EN MEMORIA DE HÉCTOR SALAZAR ZAPATERO

En la foto. Marcha por Cuba. 2012. Hector Salazar al frente

“Nunca dejé de luchar”

Homenaje a Héctor (1942-2020)

Escribe: DOROTHEA ORTMANN

Las biografías de los docentes sanmarquinos de la generación de Héctor Salazar son muy parecidas. La mayoría de ellos provienen de familias de educadores de lejanas provincias enviados a la capital para formarse en estudios superiores. Aquello logrado con mucho esfuerzo y espíritu luchador, que en su momento eran también políticamente motivados como reflejo de las luchas sociales de América latina que presentaron con mayor fuerza desde los años 60 del siglo pasado con el impacto de la revolución cubana.  

Héctor Salazar nació en las alturas de los Andes centrales en un gran latifundio de Junín, del cual la Hacienda Laive era solo una parte.

En aquella hacienda, su madre era profesora del colegio fiscal unidocente para los niños trabajadores. La hacienda se dedicó a la crianza de ovinos y la producción de lana para la exportación. Su padre era allí el administrador del almacén. A causa de una enfermedad pulmonar, murió cuando Héctor tenía cuatro años. De ese modo la madre tuvo que encargarse de criar los tres hijos sola, lo que impregnó al hogar cierta disciplina y espíritu luchador.

Los primeros tres años escolares pasó  Héctor en el colegio que dirigía su madre hasta que ella decidió mandarlo a la capital más cercana, Huancayo, para que pueda seguir formándose. Allí llegó a conocer compañeros que no sólo querían estudiar para su propio bienestar, sino el de los demás, y que tenían también claro las causas de las desigualdades sociales.

Fue así como se incorporó a la Juventud comunista y se volvió militante activo, colaborando en cargos importantes. Con 14 años debió recolectar los aportes de los miembros del Partido Comunista y repartir material de propaganda.

Se postuló luego a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para seguir estudios en la Facultad de Derecho. Al enterarse de la fundación de la Escuela de Sociología, se inscribió en ella, porque le pareció la formación más idónea para los fines que él aspiraba. Durante su estadía en San Marcos fue presidente del FER (Federación Estudiantil Revolucionario) y organizaba con otros compañeros la lucha por el derecho de un carnet de pasajes estudiantiles, así como la democratización de la universidad ante la creciente dominación por el APRA.

En 1966 se postuló por una beca de estudios en la Alemania democrática que le fue concedido. En aquel país vio de cerca, cómo la gente vive en un país socialista. Aunque aparentemente alejado de las luchas en el Perú, su tarea era estudiar y orientarse en una cultura muy ajena a la suya. Devino en estudiante ejemplar, quien en las mañanas escucha clases y en las tardes era lector abnegado en la Biblioteca Alemana, la mayor en Alemania democrática, porque coleccionaba todas aquellas publicaciones que aparecían en la lengua alemana en todo el mundo.

En sus amplias salas de lectura, que le permitían acceso directo al libro, él se forma como intelectual y profundizó lo que como joven asumió más bien de manera espontánea o esporádica. Regresó en 1972 al Perú y se hizo profesor en algunas universidades de Lima y provincias, hasta que ganó 1975 un concurso a ser nombrado como profesor ordinario en San Marcos. Por causa de la dispersión y pugnas internas de los movimientos de izquierda, optó  por no militar en algún partido o movimiento comunista, sino llevar la lucha más bien en el campo intelectual.

De igual manera, se solidarizó con las luchas sindicales de los años setenta, colaboró en proyectos de estudiar la situación de los pueblos indígenas en la selva, y asumió cargos académicos para insistir en la formación de estudiantes comprometidos con la sociedad.

Participó con gran compromiso en el proceso de la Izquierda Unida a lanzar Alfonso Barrantes como candidato a la presidencia de 1985. Tal fue así que el propio Barrantes ordenó su separación, porque la postura consecuente de Héctor Salazar le pareció sectaria y comprometedora. El retiro de Alfonso Barrantes a la segunda vuelta de las Elecciones Generales en el año 1985 era para todos de la izquierda una gran decepción, reflejando además la inmadurez de muchos actores en aquel proceso.

En el año 1989 recibió de nuevo una beca para realizar estudios de doctorado en Alemania democrática. Llegó a un país socialista que finalmente decidió abandonar el socialismo y volverse un país anexado por Alemania Federal. Esa fase de la vida de Héctor era muy dolorosa, porque observó de cerca como muchos de sus profesores siendo camaradas del partido, entregaron sin mayor explicación su documento de membresía del partido, indicando que ya no desean más pertenecer a él, pensando que así podrían salvarse de ser despedidos. No entendían la gravedad de aquel cambio que no dejaba espacio para nadie que era comprometido con ideas socialistas.

Como era becado por el partido socialista, cuyos bienes fueron confiscados por el nuevo gobierno, vivíó momentos en los cuales no sabía si podía quedarse o debía volverse sin nada a su país. Finalmente, después de seis meses, se le volvió a otorgar la beca, y él pude terminar su doctorado.

Al regresar al Perú 1992, encontró un país cambiado. Era la época del primer Gobierno de Alberto Fujimori. Muchos de sus colegas, que tenían en los años 70/80 un discurso impregnado por ideas marxistas, revolucionarios, y muy radicales, se inscribían ahora en el discurso postmoderno con su vocabulario elitista, poco comunicativos, desviando así los conflictos reales que la situación nacional presentaba. Era la época de las pugnas intelectuales en la Facultad de Ciencias Sociales por mantener abierto la posibilidad de enseñar marxismo, sin caer en la sospecha de ser miembro de un movimiento subversivo.  

El gran talento de Héctor Salazar consistió en organizar algo sin mayores recursos. Así fue cuando él asumía el encargo de dirigir la Unidad de Postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales. En aquel momento esa unidad tenía una sola maestría que funcionaba con muchos problemas, sobre todo de índole financiera. No había dinero en caja, porque los alumnos no aportaban con regularidad sus mensualidades, pues, los estudios de postgrado lamentablemente aun en universidades públicas, no son gratuitos en el Perú.

Con mucho entusiasmo y fuerza convocatoria, logró animar colegas, inclusive de otras facultades de diseñar nuevas maestrías como por ejemplo, la de Política social, dándole un nuevo enfoque, la de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía latinoamericana, así como Ciencias de la Religión. El gran problema era encontrar fondos para proporcionar becas a los postulantes. Cuando esas maestrías comenzaron a dar buenos resultados, Salazar fue separado de la dirección.

En 1995, la universidad fue intervenida, y muchos docentes separados de ella. Aunque su nombre estaba en la lista de los expulsados, encontró trabajo como asesor del Comité reorganizador de la Universidad Enrique Guzmán Valle, La Cantuta, y luego como asesor de la Agencia Municipal Huaycán que pertenece al distrito de Ate Vitarte. En Huaycán pudo otra vez dar prueba de su formación política comprometido con el pueblo y su talento organizador, pues le posibilitaba enfrentar sin temor a los grupos subversivos que todavía en ese momento eran activos en Huaycán.

Una de las razones de esta crisis era  porque muchos funcionarios de la municipalidad no entraban en ciertos sectores. Logró entonces juntar a los comités vecinales, además de reorganizar la Agencia como ente administrativa funcional, organizar el recojo de la basura de manera formal, el ordenamiento del tráfico que implicaba reubicar a vendedores ambulantes que bloquearon con su presencia una arteria principal de la localidad.

Pero su mayor logró, atestado por muchos pobladores, era su gran acción de plantaciones de 22 mil árboles, en un lugar donde reinan las rocas y la grava. Se trataba de un impulso significante, motivando a la población de adoptar un árbol, cuidándolo y hacer así de Huaycán de lo que hoy es: un lugar más acogedor de lo que era en los años noventa del siglo pasado.        

A partir de 1997 volvía a incorporarse al cuerpo docente en la Facultad de Ciencias Sociales, pero por sus posturas políticas y la insistencia de no abandonar ideas marxistas en pleno auge del Fujimorismo, fue marginado por sus colegas y se concentró sobre todo a la enseñanza de manera disciplinada, para dar así un ejemplo de entrega al trabajo. Buscaba más bien el contacto con colegas y amigos de la Facultad de Letras que se reunían con frecuencia en las cafeterías de su facultad y participaba en los Viernes Filosóficos, un espacio importante de debate de ese aquel entonces.

Con la caída del Fujimorismo en el año 2000, pudo otra vez asumir cargos. Fue nombrado Miembro del Comité Electoral de la universidad para elegir las nuevas autoridades después de seis años de Gobierno de un Comité reorganizador, nombrado por Fujimori. Luego fue Director Administrativo de la facultad y Director de Investigación. Al comienzo de Gobierno de Alejandro Toledo se agudizó la lucha por la homologación del sueldo de los profesores universitarios que durante de los 11 años de gobierno de Fujimori quedaron congelados

Entre el 2003 y  el 2004, Héctor Salazar lideró junto con un pequeño grupo profesores de San Marcos la huelga de profesores universitarios para un sueldo digno. No obstante, que a nivel nacional, las universidades de provincias llevaron en un primer momento la delantera, eso cambio, cuando San Marcos como Decana de las universidades entró en la huelga, ahora recobre más fuerza.

Después de varias semanas de lucha intensa, inclusive con resistencia de muchos colegas de San Marcos, la homologación fue concedida. En el año 2010 Héctor Salazar  se lanzó al Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales. En contra todas las trabas y hostigamientos, ganó las elecciones, pero el rector de aquella época, un médico empresario de oftalmología, Luis Izquierdo, exigió de sus decanos una especie de juramento de lealtad, y al negárselo, Héctor fue despojado de su función y sustituido por otro colega. Este acto de injusticia nunca se llegó a corregir, ni se presentaron disculpas por ello. Era una intromisión flagrante por parte del rector en el gobierno de una facultad que ese rector aplicaba también en otras, sin encontrar resistencia, reflejo de una docilidad de la mayoría de los docentes universitarios.  

En el año 2012, al cumplir 70 años, se retiró de la docencia y se integró al Centro de Estudios “Democracia, Independencia y Soberanía”, donde asumió la tarea de trabajar en el área de educación, lo que le permitió participar en activos y dar charlas a jóvenes interesados sobre todos en temas de economía y política.

 También emprendió la publicación de la revista Reflexión, expresión de una nueva época en  su actividad intelectual. Los eventos vinculados a las presentaciones de la revista le llevaron a conocer diferentes organizaciones, políticamente comprometidos con las luchas sociales, tanto dentro del ámbito de Lima, como en distintas regiones del país, como Huancayo, Ica, Iquitos, Tacna, entre otros. Además se llegó a presentar ante movimientos sindicalistas en Arica y Santiago de Chile así como en la Feria de Libro en La Habana.  El objetivo era ofrecer una plataforma del debate y análisis acerca de la situación del país y de América latina en general.

Desde 2013 hasta 2018 se presentaron 12 ediciones, organizados sin ninguna ayuda institucional. El último gran evento, donde Héctor se presentó como director de la revista, fue la Cumbre de los Pueblos, celebrado en abril del 2018. Evento organizado por los movimientos sociales como protesta a la Cumbre de los países dominantes, que tuvo lugar en Lima en 2018.

A partir de mayo de ese mismo año Héctor Salazar cayó gravemente enfermo, lo que le impidió a continuar con sus actividades. Amigos y colegas le acompañaron en sus momentos difíciles, le visitaron o lo invitaron a eventos y tertulias que frecuentaba si su estado de salud se lo permitía, hasta que finalmente nos dejó algunos días antes de terminar el año 2020.

Su legado aparentemente no es espectacular. Se refleja más bien en testimonios tanto de alumnos como de algunos colegas, o trabajadores que llegaron a conocerlo en sus años de su compromiso con la Izquierda Unida. Una vez un colega de la universidad comentaba de paso que Héctor siempre se iba fuera de país en el momento cuando todas las constelaciones le hubieran sido favorables para hacer carrera política pública. Pero él no estaba interesado en ello, salvo si con un cargo de esa naturaleza, hubiera podido cambiar sustancialmente al país.