“Mis encuentros con Eusebio Leal”
Dr. EDUARDO RIVAS STANY (*)
“Cuando los hombres lo olviden, lo recordarán las piedras”.
Fina García Marruz
El pasado viernes 31 de julio, en horas de la mañana, dejó de existir físicamente el Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la ciudad de La Habana y uno de los más insignes cubanos contemporáneos.
Hoy, domingo 2 de agosto de 2020, a 48 horas de su partida, aun profundamente apesadumbrado, como el resto del pueblo de Cuba, me decido a interrumpir transitoriamente la escritura de mis artículos médicos previstos, para iniciar una resumida descripción de mis breves encuentros con él en los últimos años. Y digo breves porque independientemente de su duración, que hubiera deseado que fueran infinitos, fueron profundos, inolvidables y aun persisten en mi memoria y mi corazón como si hubieran sucedido ayer.
Eusebio, como todos le decían, había nacido un 11 de septiembre de 1942, en la Calle Hospital, barrio de Cayo Hueso en la ciudad de La Habana; fue uno de los tantos cubanos admirados, quizás el más, nacidos en esa localidad. Además, para nosotros como cardiólogos fue una feliz coincidencia que Eusebio haya nacido el mismo día en que se fundó la Sociedad Cubana de Cardiología (SCC), 5 años antes, en 1937.
Conocí personalmente al Dr. Eusebio Leal, algún día de la década del 80 en la oficina del Profesor Alberto Hernández Cañero, a la sazón Director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de La Habana, al cual él llevaba a su idolatrada madre para que el Profesor la atendiera pues era su médico de asistencia. Yo, en esa época me desempañaba además de cómo cardiólogo del Instituto, mi tarea principal, como Responsable de Relaciones Internacionales de dicho Centro y como tal fui presentado al Dr. Leal. Tuvimos una cortés y breve conversación de presentación y me retiré para que el Profesor Cañero atendiera a su querida mamá. Yo en dicho momento consideré un privilegio haber tenido la oportunidad de haber conocido personalmente a tan distinguido historiador de la Ciudad, quien ya era una persona bien reconocida y admirada por el pueblo.
Pasaron los años y en alguna ocasión, sábado en la mañana, yo acompañaba en un recorrido demostrativo por la Habana Vieja a un cardiólogo y amigo mexicano, el Dr. Víctor García Uriza, en ese momento Presidente de la Sociedad Veracruzana de Cardiología a quien con mis muy limitados conocimientos al respecto le enseñaba los trabajos arqueológicos que se efectuaban a la entrada del casco histórico de la ciudad, en las proximidades de la calle de Tacón y Empedrado, justo próximo al Castillo de la Real Fuerza y casi frente al Seminario de San Carlos y San Ambrosio y, cuál no sería mi sorpresa cuando de repente veo a Eusebio Leal caminando frente al Seminario, con su habitual atuendo gris, en dirección a nosotros. Pensé que era una coincidencia, que seguiría de largo en su caminata y que no se acercaría a nosotros, pero de nuevo fui sorprendido al acercarse a nuestro pequeño grupo, éramos tres personas, extendernos su mano y para mi nueva sorpresa, pues yo pensaba que ni siquiera me reconocería, me preguntó: “¿Cómo está doctor?” y a continuación demandó de nuevo: “¿Y cómo está el doctor Cañero?” Quedé doblemente sorprendido, primero por su cortesía de acercarse a nosotros a saludarnos en medio de una de sus habituales caminatas por el entorno de esa parte bella y antigua de nuestra ciudad, pero más aun por su memoria visual al reconocerme a distancia y asociarme con el Prof. Hernández Cañero. Nos explicó brevemente lo que allí se hacía y continuó su marcha. Aun no sé si se sorprendieron más los amigos mexicanos que me acompañaban y que ya conocían de su nombre y de su obra, o mi persona, insignificante al lado de él. Además de nosotros, sólo la Giraldilla, que nos observaba de cerca, fue testigo de lo que consideramos tan significativo acontecimiento.
En alguna ocasión posterior, mientras visitaba con un acompañante el Museo de La Habana, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, casualmente accedíamos a la antigua oficina del Historiador de la Ciudad que perteneció al predecesor y Maestro de Eusebio Leal, Emilio Roig de Leuschsenring, donde se preparaba una actividad para la cual se habían instalado luces y cámaras de televisión con la presencia de periodistas y otros invitados y en la cual se esperaba la presencia de Eusebio. Decidimos marcharnos para no pecar de intrusos y en la salida nos tropezamos con Leal, que llegaba y quien después de un saludo nos invitó a acompañarlo en la actividad mencionada, a lo cual cortésmente rehusamos con el pretexto de que teníamos otro compromiso previamente establecido, lo cual no era totalmente cierto pero no queríamos abusar de su amistad y confianza.
Para los visitantes de la Habana Vieja no era difícil encontrarse con Eusebio caminando por sus calles, mirándolo todo, chequeando el estado de la reconstrucción de esa antigua parte de la ciudad, saludando y conversando con sus pobladores. Este hecho fue espontáneamente bautizado popularmente como “Andar La Habana”, tomando el nombre del bien conocido programa de televisión que él mismo creara para difundir los valores culturales e históricos de ese entorno varias veces centenario.
Por esa época yo acostumbraba visitar la Habana Vieja, unas veces como vía de paseo con mi familia algún fin de semana, en otras ocasiones para mostrarles esa parte antigua de nuestra capital a los amigos de otros países que nos visitaban. De tanta frecuencia fueron hace algunos años atrás que ya yo me consideraba un experimentado guía turístico aficionado; lamentablemente por causas ajenas a mi voluntad esa costumbre se ha ido aboliendo y actualmente solo acudo ocasionalmente, con algún propósito específico.
De tal manera recuerdo haberme encontrado con Eusebio durante sus caminatas y las mías por diversas calles de la Habana Vieja. Así nos cruzamos y saludamos por esa época en plena calle de los Oficios y momentos después en la tienda de antigüedades L’Antigua Habana, en Santa Clara y Oficios; siempre vestido con la sencillez de su traje gris y su habitual saludo: “¿Cómo está doctor?¨”, y mi respuesta: “Muy bien Eusebio, gracias, ¿y usted?”
Algún tiempo antes nos había visitado en La Habana el Sr. Ricardo Carbajosa que por esa época era el Presidente y fundador de la Asociación de Amistad Islas Baleares-Cuba radicada en Palma de Mallorca, la mayor isla de ese archipiélago español y a quien había conocido en una de mis visitas a dicha ciudad, a través del Dr. Alvaro Nadal, uno de los más reconocidos cardiólogos de Mallorca y muy amigo de Cuba y los cubanos. Un día Alvaro me llamó y me solicitó que atendiera al Sr. Carbajosa en una próxima visita a La Habana quien me hablaría por teléfono a su llegada. Así fue de nuevo mi sorpresa al solicitarme el visitante que lo acompañara a una entrevista que tenía previamente confirmada con el Dr. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad con motivo de precisar el mecanismo para efectuar un donativo a esa parte antigua de la Ciudad a través de la Oficina que él dirigía. Estuvimos juntos entonces una tarde de finales de los años 90 en la oficina del Historiador que por esa época estaba en los altos de la tienda del Marino, hoy Hotel Palacio Marqués de San Felipe, sito en la calle de los Oficios y Amargura, frente a la Plaza de San Francisco de Asís. De esa conversación conocí que se logró una colaboración importante que permitió la ulterior instalación y desarrollo de un centro de atención a niños con deficiencia visual y auditiva, así como otro para adultos mayores de la Habana Vieja.
En octubre 9 al 12 del año 2000 celebramos el I Congreso Iberoamericano de Rehabilitación Cardíaca y Prevención Secundaria, en el Palacio de Convenciones de La Habana, del cual yo fui Presidente de su Comité Organizador, otros 10 eventos como éste le han sucedido, celebrados en distintos países de Europa y América Latina. Pero éste que celebramos en Cuba tuvo una particular trascendencia, por haber sido el primero, por haberse creado en él el Consejo Iberoamericano de Rehabilitación Cardíaca y Prevención Secundaria, hoy de Prevención y Rehabilitación Cardiovascular, y por haber tenido un muy excelente programa científico y social. La magnificencia que se le pudo atribuir a este evento dependió en gran medida de la colaboración brindada por Eusebio Leal, a quien por recomendación de la entonces Directora del Archivo Nacional de Cuba, Sra. Everarda Salabarría, ubicado en la calle Compostela, en la Habana Vieja, persona muy allegada a él y esposa de mi paciente Sidroc Ramos, distinguido escritor, poeta, político y diplomático, fallecido en 2012, fui a ver, previa cita coordinada por ella misma, a principios del año del Congreso, al Dr. Eusebio Leal en su oficina de la calle de los Oficios.
Después de explicarle el objetivo del Congreso, al cual esperábamos la asistencia de un buen número de delegados extranjeros, entre ellos muy reconocidos especialistas, sobre todo cardiólogos relacionados con el tema, lo invitábamos a que ofreciera una conferencia en el marco del evento aprovechando que la fecha del 10 de Octubre coincidía con el aniversario 132 del Grito de Yara, que marcaba el inicio de nuestras Guerras de Independencia, en 1868. El Dr. Leal aceptó de inmediato, sin pensarlo un minuto y nos preguntó si podía colaborar de alguna otra manera con la organización del Congreso; le expresamos que estábamos tratando de ubicar un lugar, quizás en la Habana Vieja, donde pudiéramos realizar la cena de despedida lo cual nos había sido difícil pues debía incluir alrededor de 800 personas. Nos ofreció entonces realizarlo nada menos que en el excelente ambiente de la Plaza de la Catedral de La Habana, actividad que se efectuó al finalizar el evento, en la noche del jueves 12 de octubre de 2000, la cual fue amenizada con música cubana ofrecida por los músicos del lugar y un bello espectáculo de ballet moderno que simbólicamente recorría con música y danza la historia de Cuba desde los inicios de la colonización española. Fue un bello espectáculo que todavía años después me recordaban y celebraban colegas extranjeros que habían asistido a tal actividad, siempre yo remarcando que ello había sido posible gracias al Historiador de nuestra Ciudad.
Efectivamente Eusebio impartió su conferencia en el plenario del Palacio de Convenciones, durante 30 minutos aproximadamente, con la locuacidad y fuerza de expresión habituales en él que causó una excelente impresión entre todos los presentes, cubanos y extranjeros, insistiendo sobre todo en los puntos científicos y sociales de interés de los países iberoamericanos cuyos representantes allí nos acompañaban.
En mayo 9 de 2006 me encontraba yo en la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí partiendo en un vuelo de Iberia rumbo a Madrid, como escala para continuar hacia Atenas, Grecia, adonde me habían invitado como conferencista para participar en el Congreso de la Asociación de Prevención y Rehabilitación Cardiovascular de la Sociedad Europea de Cardiología (EUROPREVENT-2006). En la sala de espera para abordar el vuelo y para mi agradable sorpresa, coincidí con Eusebio Leal, quien se dirigía a Madrid, adonde también lo habían invitado para participar en alguna actividad histórico-cultural. Después del saludo convencional y una breve charla fuimos conminados a abordar el vuelo y quedamos en vernos y continuar nuestra charla durante el vuelo. Al abordar el avión, él fue pasado a la cabina de 1ra. clase, como le correspondía y como indicaba el boleto incluido en su invitación, yo sin embargo me incorporé a mi asiento en clase turística y no lo volví a ver durante el vuelo. Téngase presente que esos vuelos hacia Europa en general son de noche y madrugada, después de una cena ligera se apagan las luces de la cabina principal y casi todos los pasajeros se disponen a dormir durante ese trayecto del vuelo. Nos volvimos a ver en la mañana siguiente al arribar al aeropuerto de Barajas, en Madrid, nos saludamos nuevamente y nos despedimos pues a él lo esperaban unas personas, quizás de la Embajada cubana en esa ciudad, y yo sin salir del aeropuerto debía trasladarme hacia otra Terminal donde debía tomar mi vuelo de continuación hacia Atenas, una hora después.
El 13 de octubre de 2011, asumí oficialmente en el marco del Congreso CardioVilla, en Santa Clara, la presidencia de la Sociedad Cubana de Cardiología y en el siguiente año se celebraría el aniversario 75 de la fundación de nuestra Sociedad, hecho que se produjo en el departamento # 222, en el segundo piso del edificio conocido como la Manzana de Gómez, hoy Hotel Gran Manzana Kempisky, de 5 estrellas plus, precisamente en la Habana Vieja. Debíamos organizar una actividad decorosa en ocasión de tal conmemoración.
Un sábado en la mañana del mes de febrero de 2012 coincidimos en la reunión correspondiente al Balance Anual de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU) de la cual ambos éramos asociados que se efectuaba en el Salón de Actos del Ministerio de Relaciones Exteriores, en El Vedado. Al finalizar la misma me le acerqué y luego del saludo habitual le hablé de la conmemoración de nuestra Sociedad que se acercaba y le comenté que me gustaría conversar con él los planes que teníamos. Me preguntó la fecha y se la ratifiqué, sería el 11 de septiembre de ese año, me dijo “Tenemos tiempo, lléguese por mi oficina y hablamos”. Efectivamente, poco tiempo después recibí un correo electrónico de su Secretaria invitándome a pasar por su oficina para sostener una conversación con Eusebio Leal, por supuesto respondí aceptando.
Dicha conversación fue acordada para un día de semana a las 11:00 a.m. en la actual sede de la Oficina del Historiador en una bella mansión colonial restaurada en la Avenida del Puerto; yo llegué 10 minutos antes de la hora acordada y al arribar a ella tanto la recepcionista de la planta baja como la secretaria me manifestaron que el Dr. Leal no había regresado aun de su recorrido matinal por las calles de la ciudad antigua pero que él me esperaba. Me invitaron a esperarlo sentado en una esplendorosa sala que servía como introito a su oficina. Dicha sala estaba colmada de elegantes muebles y otros objetos antiguos, así como bellos cuadros que colgaban de sus paredes. Yo me entretenía mirando tanta belleza antigua y en menos de cinco minutos, o sea a la hora exacta acordada llegaba él, con su vestimenta y saludo habitual, que yo respondí puesto de pié. Me invitó a sentarme donde mismo yo estaba y él se sentó en otra silla similar frente a mí e iniciamos la informal conversación.
Mi principal objetivo para tal encuentro era intentar recuperar tal departamento como oficina de nuestra Sociedad de Cardiología, donde se fundó ese día del año 1937. Semanas antes yo había visitado el lugar y lo encontré, en el segundo piso del edificio donde entonces había una escuela Secundaria Básica, afortunadamente encima de las puertas de entrada de algunos de tales departamentos se conservaban aun unos cristales en forma de claraboyas, donde aparecían originalmente grabados los números de tales locales. El mismo se mantenía algo descuidado, funcionaba como un almacén donde se guardaban muebles y otros objetos en mal estado. Me asomé al balcón y pude observar que daba a la calle ancha, en forma de plazoleta, continuación de la calle Obispo, frente a la entrada principal de la actual sede de obras internacionales del Museo Nacional, antes edificio del Centro Asturiano de La Habana. Este edificio tiene para mí un valor sentimental especial pues en él se conocieron y enamoraron mis padres en un baile dominical, en una tarde de1944.
Al trasladarle mi idea al Dr. Leal, éste de inmediato me respondió: “Doctor, el edificio de la Manzana de Gómez se va a reconstruir de inmediato y se convertirá en un hotel de lujo de 5 estrellas.” Y continuó: “Usted comprenderá que una oficina de una sociedad médica dentro de un hotel de ese tipo no tiene sentido”. En ese momento me enteré de lo que pocos sabían referente a la restauración y conversión en hotel de lujo de ese emblemático edificio, lo cual hoy es una realidad.
A cambio me propuso confeccionar y colocar en algún lugar que yo decidiera una “tarja perecedera”, donde quedara plasmado el hecho de la fundación de nuestra Sociedad y los nombres de los 8 cardiólogos cubanos que la fundaron para una vez terminado la obra del hotel confeccionar la tarja definitiva y permanente, que se pondría en algún lugar prominente, cerca de la entrada principal del hotel. Yo me consideré en el deber de advertirle en ese momento que probablemente esos 8 cardiólogos pertenecieran a clases altas de la sociedad, como era usual en la época, que podrían haber fallecido en ese momento o haber abandonado el país por no compartir ideas revolucionarias, por lo que debíamos reconsiderar incluir sus nombres en la tarja. De inmediato me respondió con estas palabras: “¿Qué obra usted considera más revolucionaria que la de Carlos J. Finlay? ¿Y acaso Finlay era un revolucionario? Y continuó: “¡La Historia es la Historia y ésta no se puede cambiar!”
Por supuesto yo callé y convencido afirmé y ni corto ni perezoso al llegar a mi casa me dispuse a redactar, a su pedido, el texto de la tarja que debía poner a su consideración cuando la tuviera. Al día siguiente le envié por correo electrónico mi proposición de texto, con los 8 nombres de cardiólogos fundadores incluidos, texto que él aprobó en su totalidad, sin cambio alguno, y que hoy se muestra en la tarja confeccionada al efecto dispuesta en la pared principal del Salón de Actos del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de La Habana, junto a imágenes del Libertador Simón Bolívar y nuestro Apóstol José Martí. La tarja definitiva no se logró poner, la obra de reconstrucción del hotel Manzana demoró unos años, Eusebio debutó con la enfermedad que finalmente lo llevó a la muerte y yo nunca me atreví a molestar su atención con este propósito.
Debo agregar que además me ofreció localizar oportunamente alguna casa o local en la Habana Vieja, con las condiciones requeridas, para instalar allí las oficinas de la Sociedad Cubana de Cardiología, ya que no era posible el lugar solicitado dentro de la Manzana de Gómez. Analizamos la proposición en el seno de la Junta de Gobierno de nuestra Sociedad y nunca llegamos a ejecutarla pues aunque tuviéramos la casa, no disponíamos de recursos financieros suficientes para mantenerla, es decir los gastos de secretaría y otros empleados además de electricidad, teléfono, agua, Internet, etc. y esperando el momento oportuno, Eusebio se nos fue.
Como resultado de aquella conversación, acordamos realizar el acto central por el Aniversario 75 de la fundación de la Sociedad Cubana de Cardiología en la esplendorosa Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, de la cual el Dr. Leal era su Decano y a la cual asistieron más de 200 personas invitadas a la ocasión y participaron destacadas autoridades y científicos de nuestra organización de Salud, así como un nutrido grupo de Miembros de nuestra Sociedad. En el marco de esta actividad se entregó la Medalla “75 Aniversario de la Sociedad Cubana de Cardiología” a 25 eminentes personalidades cubanas relacionadas con la labor de nuestro Sistema de Salud o de nuestra Sociedad. Una de las primeras medallas otorgadas correspondió al Dr. Eusebio Leal Spengler, por sus indiscutibles méritos en el campo de la restauración de la ciudad y por su reiterada colaboración con nuestra Sociedad. La medalla fue entregada a la Lic. Mayra Resick, Directora de Comunicaciones de la Oficina del Historiador y de la emisora Habana Radio, quien asistió en su nombre. Eusebio había justificado previamente con nosotros su ausencia al acto por tener compromisos personales que se lo impedían. Ella lo justificó nuevamente en el acto pues ese día era su cumpleaños. ¡Qué coincidencia tiene la vida, Eusebio nació el mismo día, 5 años después, de la fundación de nuestra Sociedad! A partir de ese momento y hasta el final de su existencia, cada día de su cumpleaños yo lo felicité por teléfono o correo electrónico, en nombre de nuestra Sociedad; siempre él agradeció muy cortésmente tal felicitación.
El mismo Eusebio nos brindó la oportunidad de que una vez terminada la parte oficial del acto, tuviera una actuación el coro de música medieval Ars Longa, bajo la dirección de la Maestra Teresa Paz, que tenía vínculos con la Oficina del Historiador. Dicho coro interpretó piezas de su bello repertorio que significó un colofón de excepción a nuestro evento. En la organización de esta actividad también participó el Doctor Félix Julio Alfonso, Rector de ese Colegio Universitario con quien el Dr. Leal me había puesto en contacto antes.
Nuestro último encuentro personal ocurrió en el Instituto de Oncología y Radiobiología de La Habana, una tarde del mes de septiembre de 2019. Él iba acompañado del Dr. Jorge Marinello Guerrero, Presidente de la Sociedad Cubana de Oncología y otro compañero, yo lo vi venir de lejos, algo más delgado que habitualmente, pero me quedé sentado donde estaba, me daba pena saludarlo en tales circunstancia pues yo conocía de su enfermedad y sabía que iba a realizarse una sesión de radioterapia para intentar detener el progreso de su padecimiento pancreático. No obstante él en cuanto me vio se dirigió a mí, para como siempre saludarme, estrecharme la mano y preguntarme además de cómo estábamos mi familia y yo, cómo iba el Instituto y la Cardiología en Cuba. Siempre le di una respuesta favorable a sus preguntas, nos despedimos, él siguió su camino y yo quedé muy honrado de verlo, aunque a la vez apenado porque ni siquiera le pregunté por su estado de salud o el motivo de su presencia en ese lugar. Yo en general conocía de su padecimiento pero no deseaba sacar relucir en ese instante y lugar tal conversación.
Tuvo la oportunidad de presenciar, quizás la culminación de su obra maestra, la reinauguración del Capitolio Nacional, después de la culminación de las obras de restauración, así como de lugares paradigmáticos de la Habana Vieja, en ocasión de la celebración del 500 Aniversario de la Fundación de La Habana, el 16 de Noviembre de 2019, a menos de un año de su partida física definitiva.
Cada noche lo recuerdo, cuando antes de acostarme a dormir, al cerrar una de las ventanas de mi casa y mirar a los lejos, diviso la majestuosa cúpula del Capitolio iluminada, tal cual él la previó y que así persistirá en reconocimiento a su obra y su memoria.
El día de su partida, al mediodía, al conocer de su fallecimiento no pudimos en ese instante, hacer otra cosa que escribir un Twitter:
“La Sociedad Cubana de Cardiología comparte el profundo pesar de nuestro pueblo ante la partida física de tan insigne cubano, el Dr. Eusebio Leal Spengler. No lo despedimos, su inmensa obra patriótica y cultural hará que permanezca por siempre entre nosotros.”
Parafraseando a Fina García Marruz, diríamos: Junto con las piedras, los hombres lo recordarán siempre.
(*) Dr. Eduardo Rivas Estany
Presidente Sociedad Cubana de Cardiología
Profesor Titular Consultante,
Jefe Dpto. Prevención y Rehabilitación,
Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, La Habana.