Por LUIS BRITTO GARCÍA
Los primeros resultados del Consejo Nacional Electoral en las Elecciones Parlamentarias 2020 revelan que sobre 82,35% de las actas escrutadas, el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB), obtuvo 3.558.320votos, el 67,6 % del total, y la Alternativa Popular Revolucionaria (PCV) 143.917, un 2,73%.
Votó cerca del 31% del padrón electoral, pues en las elecciones parlamentarias la concurrencia históricamente es menor que en las presidenciales. Estos resultados, no reversibles, suman por lo menos un 70,33% de sufragios para las fuerzas progresistas.
Concluye así un quinquenio de zozobra durante el cual la mayoría opositora de la Asamblea Nacional Legislativa se negó a sancionar proyectos de Presupuesto, apoyó oleadas terroristas y agresiones de Estados Unidos y sus cómplices; suplantó la Constitución con manuales para desestabilización de gobiernos de Eugene Sharp y del jefe del Comando Sur Kurt Tidd, presentó a su presidente interno como Presidente de la República votado por nadie y convalidó su latrocinio de los bienes de Venezuela en el exterior como agente de Estados Unidos y sus gobiernos cómplices.
El significado de este triunfo sólo puede ser apreciado considerando la perspectiva de América Latina y el Caribe. Victorias electorales y contundentes movimientos sociales ponen en evidencia la caducidad, no sólo económica y social, sino también política del orden neoliberal.
Los gobiernos socialistas de Cuba y Nicaragua siguen su curso, sobreviviendo a todas las agresiones. En Bolivia retorna el gobierno socialista del MAS, después de un golpe de Estado concertado entre la OEA, el ministro de la Defensa y la autoelegida dictadora Jeannine Añez.
En México y Argentina gobiernos progresistas corrigen décadas de errores. En Chile oleadas de protesta fuerzan la convocatoria a una Constituyente que enterrará al pinochetismo.
En Perú demoledoras manifestaciones o investigaciones por corrupción deponen en rápida sucesión tres Presidentes fondomonetaristas. En Ecuador, Brasil y Colombia masivas protestas conmocionan los regímenes neoliberales de Lenin Moreno, Bolsonaro y Duque.
Ningún gobierno neoliberal de los impuestos por golpe de Estado, golpe judicial, engaño o simple traición ha satisfecho las necesidades de las masas ni consolidado consensos que le permita perpetuarse. El sistema que ha tenido éxito en acumular más de la mitad de la riqueza del mundo en el 1% de la población también ha triunfado en privar de educación, medios de vida y cuidados médicos al resto de la humanidad.
Las cosas no van nada bien en los países que hasta hace poco ejercían la hegemonía.
Estados Unidos perdió hace un quinquenio su estatuto de primera potencia del mundo; demostró palmaria incapacidad para atender una emergencia sanitaria; enfrenta la peor crisis económica y social desde 1928; alberga movimientos racistas y xenófobos; y sus autoridades mismas están enfrentadas y divididas sobre los resultados de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 y las políticas para atender la emergencia.
Francia está asimismo hundida en la depresión económica y la protesta social y económica de los chalecos amarillos. España presencia otro auge de las protestas sociales. India enfrenta la más grande y prolongada huelga general de la Historia, en la cual 200 millones de campesinos y granjeros protestan contra la pobreza extrema.
El sistema que ha tenido éxito en acumular más de la mitad de la riqueza del mundo en el 1% de la población también ha triunfado en privarla de educación, medios de vida y cuidados médicos aceptables.
Las mayorías vuelven a favorecer las propuestas socialistas. Como declara Rafael Correa: “Soplan vientos de esperanza”.
Sin embargo, llama la atención en este panorama de insurrecciones sociales casi espontáneas la aparente ausencia de la conducción de organizaciones radicales que deberían dirigir las fuerzas movilizadas hacia objetivos revolucionarios y evitar su dispersión y desarticulación.
Los progresismos deben desechar la tentación de la falta de radicalidad que los incita a estancarse, descuidar las reivindicaciones de las masas que los apoyaron, contrabandear recetas neoliberales con rótulos seudo revolucionarios y resignarse a perder el poder hasta que alguna eventualidad les permita recuperarlo para repetir el ciclo.
Está planteado el reto de una América Latina postneoliberal.
Ello implica, en lo ecológico, racionalizar el uso de recursos naturales y preservar la biodiversidad y el equilibrio ecológico planetario. Detener la privatización de las aguas y la destrucción de los pulmones vegetales del mundo. Controlar o vetar la manipulación genética de organismos vivientes y detener el calentamiento global y la contaminación.
En lo social, comporta eliminar toda barrera de discriminación social, étnica, cultural, de género o de cualquier otra índole. Garantizar el acceso a todos los niveles de la educación. Traducir la automatización en disminución de la jornada de trabajo y no en desempleo. Aplicar los excedentes económicos a la eliminación del hambre y la pobreza y no a la acumulación privada.
En lo económico: Colocar bajo control social los principales medios de producción, y planificar la economía en función de las necesidades sociales. Reivindicar el derecho a proteger las economías nacionales. Reestructurar integralmente sistemas tributarios, con aplicación efectiva de principios de Territorialidad, Progresividad y proscripción de Paraísos Fiscales. Reestructurar los sistemas monetarios en función del efectivo respaldo de las respectivas divisas. Imponer salarios que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas. Regular o proscribir la especulación financiera que produce dividendos ficticios. Remitir la Deuda Pública Impagable que devora gran parte de la producción.
En lo político: Reestructurar modelos electorales para que permitan la efectiva y transparente expresión de la voluntad de las mayorías. Constituir gobiernos que respondan a las demandas y necesidades del pueblo y no a las del gran capital. Sancionar a funcionarios y representantes que incumplan sus programas y promesas electorales. Implantar el control previo, concomitante y posterior informatizado en tiempo real de las actividades financieras públicas y privadas.
En lo estratégico: Reducir el gasto armamentista. Instituir la progresiva cooperación de los ejércitos en tareas pacíficas de interés colectivo. Proscribir el uso de mercenarios, paramilitares y asesinatos selectivos. Disolver alianzas militares como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y expulsar bases de potencias extrañas a la región que funcionan como instrumentos de injerencia y ejércitos de ocupación.
En lo internacional: Revitalizar organizaciones regionales como el Alba, la Celac y Unasur, y crear otras que no sean instrumentos de unipolaridad imperial. Integrar alianzas de países históricamente agredidos y explotados por imperios. Proscribir bloqueos y mal llamadas sanciones. Culminar la descolonización.
En lo cultural: Garantizar el Derecho Universal a la Educación. Preservar el legado de las culturas autóctonas. Aplicar el aparato mediático de las industrias culturales a la Educación y la difusión de contenidos científicos y estéticos. Invertir recursos ahorrados en la reducción de armamentos y la proscripción de especulaciones, en investigación científica, educación y creación cultural.
Hagamos de Nuestra América la Gran Patria Nuestra.