LA CONTROVERTIDA VISITA DE LOPEZ OBRADOR A ESTADOS UNIDOS

Por LUIS MANUEL ARCE ISAAC

México, 12 jul (Prensa Latina)
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció su viaje a Estados Unidos por el
inicio del tratado de libre comercio tripartito con Canadá, se desataron los demonios de la
derecha y la izquierda crítica mexicana.

    Aunque con objetivos y propósitos muy distantes, unas y otras centraron sus ataques
básicamente en dos señalamientos. Primero, el viaje es inoportuno porque se realiza en un
período electoral en Estados Unidos y puede verse como un respaldo a Donald Trump, candidato a la reelección.

   Segundo, porque coincide con un movimiento antirracista por el asesinato de George Floyd y la
izquierda estadounidense podría ver muy mal la visita, al igual que el Partido Demócrata que se
sentiría apartado.

   Los amigos y partidarios de López Obrador incluso publicaron cartas abiertas para tratar de
disuadirlo del viaje. El cuestionamiento tuvo un espíritu constructivo y nunca de enfrentamiento,
como quedó expresado en los avisos de los veteranos políticos Bernardo Sepúlveda y Porfirio
Muñoz Ledo, entre otros.

    La respuesta del mandatario a unos y otros fue invariable: este no es un viaje político, ni
partidista, ni tiene algo que ver con lo que suceda en Estados Unidos. Es un viaje necesario para
defender y consolidar el tratado comercial más importante para México en momentos de crisis
económica y necesidad de inversiones.

   De allí no hubo quien lo moviera. Pasó jornadas enteras explicando lo mismo, y ante la negativa de Justin Trudeau de asistir al encuentro, respondió siempre: aunque no vaya estaré presente por la importancia que el tratado tiene.

    La derecha apostó a la carta de un previsible desplante del anfitrión hacia México dado su
despreciable y antipático historial racista contra los mexicanos a quienes ha dedicado los peores ymás irrespetuosos epítetos considerados como una ofensa imperdonable.

    Era fácil prever algo así dada la triste fama de Trump de hablar bien de un amigo y a los cinco
minutos, incluso frente a él, ofenderlo de la manera más grosera, como ha hecho con muchos de
sus socios europeos, incluidos Alemania y Francia, o sus aliados de la OTAN.

   Sin embargo, para sorpresa de ellos, eso no sucedió con López Obrador quien acudió a la visita
con un discurso inspirado en la filosofía del Mahatma Gandhi en el que prevaleció en todo
momento el mensaje a la buena vecindad con el poderoso del norte, mucho diálogo, respeto
mutuo, y confirmación de la soberanía.

   Además, todo dentro del contexto del tema principal, el T-MEC, sobre el cual marcó el terreno
apolítico de los tres encuentros que signaron la visita: la reunión privada personal, la colectiva con ambas delegaciones, y la cena con los empresarios. Ni en los discursos protocolares, ni en la firmade la declaración conjunta, afloró algo más allá del objetivo principal: el T-MEC.

    Hay un concepto que dibujó el contorno del encuentro, según expuso López Obrador a su
regreso de Washington: tratar con Trump exclusivamente lo que une a la región del norte como
escenario comercial y de integración económica, y dejar las diferencias que los separan para otrosámbitos.

   En esto último se incluyen, por supuesto, el muro fronterizo tan repudiado y el tratamiento
deshumanizado a la migración latina en general y la mexicana en particular. Trump aceptó de
facto esas reglas.

   Los agradecimientos a Trump, en especial su asistencia durante la crisis de los precios del
petróleo y el suministro de ventiladores para la respiración mecánica en el momento más agudo
de la Covid-19, fueron el lubricante que usó López Obrador para hacer potable y productivo el
encuentro y neutralizar reacciones negativas propias de su vecino.

   La atmósfera hábilmente creada por López Obrador fue la del respeto mutuo, el trato igual y la
soberanía, sin dejar de recalcar que hay agravios que no se pueden olvidar y perduran en el
tiempo, sin que fuera necesario explicar los por qué, que Trump y México entienden muy bien.

   La enseñanza que se debe sacar de este escarceo la expresó el propio López Obrador con la
siguiente reflexión dirigida a sus críticos al regreso de Washington:

   “Aunque tengamos posturas ideológicas distintas, si se pone por delante el interés de las
naciones se puede llegar a acuerdos sin prepotencia, sin extremismos, buscando siempre la
conciliación, el diálogo, el respeto mutuo”.

    Debería ser siempre así, en cada momento, en cada escenario, frente a cualquier país, rico o
pobre, sea o no una potencia.
lma