VARGA LLOSA, EL LIBERALISMO Y EL MANEJO DE LA PANDEMIA

Ariela Ruiz Caro*/ Resumen Latinoamericano, 17 de junio de 2020

En un artículo reciente, El ejemplo uruguayo, el premio Nobel de Literatura analiza la estrategia de Uruguay frente a la pandemia del covid-19 y se pregunta “por qué no se ha publicitado más la manera tan eficiente como Uruguay ha luchado contra el coronavirus”, país al que describe como uno pequeño, “de apenas tres millones y medio de habitantes, aplastado por vecinos tan enormes como Brasil y Argentina”. 

A renglón seguido afirma que “a estos gigantes les hubiera ido bastante mejor si, en vez de hacer lo que han hecho para detener (o incentivar, se diría más bien, en el caso brasileño) la pandemia, hubieran seguido el ejemplo uruguayo”. Solo la fantasía creativa de un novelista puede imaginar que la estrategia llevada adelante en un país de las características demográficas y socioeconómicas de Uruguay puede aplicarse en sus grandes vecinos, que cuentan con conglomerados urbanos de las dimensiones de Buenos Aires, Sao Paulo o Rio de Janeiro, en donde la pobreza, con sus novias ignorancia e informalidad atraviesan, en distintas medidas, los vasos sanguíneos de esas grandes metrópolis. No es posible analizar la respuesta a la pandemia dejando de lado las realidades de cada país.

Uruguay tiene una población y dimensión territorial similares a la provincia argentina de Santa Fe, sin grandes urbes, con una densidad demográfica de 20 habitantes por kilómetro cuadrado. El covid-19 ha causado 23 fallecidos, mientras que Santa Fe, con una cuarentena obligatoria, ha registrado tres. Casi toda la población uruguaya tiene acceso al agua potable y el trabajo informal es solo el 24%, el más bajo de la región.  Es un país más homogéneo, sin la diversidad y las complejidades culturales de Brasil, con los más altos indicadores sociales de la región. Es ilusorio pensar que la estrategia llevada a cabo por Uruguay puede aplicarse en países con poblaciones de 208 millones de habitantes, como Brasil, y de 40 millones, como Argentina, con territorios 50 y 15 veces mayores, respectivamente, que el de Uruguay.

Sus dos gigantes vecinos han tenido estrategias muy distintas. A diferencia de Brasil, con un presidente que emula a Donald Trump al minimizar la pandemia, resistir las medidas de distanciamiento social y difundir el uso irresponsable de medicamentos como tratamiento preventivo y curativo del virus, cuya eficacia no ha sido comprobada científicamente, el gobierno argentino optó por una cuarentena obligatoria que se inició el 20 de marzo y continúa vigente. Los alcances de la medida se han ido modificando y hoy se concentra básicamente en el área metropolitana de Buenos Aires, donde reside casi el 40% de la población del país. El confinamiento obligatorio ha permitido controlar la enfermedad y se han producido 820 muertes (18 por cada millón de habitantes) en comparación con las 43 000 muertes que registra Brasil (202 por cada millón de habitantes).

Vargas Llosa sublima la democrática estrategia uruguaya y exalta el respeto a la libertad del individuo que tiene el presidente Luis Lacalle Pou, del Partido Liberal, al no haber impuesto una cuarentena obligatoria. Dice que “el resultado de esta política que no quiso aprovecharse del virus, como algunos gobiernos democráticos en Europa y en América Latina, para restringir las libertades y promover su agenda política sin las incomodidades de una oposición parlamentaria, no puede haber sido más positiva”. 

El escritor no aclara que, al conocerse los primeros casos de coronavirus en Uruguay, el 13 de marzo, el gobierno puso en marcha inmediatamente medidas similares a las de otros países de la región, como Argentina y Perú: cerró fronteras y suspendió vuelos y cruceros, clases, servicios religiosos, centros comerciales, eventos sociales, culturales y deportivos, así como la Administración Pública. Asimismo, prohibió el trabajo del sector de la construcción por tres semanas para prevenir la propagación del covid-19 y pagó el seguro de desempleo a los cien mil trabajadores del sector, con recursos del Estado. 

Es cierto que “nadie que quisiera salir a la calle o seguir trabajando sería impedido de hacerlo, multado o detenido”, pero también lo es, que las actividades suspendidas por el gobierno impidieron de facto el trabajo de mucha gente. Si bien los pequeños negocios podían atender, la gran mayoría permaneció cerrada por la escasa afluencia del público debido a que la población acató las recomendaciones del gobierno de quedarse en casa por el temor al virus. En su último informe, la Cámara de Comercios y Servicios del Uruguay (CCSU) reflejó la dura realidad que atraviesan las empresas, con una caída en las ventas de más del 75% tras la aparición del coronavirus. Además, menciona que el 60% considera que las medidas de apoyo son insuficientes. Uruguay no ha podido escapar de la tormenta y enfrenta una severa recesión económica.

La fuerte inversión pública en salud realizada durante el gobierno del Frente Amplio permitió que el 87% de los casos se atendieran en los domicilios o en centros del primer nivel de atención, de acuerdo con las cifras oficiales del Ministerio de Salud Pública, gracias a que Uruguay cuenta con un sistema muy desarrollado y desplegado en todo el país. Ello evitó la circulación de la población, así como la saturación de los hospitales, y contribuyó a contener la enfermedad.

Wilson Benia, representante de Sistemas y Servicios de Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Uruguay, considera que “el desarrollo del primer nivel de atención, contar con un sistema de vigilancia epidemiológico, con un sistema nacional integrado de salud con un fuerte liderazgo de la autoridad sanitaria, además de disponer de historias clínicas electrónicas, una amplia red de internet y una ley de servicios de comunicación audiovisual, han sido aspectos clave a la hora de responder a la demanda asistencial por covid-19”. 

El laureado escritor afirma que “el izquierdista Frente Amplio cometió durante sus quince años de gobierno equivocaciones notables en política económica”. Este dejó un déficit fiscal equivalente al 5% del PBI y un endeudamiento público que había crecido alrededor de 10 puntos en términos del PBI en los años anteriores. Sin embargo, como señala el ministro de Salud del gobernante Partido Liberal del Uruguay, Daniel Salinas, se mejoraron notablemente las condiciones sociales, especialmente el sistema hospitalario. El nivel del déficit y endeudamiento generado para invertir en desarrollo social resulta ínfimo comparado con el que generó el expresidente argentino Mauricio Macri, quien contrajo una deuda externa que destinó a ganancias especulativas aprovechadas por su círculo más cercano y que hoy tiene a Argentina al borde del default.

Vargas Llosa recuerda que lo que más le sorprendió de su primera visita a Uruguay en 1966 fue “su democracia, la más genuina de todo el continente”. Esa democracia es la que permitió a los uruguayos impedir, mediante referéndum, la privatización de la mayor parte de las empresas de servicios públicos en la década de los noventa. Ningún otro país latinoamericano utilizó un mecanismo similar, lo que ha dado lugar a que sea el único país en la región en donde el Estado no se ha desprendido de sus empresas en los sectores eléctrico, petrolero y de telecomunicaciones. 

Así, durante el gobierno del Frente Amplio, las empresas estatales de telefonía fija, Antel, y la de telefonía móvil, Ancel, realizaron grandes inversiones en la extensión de la red de fibra óptica en todo el país, lo que permite hoy realizar con éxito la educación a distancia. En 2007 se creó El Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Plan Ceibal) que, según el Banco Mundial, “es uno de los ejemplos a nivel mundial de cómo un programa puede llevar la tecnología a las aulas y ser un vehículo para acercar los maestros y profesores a soluciones innovadoras, con el objetivo de influir sobre aprendizajes para potenciarlos”. 

La pandemia del covid-19 ha puesto en entredicho los modelos neoliberales y ha dado lugar a que muchos economistas (por ejemplo, Ricardo Ffrench-Davis y José Antonio Ocampo) consideren que esta es una oportunidad para repensar el rol del Estado y hacer cambios estructurales que incluyan a la gente. Perú, por ejemplo, es una clara muestra del exitismo macroeconómico y del liberalismo económico que todas las calificadoras de riesgo aplaudieron y evaluaron con notas de excelencia, sin tomar en cuenta sus deplorables indicadores sociales, con tres cuartos de los trabajadores en el sector informal y un sistema de salud y educación absolutamente precarios. Chile, a pesar de sus mejores indicadores sociales, cuenta con un sistema de educación y de salud fracturado entre ricos y pobres. Sin embargo, ha sido presentado durante lustros como ejemplo de democracia y liberalismo económico exitoso. Actualmente es el tercer país sudamericano desbordado por la pandemia, precedido por Brasil y Perú.

La reflexión y el intercambio de miradas a las que nos invita El ejemplo uruguayo nos permite concluir que la cuarentena en Uruguay fue obligatoria para un gran número de actividades. En el caso de aquellas que no se prohibieron en los sectores comercio y servicios se permitió que el ciudadano optara libremente (y es esto lo que más impresiona a Vargas Llosa) por concurrir o por adoptar las recomendaciones de aislamiento social impartidas por el gobierno. El alto nivel educativo de la ciudadanía y los menores niveles de pobreza, en comparación con el resto de la región, permitieron que la mayoría acatara la medida en todo el país, de la misma forma que lo hacen los sectores medios y altos de otros países latinoamericanos. 

Solo en este contexto se puede entender la positiva experiencia uruguaya; no es un modelo exportable y mucho menos para países como Brasil y Argentina. Otros, como Nueva Zelanda y Paraguay, han tenido inclusive mejores resultados que Uruguay (3 y 2 muertes por millón de habitantes, respectivamente) como resultado de drásticas cuarentenas obligatorias. Los hechos muestran que las pandemias no se controlan con principios liberales. Las medidas de confinamiento impuestas para enfrentar el coronavirus por la gran mayoría de países han salvado millones de vidas y evitado decenas de millones de contagios en el mundo entero. Son las conclusiones de dos estudios recientes publicados en la revista científica Nature.

* Economista. arielaruizcaro@gmail.com
Twitter: @arielaruizcar

FUENTE: Otra Mirada