privatizándolo todo: aeropuertos, puertos, parques ecológicos, agua potable, alcantarillados, electricidad, gas, la enseñanza y la salud pública…

Según la revista Carta Capital, solamente en el gabinete de Salles, ministro del Medio Ambiente (MMA), en apenas doce meses han sido cometidos 72 plumazos. En conjunto fueron 76 reformas institucionales:

  • 36 medidas de desestatización
  • 36 revisiones de reglas
  • 34 medidas de flexibilización
  • 22 medidas de desregulación
  • 20 revocaciones

La deforestación aumentó 215%, alcanzando 810 Km2; fue aprobada la exportación de madera nativa; están propiciando la compra y venta de tierras indígenas, estimulando la minería ilegal, y por ahí va. Con el presupuesto menor de la historia, el MMA que tenía 2.500 trabajadores ahora cuenta con sólo 1.500.

Quien aparece como villano es Salles, el demonio de turno… pero, son militares los que están por detrás de él. Son 33 militares en la Fundación Nacional del indio (Funai), 25 en el Instituto Brasileiro del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama); 23 en el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBIO); 5 en el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra); 6 en la Secretaria Especial de Salud Indígena (Sesai), todos ligados al MMA donde están otros 13 militares.

En abril de 2020 fue creado el Consejo de la Amazonia, con el general Hamilton Mourão, vicepresidente da la República, a la cabeza con más 19 militares, 4 Policías Federales, sin cualquier experiencia administrativa y tampoco conocimiento técnico especializado que se requiere para la función; inexpertos pero obedientes. Sinecura pura. Los expertos, aquellos que saben, trabajan bajo terror, acosados permanentemente.

Un grupo de profesores y abogados identificó tres mil normas dictadas por el gobierno, a partir de febrero de 2020, y concluyó que el presidente cometió crímenes contra la humanidad y la salud pública. Vale recordar que el senador Renan Calheiros, en discurso en la toma de posesión como relator de la Comisión de Investigación del genocidio, la CPI de la Covid, recordó que los crímenes contra la humanidad son imprescriptibles. Bueno, así siempre habrá tiempo para condenar a los torturadores y asesinos, aunque sea post morten, pues es una cuestión de seguridad jurídica y de dignidad humana.

El escenario nuevamente se presenta como de tempestad perfecta, oportuna para actuar contra ese gobierno.

Si no se aprovecha el momento, el gobierno tiende a fortalecerse; el capitán Bolsonaro ya está en campaña y montando el escenario para disputar y ganar la elección de 2022. Ganar como sea, aunque con fraude o no aceptando la derrota, como lo intentó su émulo Donald Trump.

Para eso está buscando un partido político para afiliarse. Un partido que sea solo para él. Quizás sea el PRTB, ahora huérfano con la muerte en abril de Levy Fidelix, que lo presidia. Es un partido ahora en manos de sus herederos, viuda e hijos, con quienes el capitán está negociando. Es un buen negocio.

Para la elección de 2018, Bolsonaro ingresó en un partido enano, el PSL, que se volvió grande en la onda creada y hoy detiene la tercera mayor cantidad de curules en la Cámara Federal y no está dispuesto a lustrar los botines del capitán. Ganó vida propia.

Para cualquier partido que hipoteque su sigla al proyecto electoral del gobierno el escenario es otro, bien distinto de aquél de 2018, no da para repetir la hazaña del PSL. Los diputados que fueron electos pretenden intentar la reelección. Hace parte del juego.

El PT, con Lula libre, también tendrá oportunidad de ampliar su bancada, o por lo menos mantener el número actual. Con certeza tendrá un mejor desempeño que en el 2018, ocasión que con el “anti-petismo” al máximo, tuvo reducido el número de diputados.

Pero, eso podría ocurrir en condiciones electorales normales. Ocurre que estamos en guerra y otros factores deben ser tomados en cuenta.

Por ejemplo.

Es voz corriente que los Estados Unidos no quieren a Lula. Querían Sérgio Moro, el dócil juez que arbitró el juego a favor del Departamento de Justicia de los EUA, en asociación con la Agencia Nacional de Seguridad y el FBI. Moro ya no tiene chance. Desenmascarado por la Corte Suprema ha sido condenado por el mundo como autor del mayor escándalo judicial de la historia.

Por una cuestión de imagen, que el presidente Biden está a construir, tampoco la reelección de Bolsonaro le conviene. Está dispuesto, por lo tanto, a apostar todo en un tercius.

Esa la cuestión. Están todos en busca de un tercius.

Cardoso admite que está difícil. Su partido, el PSDB, no tiene cuadros con densidad electoral ni dimensión política para enfrentar una situación como esa. El senador Jereissati, su familia tiene fortuna para bancar con todo dinero del mundo su campaña, pero dudo que lo haga. Es un riesgo muy grande para nada. Los demás propuestos como candidatos, los gobernadores de São Paulo e de Rio Grande do Sul, no llegan a 10% de la intención de voto. Doria, de São Paulo ya anunció que será candidato a reelección.

Ciro Gomes, afiliado a un PDT que no tiene nada que ver con aquel partido que fundó Leonel Brizola para llevar las banderas de un laborismo como vía al socialismo. Está con un discurso desarrollista, nacionalista y en campaña hace casi un año y no decola. Parece que no confían en él; en lugar de construir puentes las está destruyendo.

Ante todo, es la hora y la vez de Lula. Ya lo he dicho varias veces. Lula debe ir a los Estados Unidos, buscar al expresidente Obama -él elogiaba a Lula, ¿recuerdan? -. Desembarcar en Nueva York, buscar Obama, ir al New York Times, ir a Washington y utilizar su prestigio internacional para exorcizar su imagen demonizada.

Eso es. Asumir actitud de estadista, ir allá con las soluciones para combatir la pandemia y para controlar el medio ambiente, enseñar su vitalidad y garra. Sin duda logrará el apoyo de buena parte de la opinión pública. Si con eso lograr por lo menos neutralizar a los Estados Unidos con relación a la elección de 2022 será una gran victoria, un paso firme rumbo a la victoria electoral.

Buena parte de la clase media anti-Lula está empobrecida, desempleada y desesperada frente tanta incertidumbre. Necesita aliento, quiere esperanza. Eso ya se refleja en las cartas que los lectores envían a los periódicos, que poco a poco están se perfilando en la oposición.

Todo eso es posible desde que la elección sea presidida por un gobierno que no sea el actual, un gobierno de transición, con los militares de vuelta a sus cuarteles, sin interferir en el proceso electoral.

Según encuesta realizada por el Poder Data y publicada el martes 4 de mayo, 45% de los entrevistados evaluaron como mala y pésima la presencia de los militares en el gobierno y en la política. Es la primera vez que eso ocurre. Faltaba la percepción de que los militares son los que ocuparon el gobierno. Esa percepción está aumentando.

Por otro lado, no hay como la CPI de la Covid ignorar ser el gobierno el responsable por las 400 mil muertes que en julio serán 500 mil. Un gobierno genocida producto de una farsa electoral no puede seguir matando. Es hora de derrumbarlo, no al que preside, sino el gobierno como un todo, devolviendo a los cuarteles los nueve mil militares y que una Junta Provisoria presida las elecciones.