PERU. UN TEMA APREMIANTE: LA UNIDAD

PERU. UN TEMA APREMIANTE: LA UNIDAD

Por Gustavo Espinoza M.

Hace unos días, el 30 de septiembre pasado, hubo un recuerdo. Hace un año, en la Plaza San Martín colmada de multitudes, recibimos la noticia más esperada: el Presidente de la República había resuelto, finalmente, cerrar el Congreso de la República, por considerarlo, en otras palabras, obstruccionista y malsano.

Fue un sólo grito, el que se escuchó aquella tarde. Más que de apoyo a la decisión tomada, fue una expresión de alegría, y de alivio. Al fin se daba un paso serio en la tarea de cortar los tentáculos que anudaban a la Mafia con la estructura del Poder.

Y si, fue ese el inicio de un proceso que no ha concluido, y que aún será largo y pesado. Se dieron pasos ya en el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional y aun en el Poder Judicial, pero aún falta mucho.

Por de pronto, aquella tarde, le cortaron el que era, hasta ese entonces, el que más la acercaba al Poder: el Palacio Legislativo, nido de extraños maleficios.

Inmediatamente después, vendría otra cosa: la convocatoria a elecciones parlamentaria, que se llevaron a cabo el 26 de enero de este año. En la circunstancia, la Izquierda Oficial -otra vez perdedora- desperdició una ocasión puesta en bandeja.

Como se registraron los hechos de aquella jornada, la Izquierda se dividió hasta en cuatro facciones: Frente Amplio, Nuevo Perú, Perú Libre y Democracia Directa. Cada segmento obtuvo un puñadito de votos y solo el Partido de Marco Arana alcanzó a pasar -casi rozando-  la valla electoral,  y alcanzó una pequeña representación congresal: 7 representantes.

Es bueno que se recuerde que, en la circunstancia, el FA logró el 6.1% de votos. Nuevo Perú, el 4.8%. Perú Libre, el 3.6% y Democracia Directa el 2.5%.

Los votos, no son endosables; pero si lo hubiesen sido, desde una óptica puramente aritmética, una sola lista de izquierda hubiese acumulado por lo menos el 17% de los sufragios. Si Acción Popular, con el 10.4% de votos, alcanzó 25 curules y se convirtió en la primera fuerza legislativa; con 17 puntos, la Izquierda hubiese logrado por los menos 35 plazas y registrado su presencia como la primera fuerza en el Hemiciclo de la Plaza Bolívar.

Pero eso, simplemente sumando, sin tomar en cuenta otro factos adicional: la fuerza de la Unidad.  Ella habría, probablemente, duplicado y aún triplicado, la votación obtenida por ese conglomerado.

Y es que el descontento ciudadano por el rumbo seguido por la Clase Dominante en la gestión del Estado; era -y sigue siendo- simplemente formidable. Una reciente encuesta ciudadana nos dice que el 93% de los peruanos espera ya un cambio radical en la vida política del país.

Y es que, en efecto no se necesita inventar la pólvora, para saber que la inmensa mayoría ciudadana repudia enérgicamente las expresiones del sistema capitalista, que se han mostrado aún más crudamente en esta etapa de la pandemia sanitaria. Que la Izquierda oficial, hoy no se dé cuenta de eso, o que pretenda ignorarlo, resulta simplemente desolador.

Hay grandes acontecimientos en estos primeros días de octubre, que debieran llamar a la reflexión a todos los que suelen vanagloriarse de levantar banderas populares: el 3 de octubre se recordará el 52 aniversario de la gesta antiimperialista y anti oligárquica de  Juan Velasco Alvarado; el 7 de octubre se evocará el 92 aniversario de la fundación del Partido de José Carlos Mariátegui, en una solitaria casa de Barranco;  el día 8, la Gesta de Miguel Grau en el glorioso Combate de Angamos; y el 9, el Día de a Dignidad Nacional.  

En paralelo, el asesinato del Comandante Guevara y sus compañeros peruanos, Juan Pablo Chang, Lucio Galván y Restituto Cabrera. Cualquiera de estas fechas, podría acicatear la indoblegable voluntad de los peruanos.  Sobre todo ahora, con una derecha desesperada, dispersa y sin banderas

Pero solo la Unidad podrá lograr que ella, se vea gratificada con un paso decisivo: la presencia vencedora en los comicios de abril del próximo año.

Hay dos formas de lograr la Unidad. La primera, fue planteada por mí en estas mismas páginas hace algunas semanas. Pero ninguno de los Partidos y de sus dirigentes, movió una ceja para admitirla, o recusarla.

Se trataba de promover Elecciones Primarias supervisadas por la ONPE, en las que compitieran los candidatos de cada vertiente con solo compromiso de aceptar los resultados y cerrar filas por quien alcanzara allí la mayoría de sufragios.

Aunque todavía resulta prematuro descartar ese camino; hay que considerar el otro: la polarización electoral. Ese, pasa por sumar todo lo que sea posible para que un alud de adhesiones termine, finalmente, sepultando a quienes se negaran a sumar fuerzas. Sería esa una manera de forjar la unidad a la fuerza. Y quizá sea ésa, la única manera de obrar.

Así sucedió en el pasado. Cuando quiso procesarse la unidad con las banderas del ARI, ese esfuerzo naufragó. Quienes incentivaron la división quedaron aislados, y en derrota. Los demás, miraron con mayor amplitud y aportaron a la construcción de Izquierda Unida. El pueblo, marchó por ese lado.

Más allá de los prejuicios y la carga histórica, es real que el Trotskismo, es sinónimo de división. Lo fue ayer y lo es hoy, y en todas partes.  Ahora también podría serlo acá. En cambio, la unidad es un tema apremiante (fin)