HOMENAJE A SANDINO

Por FANNY PALACIOS IZQUIERDO

Lunes 22 de febrero del 2021

Describe muy bien el escultor y artista nicaragüense Arnoldo Guillén cuando, aludiendo a la inspiración continental que genera Sandino, nos dice: “Trazos, poemas y el más alto canto, es la vena ardiente y pujante del arte latinoamericanista inspirada en el General Augusto C. Sandino. Memorias y nostalgias que lo enarbolan como figura trascendental de la libertad y la nicaragüanidad, donde poetas, escultores, músicos y pintores le han rendido los mejores tributos en su agitada vida revolucionaria.

Y es así, en efecto. Virtualmente en todos los países de nuestro continente los hombres y las mujeres del arte se han esmerado en llevar el perfil de Sandino al lienzo, al mármol, o a la piedra; procurado recoger variadas imágenes y expresiones diversas.

Pero todas ellas estuvieron guiadas siempre por la fibra de un valeroso guerrillero que se levantó en armas en las primeras décadas del siglo pasado, empeñado en liberar a su patria del dominio extranjero

Seguramente los artistas de nuestro continente tuvieron consciencia que plasmar al óleo o esculpir el perfil de Sandino, era reproducir el rostro de un continente .dispuesto a los mayores sacrificios en la búsqueda de un crisol de dignidad. 

Y es que el “General de hombres libres” como se le llamara, debió soportar el efecto de los primeros bombardeos aéreos que se conoció en suelo americano, y padeció al mismo tiempo los efectos de la denominada “guerra moderna” como   resultado de la que era posible matar a distancia, bombardear poblaciones, destruir aldeas. En suma, sembrar la muerte

En ese marco, el artista que buscara recoger la expresión de Sandino, era consciente que enfrentaba a un espíritu superior, premunido de una vigorosa fuerza vital y de una voluntad inquebrantable.    

Al plasmar en óleo al hombre que soportó los embates de la Infantería de Marina de los Estados Unidos, y padeció, además, en carne propia el odio yanqui; observamos al pensador y al guerrero: pura poesía visual, captada magistralmente por el retratista que nos revela a un espíritu superior en toda su fuerza vital.

No era fácil en América, recoger el rostro de Sandino. En Nicaragua, lo recuerda el pintor figurativo Roger Pérez de la Rocha, en los años de la dictadura somocista podía costarte la vida el que te encontraran un retrato, una fotografía, o una pintura de Sandino.

Algo parecido vivieron los peruanos en los años 30 y después, cuando era una huella de Mariátegui, lo que aparecía en una modesta vivienda.

En el fondo, se trataba de miedo que una clase dominante acumulaba mientras servía dócilmente la voracidad del extranjero, en lugar de preservar y defender el derecho de los suyos.

Sólo la mística, podría explicar la decisión de quienes, haciendo frente a todos los peligros, asumían el riesgo de legar a la posteridad el rostro y el gesto de quienes daban lecciones de probidad y de heroísmo en suelo americano.

El muralista Arnold Belkin tuvo, en su momento, la idea de acoger a Emiliano Zapata y Augusto Sandino, en un hermoso mural que aún se conserva, y que refleja la lucha de dos pueblos hermanos, el mexicano y el nicaragüense, que combatían casi al mismo tiempo por lazos comunes que brotaban de la tierra, y que asomaban ante el mundo con una fibra de esperanza y de victoria.

Los pintores peruanos Bruno Portuguez, Ever Arrascue, Oshka Tarazona y Carlos Alberto Ostoloza asumieron también la tarea de registrar para la historia, la mirada penetrando de Sandino.

En la obra de estos artistas se puede apreciar la firmeza y la constancia de quien fuera, sin duda, un hombre verdadero, y a quien hoy rendimos homenaje al evocarse el 87 aniversario de su asesinato.

Es gracias a la vida y a la lucha de hombres como Sandino, que comprendemos mejor el mensaje de Mariátegui. El Amauta nos dijo, en efecto, y con toda razón: “El arte y la cultura se nutren de la vida y la vida se nutre del arte”

Es tiempo, entonces que hagamos del arte y de la vida un medio de lucha cotidiano para cambiar nuestra oscura realidad, y abrir paso al mundo nuevo con el que soñaran precisamente Sandino y Mariátegui, dos hombres de nuestro tiempo. (FIN)

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