BRASIL. ¿TERMINÓ EL CALVARIO JUDICIAL DE LULA?

¿Terminó el calvario judicial de Lula?

Paulo Cannabrava Filho*

El resurgimiento de Lula como protagonista en el escenario político, después de largos cinco años, tuvo repercusión mundo afuera. No podía dejar de ser. En el mundo se reconoce Lula como víctima del mayor escándalo judicial del siglo. Escándalo, muy diferente de otros casos en que hubo error judicial, aquí se trató de la utilización de la justicia para fines políticos y de enriquecimiento personal.

Pero son muchas las incógnitas que aún anublan el affaire Lula así como son muchas interpretaciones apresuradas e inconsistentes sobre los últimos acontecimientos jurídicos que envuelven al ex presidente.

Vamos por partes.

El primer hecho fue la decisión aislada del ministro Edson Fachin, el lunes 8 de marzo, de considerar nula las sentencias contra el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva proferidas por la corte de Curitiba, presidida por el juez Sérgio Moro, por no ser esta la instancia debida. En suma, el ministro acogió precisamente lo que solicitaban los abogados de Lula.

Lula no podía ser juzgado en Curitiba porque los crímenes de que le acusaban fueron cometidos en São Paulo y sin ninguna relación con los hechos acaecidos en la Petrobras, objeto exclusivo de la Operación Lava Jato, llevada a cabo por el juez Sérgio Moro, en Curitiba.

Por decisión del ministro el proceso contra Lula ha sido encaminado para una corte de Brasilia, la capital federal, corte esa que recibe todo lo que fue arrollado contra Lula anteriormente. Quiere decir que Lula sigue rehén de la Justicia, que podrá, caso acepte la denuncia, condenarlo o inocentarlo, en primera instancia y aún cabe recurso. Podrá ser preso solamente después de condenado en segunda instancia, un proceso de por lo menos dos años.

La fiscalía general recorrió de la sentencia y el recurso fue negado. El mismo Fachin encaminó para que su decisión sea ratificada por la plenaria de la Corte. Como se trata de una cuestión técnica, no hay como volver atrás en esa decisión.

Llevó tres años para ser juzgado ese Habeas Corpus. Lula quedó 580 días preso ilegalmente, luchando por probar su inocencia. No había pruebas contra él, pero había convicción de los jueces y fiscales de que él era un criminoso a ser mantenido en la cárcel.

Lula y sus abogados confían que ahora tendrán un juício justo.

De toda manera, Lula liberto pudo hacer un pronunciamiento público poniéndose como protagonista en oposición al gobierno. Habló como un estadista llenando de esperanzas amplios sectores, tanto del campo institucional como del popular, que estaban huérfanos y sujetos a la masacre cotidiana propiciada por el gobierno militar de ocupación.

Lo cierto es que el resurgimiento de Lula como sujeto político alteró completamente el escenario pre-elecciones de 2022. Tanto la derecha como la izquierda tienen que evaluar sus planes y candidaturas.

El segundo hecho, transcurrió en el 2º Grupo de la Suprema Corte del país el día siguiente a la decisión del ministro Edson Fachin. Allí se empezó a juzgar pedido de suspensión del juez Sérgio Moro, por improbidad administrativa, por lo tanto, inepto para juzgar Lula, lo que implicaría en invalidar toda la Operación Lava Jato.

Eso si es muy grave, pues lo que se cuestiona es todo el aparato judicial y político del Estado, incluyendo la elección presidencial de octubre de 2018. Elecciones que denunciamos tratarse de una farsa como lo demostraremos más adelante.

El ministro Gilmar Mendes, relator del caso, demostró que desde 2013 los fiscales y los operadores de la Operación Lava Jato actuaron como en un Estado totalitario y muchas veces atropellando la legislación.

El caso, por ejemplo, de plantar escuchas en la oficina de los abogados de defensa de Lula, o en la misma presidencia de la República, con el objetivo de obtener pruebas contra el reo. Eso de escuchar a los abogados jamás se ha visto, anula el derecho de defensa, dijo el ministro. Otro ejemplo, la prisión coercitiva de Lula, cuando bastaba una simple intimación para él comparecer al juzgado a dar testimonio.

Todo eso hecho para mantener Lula fuera del pleito presidencial de 2018. Y fue hecho con la complacencia de la suprema corte, admitió el relator.

A esos y otros hechos se han sumado siete tera bits de intercambio de mensajes por celular entre los operadores de Lava Jato y el juez Sérgio Moro. Dada a público parte de esas grabaciones transformó la Operación Lava Jato en el mayor escándalo judicial del siglo. Quedó clara no solo la parcialidad del juez como también su actuación como conductor del grupo operacional; actuación como parte de un proyecto de conquista de poder político y enriquecimiento personal.

Ese juício fue interrumpido por un pedido de vista al proceso, cuando estaba dos votos a favor y dos contra. Son cinco los ministros. El desempate quedó para el ministro Nunes Marques, quien pidió más tiempo para analizar los autos, puesto que fue indicado recientemente por Jair Bolsonaro, el capitán que ocupa la presidencia en el gobierno militar de ocupación. Es, por lo tanto, una incógnita. Además, un pedido de vista puede tardar no se sabe cuánto tiempo. El pedido de vista anterior, hecho por Gilmar Mendes, tardó un año.

Si la corte acepta que Moro actuó con parcialidad e interese personal, se anula todo el proceso que fue transferido de la corte de Curitiba para la Corte de Brasilia. Entonces, sí, Lula estaría inocentado.

Ante todo eso, es válido dudar si es cierto que ha terminado el calvario judicial de Lula.

Conociendo el histórico de la corte yo diría que no.

La cuestión es muy compleja. Comienza por tener que aceptar que Sérgio Moro es un bandido, después de haber sido consagrado como héroe nacional incluso por jueces que integran el STF. El héroe que acabó con la corrupción. Esa la imagen que los medios de comunicación trabajaron por forjar con perfección.

Ocurre que Lula no fue retirado del pleito de 2018 por la voluntad de un mero juez de una corte provinciana. Lo que hubo fue una gran concertación envolviendo los poderes judicial y legislativo y las fuerzas armadas.

El general Villas Boas, acaba de confesar en libro autobiográfico, que, en 2018, cuando comandante del Ejército, reunión el estado mayor y suscribieron un comunicado al Supremo Tribunal Federal afirmando que no admitirían la victoria de Lula sobre el candidato de las fuerzas armadas. La realidad es que el entonces presidente del STF, Días Toffoli, garantizó al general Villas Boas que Lula seguiría preso, que el tribunal no tocaría en la Ley de Anistia.  Fue un pacto que resultó en la contratación de un general para actuar como asesor del presidente de la corte.

Sabían que con la participación de Lula no habría chance de victoria de Bolsonaro con su minúsculo partido.

Ahora la polarización entre Lula y Bolsonaro, es decir, los militares, se repite. Lula admitió que es candidato y Bolsonaro está en campaña desde el primer día en que pisó en el Palacio do Planalto. Yo me pregunto: ¿Deshicieron el pacto?

Se expusieron, los poderes legislativo y judicial, enfrentando la ley y la opinión pública para evitar la polarización entre Lula y Bolsonaro. ¿Ya no vale más el pactado? ¿Qué cartas tendrán escondidas?

Otro grande problema son los militares.

Los generales retirados están alborozados. Las asociaciones de oficiales retirados, que en 2018 anunciaban que si ganase Lula habría golpe o guerra civil, ahora manifiestan su inconformidad. Lugar de ladrón es en la cárcel … fue un puñetazo en la cara de la nación tirar la Operación Lava Jato a la basura. Ese es el pensamiento básico de la categoría. Para ellos Lula es una criatura deplorable.

Los militares conquistaron el poder a través de una operación de inteligencia ejecutada por más de una década. Una operación de inteligencia que contó con ayuda de los servicios de inteligencia estadunidenses y de la Cambridge Analytica, que además de recursos y tecnología trasladó Steve Bannon para asesorar la campaña electoral de los militares.

Participaron grandes grupos empresariales y empresarios movilizaron recursos para manipular la opinión pública a través de las redes sociales, de un lado, y de otro, amenazando sus empleados de que no habría más empleo con la victoria de Lula. Por dónde se mire hubo abuso del poder económico, participación de extranjeros en esa verdadera farsa electoral.

Asumieron el poder ‘legitimados’ por el voto. Al día siguiente eran 500 los militares a integrar el gobierno; hoy son cerca de ocho mil. El poder real lo ejerce una junta militar con generales en servicio y retirados y el alto mando participa de las decisiones. Tomaron el poder por 40 años, el tiempo que según ellos es necesario para arreglar al país.

La cuestión militar está sin ser estudiada en las universidades y lejos de ser entendida por los liderazgos políticos. Hubo un distanciamiento difícil de ser trabajado. Animosidad de ambas partes dificultan el entendimiento. Ese es el gran busilis de la cuestión. Poner las fuerzas armadas a que cumplan su papel constitucional de guardianes de la soberanía.

Los militares abdicaron de la soberanía en todos los frentes. En el frente de la defensa al someterse al comando sur de Estados Unidos; en el frente económico al imponer a la nación la dictadura del capital financiero y del pensamiento único. Abdicaron de la dignidad también al protagonizar, ahora, una necro política en lugar de enfrentar la pandemia de Covid-19. Estamos llegando a 300 mil muertos, tres mil muertos al día, un récord que colocó el país en el epicentro mundial del virus.

Lula candidato.

Robaron la elección de Lula. De eso no hay duda. Por eso defendemos que Lula tiene todo el derecho de ser candidato, disputar en igualdad de condiciones las elecciones de 2022.

Liberado Lula habló a la nación como un estadista. Mostró que está preparado. Era lo que faltaba en el escenario político. Protagonismo. Salir de la defensiva y asumir la vanguardia, proactiva, asertiva. Un recado claro las izquierdas. Hay que asumir el papel protagónico de organizar y educar a las masas, Llevar la verdad al pueblo, francamente, colocar las cosas en su debido lugar.

Lula sabe que un frente de izquierda difícilmente conduce a la derrota del gobierno militar de ocupación. La figura de Bolsonaro es electoralmente fuerte, y hay la máquina gubernamental que siempre cuenta, además de las amenazas de los militares. Para enfrentar eso es necesario un frente amplio, muy amplio.

Un frente de izquierda, claro, desde ya hay que ser organizada y estar dentro del frente amplio dando contenido ideológico al combate político. La prioridad es vencer este gobierno y restaurar la democracia y la soberanía nacional.

*Periodista radicado en Brasil editor de la revista virtual Diálogos del Sur