NO AL GOLPE DESDE EL CONGRESO


Eduardo Arroyo Laguna


13 de setiembre de 2020

Nuevamente vive el Perú entre ascuas cuando un grupo de impresentables de la política aupados al parlamento lanzan la propuesta de vacancia presidencial en un claro intento de golpe de Estado. Esto se da días después de que el presidente de la república ha manifestado que los congresistas no están haciendo su trabajo ni cumpliendo las promesas para las que fueron elegidos. La ministra de economía comparece ante el congreso y hace pocos días este organismo ha dado luz verde al plan de acción ministerial del premier.

Padecemos de una democracia débil por la fragilidad y temporalidad de plazo corto de los partidos y agrupaciones políticas, que en este caso como en el período de Pedro Pablo Kuczynski, hace que los presidentes tiendan a convertirse en rehenes del congreso. Es un sistema presidencialista parlamentarizado. Kuczynski fue víctima de la dictadura aprofujimorista enquistada en el Congreso con 72 parlamentarios adversos, abdicando luego de vivir acorralado y producto de una treta corrupta.

Ahora ocurre que su sucesor, Martín Vizcarra, sortea las aguas turbulentas de un pedido de vacancia presidencial, en plena coyuntura de pandemia internacional con 30,000 muertos y recesión económica y a pocos meses de elecciones generales. El móvil es nimio por lo farandulero: unas grabaciones en torno al contrato de un esperpento de la farándula criolla, un tal Richard Swing.

Al igual que Kuczynski, Vizcarra ha carecido de un partido y parlamentarios en cantidad suficiente para sortear la oposición congresal. Han sido representantes de una democracia débil con partidos minúsculos y la doctrina neoliberal como guía para la acción.

A diferencia de Kuczynski, Vizcarra se ha sometido a referéndum logrando una alta aprobación por su campaña anticorrupción con un 86% a favor, capital político que no culminó en la forja de un partido o fuerza política que sedimentara lo logrado. Tal vez sea estrechez de miras. Ha carecido de operadores y se encerró a gobernar con pequeños cenáculos palaciegos casi domésticos. Paradójicamente cuenta con el apoyo popular en las calles, la misma que le permitiera cerrar el congreso de la república con mayoría aprofujimorista, primer obstáculo de su gestión gubernamental.

Su fortaleza la ha encontrado en la calle a la que no ha sabido organizar políticamente. Pese a ello, se alcanza a ver la muñeca presidencial y su buen manejo del ajedrez político. Pero no ha querido jugar en las ligas mayores sino en las pequeñas ligas de secretarias leales y no de armar partidos grandes aprovechando los resultados triunfantes de los referéndums impulsados.

Su aprobación demostró que el pueblo peruano está a favor de construir una nueva sociedad libre de injusticias, desigualdades y corrupción.

La historia juzgará a un Vizcarra vanguardizando la lucha contra el coronavirus con su gabinete al frente. Indudablemente que los esfuerzos desplegados no fueron de la mano con un aparato público sanitario eficiente.

Ya no basta que se haya tumbado al congreso corrupto dirigido por el aprofujimorismo en el año 2019 sino que ahora el parlamento elegido termina estando al mismo nivel que el anterior.

Seguimos en el periodo de crisis de régimen entendida como las relaciones entre el Estado y la sociedad civil a través de constituciones, leyes y reglamentos. No ha acabado bien el período abierto con la caída de la dictadura fujimontesinista, que se pensó que cerraba y abría un nuevo ciclo de reconstrucción de la democracia en el Perú pero no ha sido así. Sólo se salva el gobierno honesto de don Valentín Paniagua que logró encarcelar a los militares y civiles implicados en la corrupción mientras otros fugaban al extranjero. El piloto automático neoliberal continuó con los regímenes gubernamentales de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra. Ninguno se ha salido del libreto planteado por el Consenso de Washington, carta fundacional de la globalización neoliberal.

¿RUMBO AL BICENTENARIO ?

Decíamos a inicios de este año, tras las elecciones parlamentarias, que emergía un congreso fragmentado ya que la población no había dado hegemonía a ninguna agrupación polìtica por lo que la diferencia entre las fuerzas era mínima. El fenómeno peruano era la inclusión de fuerzas que otrora no habían aparecido en la política llámense Unión por el Perú (UPP) y el FREPAP, ambas expresiones, una del ejército, siguiendo a su líder Antauro Humala y otra siguiendo los dictados religiosos de Ezequiel Ataucusi. Eran expresiones populares de diferente signo que aparecían con presencia significativa en el congreso. No se podía vaticinar en enero lo que ocurriría ahora.

El descreimiento de la política de parte de la población peruana llevó a una votación muy dividida. Junto a ella, se ha dado una larga lucha anticorrupción por capítulos, fuera por la captura de las bandas de Orellana, Álvarez en Ancash, apoyo al juez Carhuancho y los fiscales Vela-Pérez por el caso Lava Jato y la captura de “Los cuellos blancos del Puerto del Callao”, referéndums, cuestiones de confianza, disolución del congreso.

En este contexto es que un impresentable como Alarcón, ex contralor defenestrado con varias acusaciones ni siquiera contador porque su título en la UNSA está cuestionado, llega al congreso, tal vez en busca de impunidad y ahora amenaza a la democracia sabiendo que a fines del 2021 tendrá que comparecer ante la justicia por los delitos en los que está involucrado. Lo hace en plena coyuntura de pandemia, con miles de muertos, de hambre y de recesión económica revelándose que el congreso está de espaldas a los problemas del país.

Lo que han logrado los congresistas, Alarcón de protagonista, es armar un putsch insurreccional, sedicioso comprometiendo al presidente del congreso con la posible figura de que sería presidente de la república por un período. Merino de Lama ha cedido y ha buscado coordinar con el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas recibiendo un portazo en la cara.

Esta crónica de una muerte anunciada se verá tal vez desinflada en estos días. Ya Acuña, líder de APP viene ordenando a sus congresistas no comprometerse con la vacancia presidencial. Merino reduce el golpe a simples coordinaciones. El mismo Urresti ahora declara no estar comprometido con este asunto.

Lo más deleznable es que debiendo legislar sobre asuntos serios han buscado que un asunto farandulero acabe siendo el pretexto de la supuesta vacancia presidencial. Un lío de secretarias enfrentadas y un cómico dizque artista cantante sirve a estos oscuros personajes para explicar su intento de vacancia presidencial.

Busca además Alarcón, siguiendo las indicaciones de su jefe Antauro Humala, tener al presidente de la república de rodillas valiéndose de prácticas montesinistas (videos y ardides de secretarias mercenarias y el tal Richard Swing). Se trata de un manifiesto complot contra la democracia sin ningún plan estratégico para el país sino que este viva de escándalo en escándalo, farandulizado en plena pandemia.

La justicia debe caer sobre estos congresistas y la democracia saldrá fortalecida. La ciudadanía tiene el derecho a vivir en un clima de estabilidad máxime si se está en una situación de emergencia.

Puede la presidencia de la república intentar:
– una demanda competencial o una cautelar cuanto antes para frenar el pedido de vacancia presidencial.
-una acción de amparo en defensa de la Presidencia de la república.
-una medida cautelar ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
-Podría enjuiciar al congreso de la república por sedición y pedir una investigación para que la conspiración se devele.

Sea la decisión que tome la presidencia de la república en su defensa, su magistratura debe dejar de lado a toda la gente que lo ha rodeado en palacio y que ha acabado traicionándolo y salir a jugar en las ligas mayores.

Hacia el año 2021 es posible que se siga con el voto fragmentado tanto para las presidenciales como congresales siendo la situación no mejor que la actual. Se trata de una democracia muy frágil no asentada en partidos fuertes sino en individualidades carentes de planes estratégicos de desarrollo para el país. Esa es la carencia mayor.