LA SORPRESIVA VACUNA RUSA
Por Gustavo Espinoza M.
Hizo bien el embajador de la Federación Rusa en el Perú Igor V. Romanchesko cuando, a través de las páginas del diario “El Comercio” respondió a aquellos que se sintieron “sorprendidos” por la rápida aparición de la vacuna contra el Covid 19 lograda por los laboratorios Camaleya de Moscú, y conocida hoy como “Sputnik V”.
También cuando se puso en órbita el Sputnik I –dijo el diplomático eslavo- los observadores occidentales “no salieron de su asombro”. Y es que para quienes no conocían la capacidad creadora del régimen soviético, la colocación de un satélite artificial en la órbita terrestre, parecía algo así como un acto de magia.
Hoy no existe en Rusia el régimen soviético. Pero sí la ciencia que se desarrollara en la URSS de una manera excepcional. Esa ciencia que fue capaz de enviar el primer hombre al espacio ante el espanto y el asombro de sus críticos de occidente. Sobre la base de ella, los médicos de hoy, en los laboratorios de Moscú, han logrado en poco tiempo crear, y entregar al mundo, un inyectable destinado a salvar a la humanidad de la Pandemia que lo agobia.
Los especialistas han dado la explicación pertinente: se han basado en los estudios anteriores referidos a la vacuna del Ébola, y a otra dolencia similar al Coronavirus que apareciera recientemente en el Asia Central. La suma de ambas experiencias, les ha permitido alumbrar el producto farmacéutico que hoy asombra a los escépticos comentaristas de nuestro tiempo.
Y es bueno que así suceda, porque eso nos ayudará a comprender la diferencia que existe entre una ciencia destinada a aliviar al hombre; de otra orientada a esquilmarlo convirtiendo sus dolencias en una fuente lucrativa capaz de crear riqueza y acumularla en pocas manos.
La crisis sanitaria de nuestro tiempo ha permitido que el mundo vea el afán de los comerciantes de la salud. Ellos, como Midas, buscan convertir en oro todo lo que tocan, ponen precio a los diagnósticos, a las pruebas médicas, a los procesos de curación y hasta los medicamentos que alivian el dolor y las enfermedades.
En pequeño, lo hemos sentido aquí, cuando han hecho volar por los aires incluso el costo del Paracetamol, y hasta los balones de gas; especulando inmisericordemente con el sufrimiento humano, traficando con la muerte.
Hoy, los laboratorios -puestos ante un negocio más grande- buscan producir una vacuna que puedan vender sin control. Recientemente se habló, en efecto, que el precio de ese producto en el mercado, podría bordear los dos mil dólares americanos.
Por eso, la vacuna rusa cae como un rayo que fulminará las más arteras ambiciones. Y es que se ofrecerá un precio tan modesto que, adquirida por los Estados, será fácilmente administrada de manera gratuita para todos los que la requieran.
El régimen de Vladimir Putin no es ciertamente Socialista. Pero se basa, sí, en la base material y política creada por la URSS, y no renuncia a ella. Por eso, recientemente, celebró por todo lo alto la victoria soviética sobre el fascismo en la II Guerra Mundial.
Y por eso, recogiendo el legado del pasado, nominó -como lo hizo- a esta vacuna contra el COVID. Occidente no tolera eso. Es más, denigra cualquier proyecto que se interponga en sus propósitos financieros. En la sociedad capitalista, lo que manda, es el dinero. La acumulación del capital, refleja su esencia. A partir de allí, expresa su política.
Las Corporaciones imponen sus pautas al gobierno de los Estados Unidos. Y él, las dicta a las administraciones de los países capitalistas. En cuanto a los Estados del “Tercer Mundo”, simplemente debe arrodillarse y acatar los dictados del Imperio. No tienen la posibilidad de optar por otros derroteros. En el caso, la Casa Blanca decide.
En esa línea, Washington dispara contra Rusia y contra China. También, claro está, contra Irán. Y contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. Contra todos los que, de una u otra manera se “atrevan” a actuar al margen del dictado. La batuta de Trump, luce implacable.
Ya cuando se habló de la posibilidad de recibir en el Perú una Brigada Médica Cubana, se produjo hasta una llamada telefónica de Donald Trump al Presidente Vizcarra. Nunca el país fue informado del contenido de esa conversación, pero hoy puede deducirse.
El gobierno peruano habló sobre el tema de las vacunas con Ángela Merkel, Boris Jhonson, Xi Jinping y Trump; pero no con Vladimir Putin. Y por supuesto, buscará no cruzar palabra con otros gobernantes que juzgue contestatarios.
Ese comportamiento obsecuente provocará creciente rechazo. Este, se incrementará en octubre y noviembre, cuando la vacuna llegue a América Latina y el Caribe, cuando Cuba, Venezuela, Argentina, México y Nicaragua, la tengan. Y cuando millones de peruanos le exijan a Martín Vizcarra abandonar el servilismo y actuar en beneficio de su pueblo. Cuando eso ocurra, la sorpresiva vacuna rusa, arribará también a nuestro suelo (fin).