Wayka Perú
CARLOS MEJÍA
La salida de la Cámara Peruana de la Construcción (CAPECO) de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP) —un hecho que se veía venir desde hace tiempo— es parte de un largo proceso de fractura gremial en el sector empresarial. Existen varios elementos en este proceso: uno primero es el creciente predominio de capitales extranjeros sobre los empresarios locales. La globalización de la economía peruana ha supuesto el ingreso de corporaciones extranjeras que han desplazado a los empresarios nacionales en las tres últimas décadas.
Un segundo elemento es que realmente el «modelo neoliberal» no deja mucho aire para los industriales nacionales. Como hemos visto con la pandemia, el crecimiento económico ha sido precario. Sin un sólido mercado interno, las industrias locales lo tienen muy complicado. Finalmente, un elemento a considerar es el control absoluto que tienen las corporaciones mineras en la CONFIEP.
Aquí debemos entender que las empresas mineras trasnacionales tienen una agenda muy concreta y requerimientos bastante claros. Un Estado nacional que intervenga poco o nada; gobiernos regionales y locales que sean sumisos y libertad para llevarse sus ganancias lo más rápido posible. Pero estos puntos no pueden ser la “agenda de los empresarios peruanos”.
El resultado es que el principal gremio empresarial del país se hace agua por todas partes. No tiene capacidad para articular un discurso integral, o para proponer alternativas nacionales o incluso para asumir una defensa de las instituciones democráticas (recuerden que la CONFIEP prácticamente apoyó el golpe de Merino).
La CONFIEP existe desde 1984 y fue el resultado de una amplia confluencia de sectores empresariales interesados precisamente en una agenda de todos los empresarios. Algunos gremios tenían distintos legados de incidencia política y articulación con los poderes públicos. Obviamente existían disputas internas, entre industriales y exportadores por ejemplo. Pero incluso entonces podríamos entender que se trataba de discusiones desde diferentes maneras de ubicarse “en el país”.
Pero ahora no. La otrora “poderosa CONFIEP” ha devenido a defender posiciones realmente lamentables como cuando propone como demanda nacional que «las empresas privadas puedan comprar vacunas para sus trabajadores» cuando sabemos que se trata del reclamo de un puñado de grandes mineras que quieren reducir sus costos en protocolos de seguridad. De esta manera, la CONFIEP deviene en una institución deslegitimada y con poca representatividad.
De todas maneras, debe preocuparnos que la élite empresarial no pueda disponer de un gremio sólido, moderno y representativo con el cual la sociedad pueda discutir los temas nacionales.
Tal vez, lo de la CONFIEP sea como las varias listas de «derechas» (donde López Aliaga, Keiko Fujimori, Hernando de Soto, entre otros, se pelean el mismo discurso, el mismo imaginario, el mismo legado y el mismo piloto automático, fracturando así su voto). Digo, que todo esto tal vez sea parte de la crisis social y política de la élite empresarial, blanca, conservadora de Lima, que ha mangoneado el país en las tres últimas décadas. Toda crisis es problema y posibilidad. Veremos cómo termina. Lo que sí queda claro es que la CONFIEP ya no representa a los empresarios; y ése es otro motivo para discutir su presencia en diversas instancias que van desde el Acuerdo Nacional hasta el Consejo Nacional de Trabajo.