Por FEDERICO OVEJERO
Parque en la urbe de Buenos Aires. Oasis de verdor en el desierto de concreto. Lugar de encuentro de distintas generaciones que lo confluyen en sus caminos, con olor a pasto, flora y a historias de cada lugar. Niños en sus juegos, madres y padres en vecindad cuidando a la prole, jóvenes y ancianos que se juntan para disfrutar. En ese escenario, dos hombres, cercanos a los 65 años ambos, se encuentran una mañana, cerca del mediodía de un día como hoy, pero de hace 40 años. Se saludan y empiezan a hablar como viejos amigos. No sólo se conocen por paraguayos, aunque uno sea encarnaceno y el otro de Asunción, sino que ambos comparten lugar de residencia en Buenos Aires desde hace un par de años y también un proyecto común, más allá de la nacionalidad.
Por afuera de esa charla, los transeúntes recorrían como siempre el porteño Parque Avellaneda, cuya morfología estaba cambiando en ese momento por la autopista que lo traspasaba, aún sin inaugurar. Y entre esos anónimos, una señal. Esa marca que dice “son ellos”, lo suficientemente tácita para no alarmar, eficaz para su cometido. Y en ese instante, la tragedia hecha historia, lamentablemente nada novedosa en esa última década.
Aquel 27 de agosto de 1980, en esa esquina de las avenidas Lacarra y Directorio, agentes paraestatales argentinos y paraguayos reducen a estas dos personas que gritan sus nombres para dejar huella, lamentablemente la última, de esa acción. De esos gritos, humanos y militantes intentos de supervivencia en esos años de sangre y muerte, se destacan dos voces: “Soy Emilio Roa”, “Me llamo Antonio Maidana”, “Del Partido Comunista Paraguayo”. Al día de hoy ellos siguen desaparecidos.
Se perpetraba así uno de los últimos actos registrados del Operativo Cóndor, plan de coordinación represiva entre las dictaduras sudamericanas, orquestado por los Estados Unidos en su cruzada anticomunista, motivada tanto por su guerra de larga data con la Unión Soviética, como por sustentar el capitalismo en su faceta neoliberal, profundizando así la explotación y la desigualdad.
Hace cuatro décadas las garras del Cóndor secuestraban a Antonio Maidana y a Emilio Roa, ambos miembros del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo, ambos ex dirigentes sindicales paraguayos que conocieron la persecución, la cárcel y el exilio, y que pese a ello (Maidana estaría 19 años en las prisiones de Stroessner, Roa casi igual tiempo exiliado), no abandonaron su vocación por la necesidad de una profunda transformación revolucionaria para nuestro Paraguay, pagando con su vida el profundo anhelo de miles de compatriotas que ven truncados sus futuros en las ganancias de unos pocos.
Como homenaje a esas vidas que han abrevado en la lucha por un Paraguay justo para todas y todos, revisaremos el derrotero tanto de Maidana como de Roa en ese fatídico día como excusa, quizás, para revalorizar el aporte revolucionario de ambos.
Otro 27 de agosto
Tanto Maidana como Roa tienen un antecedente primordial que los une en su historia más allá de su trágico final: el aporte tanto al movimiento sindical como al Partido Comunista Paraguayo durante las décadas del 40 y 50, época en la que ambos empiezan a desplegarse como dirigentes obreros, a la par de la organización partidaria.
Se destaca, a su vez, que esta generación partidaria -la primera después de la reorganización del Congreso de Lobos de 1934- tendrá un despliegue fundamental en el Consejo Obrero del Paraguay, con anterioridad a la Guerra Civil de 1947 y a la resistencia obrera que se sintetizará en la huelga general del 27 de agosto de 1958.
En ese sentido, es importante precisar que Emilio Roa Espinosa llegó a ser secretario del Sindicato de la Construcción y que Antonio Maidana Campos tuvo activa participación en la huelga de maestros de 1941 lo que le valió sus primeras prisiones.
Esto los sitúa conjuntamente en el primer 27 de agosto de sus vidas: la huelga general de 1958, la que si bien exitosa en su movilización y justamente por ello, mereció una ardua represión al movimiento obrero, tanto en sus bases del partido oficialista -el Partido Colorrado ANR- como hacia el movimiento comunista, además de fundamento legal para la sanción del Código de Trabajo de 1961, que si bien consagraba un derecho laboral protectorio -propio de la hegemonía occidental de esos años-, irradiaba su autoritarismo en lo concerniente al ámbito colectivo del iuslaboralismo.
Ese primer 27 de agosto de 1958, generará en ambos el derrotero que los encontrará más de 20 años después.
Maidana, una de las primeras víctimas de esa huelga es apresado días antes de la misma, el 12 de agosto de 1958, en el marco de reuniones preparativas de la huelga general, siendo condenado por aplicación de la Ley 294/55 de “Defensa de la Democracia”, ley liberticida que reprimía a quienes difundieren u organicen ideas comunistas, a una pena de entre 6 meses a 5 años. De hecho Maidana será condenado por el máximo de la pena, debiendo ser liberado para 1963, libertad que recién se haría efectiva en febrero de 1978, casi 20 años después, en conjunto con los otros dirigentes comunistas y obreros Alfredo Alcorta y Julio Rojas, ambos apresados en ese 1958 y que a la fecha de su liberación corrían con el récord de prisión en las mazmorras de la dictadura stronista.
Por su parte, Roa se tuvo que exiliar en 1959 a la Argentina, manejando un derrotero entre la frontera y la capital del vecino país, donde mantiene su militancia en el PCP, llegando a roles de dirección en el Comité Central y viviendo con su familia en la barriada obrera de Libertad, partido de Merlo, en el conurbano bonaerense.
El ave parlante que canta y solloza…
Buenos Aires siempre obró de algún modo como una meca de la “paraguayidad” arrebatada: si no era la miseria, era la reacción, pero siempre la ciudad a la vera del Plata fue un lugar de retaguardia donde se pensaron -y se piensan aún- futuros distintos para nuestro país.
Es allí donde se generó un ámbito de coordinación entre los comunistas exiliados que pese a las controversias de la crisis de 1965 y la represión de una década más tarde, seguía siendo el lugar orgánico desde donde el PCP, en conjunto con las bases que resistían la más ardua represión de la tiranía militar fascista, propiciaba las tácticas para la lucha antidictatorial.
En esa Buenos Aires vivía gran parte de los cuadros de dirección partidaria, entre quienes se destaca la figura de Obdulio Barthe. Es allí donde se dirigirán los esfuerzos de esa dirección partidaria que aún lloraba los asesinatos de Soler, Villagra y González Acosta en suelo paraguayo y que pensaba recomponer el partido tras la reunión del Pleno del Comité Central de 1978.
La tarea para nada sencilla: Argentina desde el 24 de marzo de 1976 era escenario de la dictadura más sangrienta de su historia, aunque el terrorismo de estado no haya iniciado en esa fecha. Aún más: esa dictadura estaba siendo en ese momento el principal escenario de la coordinación represiva internacional de las tiranías militares gobernantes en ese período, lo que con posterioridad se denominará Plan Cóndor, en boga para esos años.
Pese a la advertencia de algunos aparatos de inteligencia de países socialistas sobre Buenos Aires como “boca de lobo” de la reacción, un núcleo importante de comunistas se refugió en la cuna del tango. Con la clandestinidad del caso, llegan a la capital argentina, Maidana, Rojas y Alcorta, con esa vocación de construir futuro. Y allí, los comunistas paraguayos, en conjunto con miembros del aparato del Partido Comunista de la Argentina (PCA), generaron condiciones para la militancia de los tres.
El último vuelo del Cóndor
Se le había advertido a Maidana que era una mala idea, pero, además de la persistencia del secretario (qué era un parque comparado al sepulcro de vivos que sufrió en la Comisaría Tercera durante décadas) se sumaban dos factores para sostener ese Parque Avellaneda como lugar de reunión: la seguridad que generaba el anonimato y las reuniones en lugares públicos, a la vista de todos, por un lado, y el limitado conocimiento de la geografía urbana porteña que tenía nuestro camarada. Claro está que Maidana no vivió mucho tiempo en Buenos Aires por lo que era el único parque de su conocimiento, el cual quedaba a unos kilómetros a pie de su lugar de refugio.
Allí fijó una de sus paradas para ese miércoles 27 de agosto, en donde sus tareas militantes le deparaban varias reuniones, para luego encontrarse con su familia. La primera de ellas, registrada en la sede de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH), organismo decano de los derechos humanos en el vecino país, para abordar la solidaridad con el pueblo paraguayo que se llevó desde la constitución misma de dicha organización.
Conforme lo señalaron, las compañeras Edith Glaif y Graciela Rosenblum, históricas militantes de la Liga quienes fallecieron el año pasado, siendo solidarias con nuestro pueblo hasta su último respiro; en aquella reunión se había puesto de relevancia en el análisis la acción de los pyrague.
De allí salió Maidana para encontrarse con otro miembro de la dirección partidaria, Luis Casabianca, quien en ese momento también residía en la capital argentina junto con su esposa y camarada, la poeta Carmen Soler. La reunión fue a unas 10 cuadras del Parque Avellaneda. Intercambiaron nociones sobre las acciones del pueblo paraguayo contra la dictadura, fijando un encuentro en el barrio de Belgrano de la ciudad, para el lunes siguiente.
La última parada de ese viaje fue ese Parque Avellaneda de reuniones partidarias, bajo el ropaje de una cita de amigos con Roa, quien fingió a su familia una visita a un contador a la ciudad de Luján, trámite que había hecho con anterioridad, compartiendo únicamente el destino de la reunión a su compañera, Juliana Torres.
En ese destino es que confluyeron ambos, deparando el destino ese trágico final a sus vidas, con la confluencia represiva de argentinos y paraguayos de civil. ¿Cómo se llega a la conclusión de que hubo una ofensiva promovida por la dictadura stronista? Varios elementos abordan a esa hipótesis, ya que si bien es cierto que para 1980 ya el Plan Cóndor no estaba en su apogeo (ello ocurrió entre 1976 y 1978) es preciso señalar que la coordinación represiva entre las dictaduras persistió al amparo estadounidense, avanzada la década de los ochenta, en otros escenarios más propios de los intereses imperiales.
En primer lugar, días antes había sido arrestado un integrante del Partido, que luego de ser interrogado fue liberado por buena conducta, eufemismo que permite sospechar la delación consumada en esa prisión, sea legítima o fruto del pyraguereato. En los días siguientes, como un triste recordatorio de los hechos de 1975 y en un día tan significativo , prosiguió un derrotero represivo en las figuras de Maidana, Rojas y Alcorta, símbolos vivos de la barbarie stronista.
A la desaparición de Maidana y Roa, le siguió el intento de secuestro del profesor Julio Rojas, quien será el secretario general del Partido durante esa década del 80, pudiendo zafar de ello cuando escucha en las cercanías de su vivienda a varias personas hablando en guaraní, hecho no tan habitual en la Buenos Aires de ese entonces, lo que le permite escapar a tiempo.
Menos suerte tuvo Alfredo Alcorta, quien fue arrestado, pero la presión internacional del caso Maidana/Roa, permitió su legalización por la dictadura argentina en la cárcel porteña de Caseros y su posterior remisión a Suecia, donde fallecería en 1982.
Por último, se refiere que a la familia de Roa le efectuaron hostigamientos personales por parte de personal policial en los días siguientes a su secuestro y desaparición, sin perjuicio del control por parte de la inteligencia represiva de la dictadura stronista, la que se develó en el hallazgo de los “Archivos del Terror” en 1992.
El día después
Luis Casabianca esperó en la esquina de Cabildo y Juramento a Maidana en la fecha acordada, sin que su camarada aparezca, lo cual generó la primera alarma en la organización partidaria. Por su parte, los familiares de Maidana y Roa, primero cada uno por su cuenta y después con la coordinación de la LADH, con el patrocinio jurídico de la Dra. Isaína A. Schweide de Weiss, de amplia trayectoria en la solidaridad con el pueblo paraguayo, iniciaron la búsqueda tanto por vía personal como con los reclamos judiciales por la desaparición de ambos (hábeas corpus), las que si bien en el contexto de impunidad no fungió efectividad para su cometido, sirvió como prueba en los hechos de memoria posterior, tales como los informes de las dictaduras por parte de las comisiones de verdad en Argentina (Informe “Nunca Más” de la CONADEP) y Paraguay (Informe “ Anive haguä oiko” de la Comisión de Verdad y Justicia); además del histórico fallo dictado por el Tribunal Oral Federal N° 1 de la Ciudad de Buenos Aires, en los casos “Plan Cóndor” y “Automotores Orletti” , la que fue declarada de interés nacional por el Congreso mediante declaración N° 464/2016.
Asimismo, la solidaridad generó tanto el apoyo de personalidades (el presidente argentino después de la dictadura, Raúl Alfonsín intercedió ante el estado argentino y la prensa, junto a otros dirigentes políticos por el secuestro de ambos), como la intervención de los organismos internacionales de derechos humanos, quienes incluso llegaron a presionar a la dictadura stronista para que informe sus paraderos, con el obvio silencio del caso.
Las familias de Maidana y Roa y sus camaradas siguen buscando el paradero de sus restos mortales, presumiéndose mediante consultas efectuadas tanto por integrantes del Partido como por dirigentes democráticos quienes presumen, con la prueba que se pudo aportar en la materia, que ambos fueron enviados a los campos de concentración del stronismo, ya en ese momento en decadencia pero no por ello menos peligroso, permaneciendo desaparecidos a la fecha.
¡Maidana y Roa viven!
Menos de un mes después de estos hechos, el 17 de septiembre de 1980, un comando internacionalista con miembros argentinos y paraguayos, además de coordinación del gobierno sandinista de Nicaragua, ajustician al ex dictador Anastasio Somoza Debayle en plena luz del día sobre la entonces avenida Generalísimo Franco, hecho que marcó el inicio de la decadencia del régimen stronista a lo largo de esa década.
En ese contexto, el secuestro de Maidana y Roa podría configurar el último zarpaso de la bestia stronista a nivel internacional, posteriormente desprestigiada por un bombazo que nadie esperó y menos que menos la misma dictadura, que no mermó en su derrotero represivo, pero cada vez con menor eficacia.
Pese a las intenciones de esa larga noche criminal, el Partido Comunista Paraguayo si bien sufrió golpes duros como el señalado, no dejó de existir, pese a la fragilidad en la que quedó después de tantas oleadas represivas. De hecho, Maidana será el símbolo de esa recomposición partidaria , en el IV Congreso partidario de 1989, además de la memoria de los luchadores por un Paraguay mejor.
Símbolo que se traducirá en homenajes como el de los periodistas soviéticos Petrujin y Churilov, como en sus memorias editadas, como en las publicaciones de la Revista Internacional.
O en las palabras inmortales de la poesía de “el tercio cruel del viento con Antonio desaparecido” del Ñe´ery del comunista Schvartzman o, con las sentidas palabras de Carmen Soler:
“Se llama
y se llamará por siempre
Antonio Maidana
Antonio entero
Antonio quebracho
como le dice el pueblo
que recibe su ejemplo
en la noche
de lucha y espera.
El único Antonio que se nombra
cuando se dice luz, quebracho, fuerza.”
Por Federico Ovejero. Abogado y militante del Partido Comunista Paraguayo.