México (Prensa Latina)
El presidente Andrés Manuel López Obrador rindió el 1 de septiembre su segundo Informe de Gobierno en el que prevaleció su filosofía de “primero los pobres por el bien de México”, piedra angular de su evangelio político.
Es lo que le mantiene como el presidente más popular desde la época de Lázaro Cárdenas hace 80 años, con un 65 por ciento de aprobación, según él, y un 55 en la óptica de la oposición, de todas formas también muy alta.
La base de esa popularidad está en el cumplimiento de los numerosos programas de bienestar social resaltados hoy, los cuales son la estructura de su premisa “primero los pobres”.
Son metas muy bien escogidas, todas medibles y de impacto social, que las agrupó en un centenar de compromisos de fácil percepción como, por ejemplo, aumentos salariales, becas, pensiones a los jubilados, etc.
De ellos tiene pendientes cinco, según dijo en el informe, que pesan tanto como los cumplidos. Entre ellos la violencia criminal, la corrupción, eliminar el fuero presidencial y los fideicomisos, aclarar y sancionar a los responsables de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y lograr un sistema de salud y de educación de primer mundo.
Eso hace que siempre esté en campaña política, hasta cuando duerme, como le atribuyen sus colaboradores, y para lograrlo usa dos métodos básicos: 1) las conferencias de prensa mañaneras a las que denomina reuniones informativas circulares, 2) giras permanentes al interior del país.
En ambas la idea es estrechar el contacto de la forma más íntima posible con la gente, y construir vías para el entendimiento con sus adversarios.
Por ejemplo, como parte de la preparación para el informe de hoy realizó giras previas por los nueve estados gobernados por la oposición que han hecho un frente común contra el ejecutivo federal. Coinciden, además, en ser los más peligrosos por ser emporios de los cárteles de Jalisco, Sinaloa, Guanajuato y el Golfo.
En todos estuvo sin escolta, al menos visible, hizo el viaje en auto, por carreteras peligrosas, y sin cubrebocas. Planteó su posición política en cada una, pero permitió a los gobernadores que expusieran las suyas, y evadió en público la confrontación, aun cuando algunos están acusados de corruptos por el exdirector general de Pemex Emilio Lozoya.
Desde que asumió la presidencia el 1 de diciembre de 2018 dejó a un lado la vestidura partidista y se colocó la toga presidencial para identificarse como presidente de todos los mexicanos, y sus críticos dentro de las propias filas de su movimiento Morena -ahora partido político mayoritario-, vinculan esa actitud con el fraccionamiento y la lucha intestina de los morenistas por los cargos de dirección.
Aunque tiene éxitos indiscutibles en las batallas contra la corrupción y el crimen organizado, sus adversarios buscan sepultarlos con una campaña mediática de descrédito, pero replica que es una reacción defensiva de los partidos de oposición porque todos están señalados como corruptos por Lozoya.
La pandemia de la Covid-19 le jugó una mala pasada pues profundizó la crisis económica que México arrastraba con el neoliberalismo, y frenó su programa de desarrollo nacional en cuyo centro se encuentra el rescate petrolero y energético, y un cambio de estrategia para renacionalizarlas.
Como el 6 de junio de 2021 se darán unas elecciones casi generales porque cambia el congreso, también las asambleas regionales, 13 gobernaciones, y miles de alcaldías, todos coinciden en que será un año de mayor confrontación política y social, porque la sociedad mexicana está muy dividida.
Los ricos se han abroquelado abiertamente con la derecha y tratan de influir con fuerza en los pobres para debilitar su base de poder popular. Evidentemente el fuego graneado de la oposición se irá concentrando cada vez más en todo lo que huela a IV Transformación y obradurismo.
Contradictoriamente, el mandatario se ha blindado con un proteccionismo del gran capital nacional al cual mantiene como socio principal, incluso por encima del extranjero, en sus proyectos clave como los energéticos, transporte y comunicaciones, y turismo.
López Obrador tiene a su favor, y es muy importante, la ausencia de liderazgo en la derecha tradicional y la falta de credibilidad en los partidos que la representan. Pero no hay dudas de que la confrontación es fuerte y lo será más aun, coinciden analistas locales.
lma
ResponderResponder a todosReenviar |