A PROPÓSITO DE «EL OPTIMISMO HISTÓRICO»

Por JOSE LUIS AYALA Diario UNO. Domingo 27 de septiembre 2020

Cuanto más tiempo transcurra, la presencia de José Carlos Mariátegui será más nítida, ese hecho se debe a que sin el Amauta es difícil entender la historia social del Perú en el siglo XX. Esta afirmación aparece nítida en el libro “El optimismo histórico. José Carlos Mariátegui y nuestro tiempo”, cuyo autor es Gustavo Espinoza Montesinos. Se trata de un texto de contenido esencialmente político, pedagógico y reflexivo, destinado a esclarecer doctrinariamente las ideas que sostuvo Mariátegui durante su corta pero fecunda existencia.

Como gran conocedor del pensamiento de Mariátegui, Gustavo Espinoza Montesinos, hace puntuales deslindes, diferencias doctrinarias e históricas con el APRA. Pero sobre todo con el llamado “Pensamiento Gonzalo”, que es una deformación ideológica propiciada por Abimael Guzmán y sus huestes criminales. Se refiere igualmente a la tesis de Alberto Flores Galindo, como uno de los aportes más lúcidos. Es una lástima que un historiador haya muerto tan joven.

Después de haber radicado efectivamente Mariátegui en Europa, donde asimiló la cultura de la época y optó por el análisis dialectico, decidió ejercer una acción pedagógica y doctrinaria. Como dice Espinoza: “En marzo de 1923 José Carlos Mariátegui volvió al Perú para cumplir aquí una misión fundamental. Ella se expresó en la concreción de tres tareas esenciales: elevar la conciencia política de los trabajadores sembrando las ideas del socialismo y la noción de clase, para lo cual se ligó a las universidades populares González Prada, retomó sus antiguos vínculos con el movimiento obrero, editó la revista ‘Amauta’ y publicó ‘Labor’, alentó la organización de la clase obrera y el campesinado, para lo cual creó la CGTP y en mayo de 1929 la Confederación de Campesinos y Yanaconas; y forjó la herramienta política del proletariado, el Partido que fundó en una modesta casa de Barranco en octubre de 1928 con el nombre de Socialista”.  (1)

Una acción importante fue la fundación de “Amauta”, una revista plural convertida en una tribuna de las ideas destinadas al análisis de la realidad para transformarla. Fue una publicación que acogió no solo a los más importantes escritores de la época, sino a las nuevas voces dispersas. Como ninguna otra publicación instituyó una sección llamada “Proceso al gamonalismo”, haciendo conocer las denuncias de abusos contra campesinos. Acogió documentos referidos a la República de Huancho Lima, que el año 2023 cumplirá cien años de haberse fundado la nueva capital del Perú.

En efecto: “Nada le desvió de ese propósito que anidó en su conciencia cuando estaba en el país, que fortaleció en su estación europea y que se dispuso a cumplir con elevada responsabilidad. ‘Europa me reveló hasta qué punto pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico; al mismo tiempo me impuso, me esclareció el deber de una tarea americana’, diría después de una sentida carta a su amigo Waldo Frank, el prestigioso escritor norteamericano”. Mariátegui era consciente que en todo momento ejercía una función pedagógica como ideológica. Conocía los métodos de represión política y la orden oficial de liquidar la revista “Amauta” y “Labor”. Sin embargo, se enfrentó una de las más oscuras dictaduras como fue la de Augusto B. Leguía. Mientras estuvo vivo “Amauta” sobrevivió a toda clase de hostigamientos, soplonería y censura. Pero se impuso la inteligencia, la cultura, la razón, frente a la brutalidad.

Su legado de orden pedagógico y limpidez de intelectual analítico, es sin duda uno de sus aportes más importantes y que ahora más que nunca tiene gran actualidad. Como escribe Gustavo Espinoza: “Y en el plano de la educación, por ganar para el desarrollo de una política justa a amplios sectores del magisterio –hoy golpeado y en buena manera también dividido y desmoralizado– a la intelectualidad progresista, y a los jóvenes que deben empeñar una lucha por su propio futuro.

La batalla tendrá que ser amplia. Y de naturaleza política. Y buscará abrirse paso a partir de la concentración y alianza de todas la fueras democráticas y progresistas empeñadas en lograr una alternativa distinta en gestión gubernamental. Hoy que los partidos tradicionales han fracasado una vez más y que los segmentos de la clase dominante han demostrado su elevado nivel de corrupción y de crisis: hay que buscar en la base social –es decir, en el pueblo mismo– las cartas de recambio que la situación exige”. (2)

Una de las mayores preocupaciones para Mariátegui fue la emergencia del fascismo. Señala Espinoza “que la tendencia extremista del fascismo la personificaba Farinacci. Y la revisionista, Bottai, la afirmación de la primera opción al interior del Partido Fascista dio lugar a que prosperara la idea de que el Estado Democrático-Liberal aún subsistente como estructura de dominación, debía ceder el paso al Estado Corporativo Fascista”.

En el Perú, el fascismo se instaló como doctrina política de Estado, a partir del golpe propiciado por el comandante Luis Miguel Sánchez Cerro, continuado por las dictaduras de Óscar R. Benavides y Manuel A. Odría. Fueron gobiernos represivos, sanguinarios y crueles que retrasaron las reformas sociales, cuando se debió optar por la modernización de una sociedad atrapada en la dependencia y feudalidad. La instalación el régimen del súbdito japonés Alberto Fujimori Fujimori, significó después la imposición del Neoliberalismo, cuyas consecuencias sociales son sin duda graves.

NOTAS:

1.- Gustavo Espinoza Montesinos. El optimismo histórico. José Carlos Mariátegui y nuestro tiempo. Edición a cargo del autor. Pág. 37. Lima, 2013.

2.- Gustavo Espinoza Montesinos. El optimismo histórico. José Carlos Mariátegui y nuestro tiempo. Edición a cargo del autor. Pág. 187.Lima, 2013.