Por AUGUSTO LOSTANAU
Las redes sociales se han llenado al tope de la noticia. Una noticia mucho más desagradable que la propia pandemia o las mentiras del presidente del país. Quino ha muerto. Joaquín Salvador Lavado Tejón ha muerto.
Quino nació en la pequeña ciudad de Fuengirola, provincia de Málaga, en Andalucía, un 17 de julio de 1932. Junto a sus padres migró a la Argentina cuando tenía 4 años. Formó parte de los millones de españoles que tuvieron que huir de la península luego que se impusiera la dictadura de Francisco Franco. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza. Y, muy joven empezó a colaborar en diferentes publicaciones. Poco a poco su obra empezó a ser conocida y valorada. La muerte lo encontró en Mendoza a los 88 años de edad.
Pero, los autores no mueren cuando su obra es inmortal. Y la obra es inmortal porque así lo ha determinado la sociedad. La historiadora uruguaya Isabella Cosse en su libro Mafalda: Historia Social y Política (2014), indicó que:
“En 1964, la revista Primera Plana se congratulaba de lanzar una tira de humor de Quino -seudónimo de Joaquín Salvador Lavado-, quien ya era un reconocido humorista. Él no imaginó, en ese momento, que su creación sería un éxito sin precedentes. Pero, poco después, los lectores comenzaron a recortarla para pegarla en cuadernos y en las paredes de las oficinas o las vidrieras de los negocios. Advertido de esa situación, Jorge Álvarez -el célebre editor de los años sesenta- lanzó, en 1966, la primera edición de la historieta en formato libro, que se agotó en un día, y alcanzó los 25 mil ejemplares vendidos en el primer mes. Las siguientes ediciones se agotaron con igual rapidez. Para 1968, se habían vendido 130 mil ejemplares de las tres primeras compilaciones y, a fines de ese año, la tirada de Mafalda 4 ascendió a 70 mil. Pero sus lectores eran muchos más, porque la historieta, además, era reproducida en diarios de diferentes provincias del país. Algunos calcularon que, para entonces, era leída diariamente por 2 millones de personas. Más allá de la posible exageración, la cifra daba cuenta de que Mafalda se había convertido en un fenómeno social”.
Como ya se anotó, es la propia sociedad la que determina el éxito o el fracaso de un aporte cultural. El autor es sólo un individuo que, al momento de publicar, pone su creación a disposición de la sociedad que le rodea en forma directa e indirecta. Y, será la relación entre esa sociedad y la obra la que determinará su importancia.
Un autor no se convierte en un “clásico” o en un “connotado” porque así lo cree y lo pregona un conjunto menor de individuos que se autoproclaman muy versados o instruidos. Los iniciados y expertos sobran. Aquí no funciona aquel eufemismo racista que hace creer que existe “música culta” o “pictórica culta” frente a “música vulgar” y “pictórica costumbrista”. Aquellos que asisten a las galerías de arte sólo para beber y comer durante las inauguraciones. Y le indican a los demás: ”yo prefiero el arte abstracto porque el arte puro; en cambio el costumbrismo es arte provinciano”.
Ya muchos autores se han encargado de demostrar que la idea de “arte versus artesanía” fue simplemente una reacción de los autoproclamados “académicos” para controlar y monopolizar los premios culturales que las autoridades algunas veces se acuerdan de entregar. El arte es popular por extracción. El arte es popularizado por comercialización.
Pero ¿qué generó el boom llamado Mafalda? Isabella Cosse responde:
“El medio siglo de Mafalda no podría tener más significación para nuestro presente. La tira surgió en un mundo en donde los jóvenes latinoamericanos podían recordar las luchas de los sectores populares por sus derechos sociales y políticos y los europeos, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En ambos lados del Atlántico, las generaciones de posguerra vivían tiempos de crecimiento económico y expansión de los derechos sociales sin precedentes que les permitieron distanciarse -como nunca antes había sido posible- de las experiencias de sus mayores. Esas generaciones protagonizaron, en los años sesenta, revueltas políticas y culturales a través de las cuales los sueños utópicos parecían a punto de realizarse. Las luchas contra la hegemonía estadounidense permitían imaginar un nuevo orden mundial. América Latina, integrada al vigoroso Tercer Mundo, encabezaba esas esperanzas. La Revolución Cubana conmovía a la izquierda latinoamericana en sociedades donde la expansión de las clases medias hacía más visible la exclusión histórica de las clases populares. La movilización social y política recorrió un continente en el que la revolución parecía inminente. El optimismo trocó rápidamente en desesperanza. La crisis del petróleo, en 1973, simbolizó el deterioro estructural de la economía capitalista y un nuevo comienzo signado por su reordenamiento neoliberal. En nuestro continente, la desestructuración de los Estados de bienestar estuvo impulsada por las feroces dictaduras que regaron de muertos el Cono Sur. En los años noventa se instalaron la desafiliación social, la exaltación del individualismo y la privatización, que recién fueron puestas en entredicho en el último decenio con un nuevo escenario político y social”.
Mejor dicho, para que un autor como Quino, y una obra como Mafalda se hayan convertido en un autor clásico y connotado, así como en una obra maestra, deben existir las condiciones sociales, ideológicas, políticas y culturales para que esa transformación suceda. Aquí, no depende de una “editorial exitosa” o de la “promoción y marketing” que maneja el área de publicidad. Es un encuentro fortuito que marcará al autor con la sociedad.
Como bien describe Isabella Cosse América Latina en los años 60´s, fue una sociedad con esperanzas, con sueños y anhelos. Se pensó en acabar con la explotación del hombre por el hombre. El sueño socialista era la esperanza de millones de campesinos explotados en las haciendas y de trabajadores hacinados en las ciudades. Los intelectuales y los profesionales de las llamadas clases medias urbanas instruidas, se habían incorporado militantemente a las ideas de transformación social. En la Universidad, los jóvenes hablaban y debatían sobre la revolución y el futuro socialista. No existía el miedo al mañana.
Luego, se imponen las dictaduras militares. Miles de jóvenes son asesinados en Chile y Argentina. Otros miles en Brasil, Paraguay y Uruguay. En Bolivia, el movimiento campesino es infiltrado, dividido y luego reprimido con un ensañamiento inimaginable para muchos. Las oligarquías de los países del área andina (Ecuador, Perú y Bolivia) siempre han reprimido a los campesinos realizando guerras de exterminio. Incluso, en el Perú de la década de los 90´s, los campesinos andinos fueron mascarados antes de nacer.
Sobre la relación personaje/generación, Isabella Cosse nos indica que:
“En términos generacionales, el personaje de Mafalda quedó situado en una zona de desfasaje entre la maduración biológica y la maduración intelectual. Tenía razonamientos que eran propios de un adulto o, más bien, de una joven o adolescente conflictiva que refutaba a sus padres. Pero solo contaba con 4 años. Esta incongruencia provocaba la sonrisa. Descubría las debilidades de los adultos, pero, al hacerlo, reinstalaba la ternura que despertaban los niños. De ese modo, quedaba mitigado el efecto de la ironía. Los resultados de esa estrategia -que combinaba la ternura y la crítica feroz- tenían especial fuerza porque involucraban nociones centrales que las personas de esa época tenían sobre los niños y los jóvenes. La referencia a las nuevas generaciones se tradujo en términos gráficos. La figura de Mafalda -como después la de sus amigos- tenía una proporción diferente a la que regía las siluetas de los adultos, pronunciando las diferencias existentes en la figura del cuerpo humano en los distintos estadios de la vida, con su gran cabeza redondeada, una de las formas básicas, con sus alusiones psicológicas al útero materno y al universo completo de una línea que se cierra en sí misma”.
Quino convirtió a Mafalda en la voz de una generación joven que cuestiona a las generaciones anteriores. Una generación joven que está dispuesta a transformar la historia. Esa generación joven ya tenía sus antecedentes en la Revolución Cubana. Esos jóvenes se incorporaron con alegría y esperanza a las guerrillas latinoamericanas. En Centroamérica, el Frente Sandinista y el Farabundo Martí eran la voz de una generación que apenas rozaba los veinte años. El MIR, en el cono sur, se alzaba contra todas las formas de explotación. En Chile, los jóvenes escucharon, siguieron y murieron junto a Salvador Allende. Y, esa juventud está conformada por miles de mujeres. Es el despertar. El socialismo no es contrario ni a la mujer ni a la familia, como lo habían pregonado desde los púlpitos y la prensa oligárquica. Mafalda es la voz de miles de mujeres. De niñas, adolescentes y jóvenes que denuncian el machismo y el patriarcado que se fortalece con el capitalismo.
Ramiro Mac Donald ha escrito:
“A Mafalda le hicieron una estatua en el barrio San Telmo, donde vivió durante los años sesenta. Este homenaje doble, al creador y al personaje, fue para iniciar la conmemoración el bicentenario, en Argentina”.
Hoy Quino no ha muerto porque Mafalda vive. Y vivirán para siempre.