Por Jorge Luna
Prensa Latina.-
El escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh fue asesinado hace 43 años, 24 horas después de denunciar públicamente la existencia de 15 mil desaparecidos, 10 mil presos, cuatro mil muertos y decenas de miles de desterrados en su país.
Testigos del crimen señalaron que Walsh -tras distribuir clandestinamente su Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar- resistió a tiros un intento de secuestro mientras pudo y murió acribillado a balazos a los 50 años de edad. Sus restos permanecen desaparecidos.
Walsh, cuya hija también murió combatiendo a los militares, redactó el histórico texto admitiendo que lo hacía ‘sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles’. La obra intelectual de uno de los fundadores de Prensa Latina, trascendió el periodismo y la literatura de su época y quedó de ejemplo de lucha para futuras generaciones latinoamericanas.
Descendiente de irlandeses, Walsh (1927-1977) confesó en una autobiografía que su sueño de niño fue ser aviador, pero debió desarrollar varios otros oficios. En 1964 decidió que, de todos, ‘el violento oficio de escritor’ era el que más le convenía.
Describió así otros oficios que tuvo: ‘el más espectacular, limpiador de ventanas; el más humillante, lavacopas; el más burgués, comerciante de antigüedades; y el más secreto, criptógrafo en Cuba’.
Durante sus labores en Prensa Latina, a comienzos de 1961, logró descifrar un mensaje de la CIA, que llegó accidentalmente a los teletipos de la agencia en La Habana y que revelaba la ubicación en Guatemala de bases de entrenamiento de mercenarios que se aprestaban a invadir a Cuba por Playa Girón.
La anécdota fue rescatada con maestría por el colombiano Gabriel García Márquez, otro fundador de Prensa Latina, quien subrayó que Walsh ‘se adelantó a la CIA’ al revelar sus secretos.
Lo consiguió, precisó, al cabo de muchas noches insomnes, sin haberlo hecho nunca y sin entrenamiento alguno en la materia.
Poco después, el 15 de abril de ese año, tres ciudades cubanas fueron atacadas simultáneamente por aviones militares procedentes de bases de la CIA en Guatemala, preámbulo de la invasión que sería derrotada en 72 horas.
Al día siguiente, durante las honras fúnebres de las víctimas de ese bombardeo, el entonces Primer Ministro Fidel Castro denunció el carácter traicionero de la agresión, aunque aclaró que ‘era algo que todos los días se estaba esperando’.
Más allá de ello, Walsh fue un prolífico periodista, escritor y activo militante, cuya obra mayor Operación Masacre, publicada en 1957, relata de forma novelada el testimonio de varios sobrevivientes del fusilamiento de 12 civiles a manos de la policía de Buenos Aires durante el gobierno de facto del general Pedro Eugenio Aramburu.
Autor de otros 14 libros, incluyendo ¿Quién mató a Rosendo? y El caso Satanowsky, y más de 50 artículos de prensa, Walsh ya tenía experiencia periodística cuando llegó a La Habana en 1959 llamado por su compatriota Jorge Ricardo Masetti, fundador y primer director de Prensa Latina.
En uno de sus más conocidos textos, relata las frecuentes visitas del Comandante Ernesto Che Guevara a Prensa Latina: ‘nunca sabíamos en Prensa Latina, cuándo iba a venir el Che, simplemente caía sin anunciarse’.
La única señal de su presencia en el edificio eran dos guajiritos con el glorioso uniforme de la sierra; uno se estacionaba junto al ascensor, otro ante la oficina de Masetti, metralleta al brazo, agregó en un artículo publicado por Casa de las Américas.
Muchos tuvieron más suerte que yo, conversaron largamente con Guevara, prosiguió Walsh. Aunque no era imposible ni siquiera difícil, yo me limité a escucharlo, dos o tres veces, cuando hablaba con Masetti. Había preguntas por hacer pero no daban ganas de interrumpir o quizá las preguntas quedaban contestadas antes de que uno las hiciera.
Walsh dirigió el departamento de Servicios Especiales de Prensa Latina, donde se redactaban extensos y profundos análisis periodísticos, y contribuyó al crecimiento de la naciente agencia noticiosa durante dos años, antes de regresar a Argentina para incorporarse a la lucha contra el represivo gobierno de la época.
En 1972, desde Buenos Aires, escribió una carta sobre la situación argentina a Roberto Fernández Retamar, de Casa de las Américas, uno de cuyos prestigiosos jurados había integrado años antes.
Lamentaba que ‘el resultado de los mejores esfuerzos intelectuales se quema diariamente y, al día siguiente, se reconstruye y se vuelve a quemar’.
Se despidió de Fernández Retamar rogándole transmitir a sus amigos y compañeros su ‘inconmovible seguridad en la victoria de los pueblos que profetizaba el Che’.
En Argentina, había laborado como corrector y traductor. En ese período, escribió en las revistas Primera Plana y Panorama y publicaciones de la Confederación General del Trabajo (CGT), entre otras. En 1973, junto a varios intelectuales argentinos, editó la revista Militancia.
Walsh participó como militante en fuerzas de la izquierda de su país y, con el nombre de guerra ‘Esteban’, en la organización Montoneros.
En 1976, fundó la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) para enfrentar el cerco informativo del régimen y la complicidad de los grandes medios.
Cumplió esa importante misión hasta el día de su muerte, y el recuerdo de su ejemplo es conmemorado en varios escenarios latinoamericanos.
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