CABEZA FRÍA ANTE UN VIRUS POLITICAMENTE CALIENTE


Luis Manuel Arce Isaac

México.- 

El subsecretario de Prevención de la Secretaria de Salud de México, Hugo López-Gatell, llamó a los partidos nacionales despolitizar la epidemia Covid-19 y no hacerla más letal de lo que es con
falsas noticias y campañas desorientadoras.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, menos explícito y más diplomático, insinuó algo
semejante al Grupo de los 20 en una cumbre virtual reciente al expresarle a sus colegas del mundo que el gobierno de México dejaba en manos de científicos y médicos la conducción de las medidas para contrarrestar la epidemia.

   Lo planteado por México al G-20 es de la mayor importancia pues un asunto de salud del que
depende la vida de cientos de miles de personas no debería sobrepasar las fronteras de la ciencia pues se corre el riesgo de que todo se contamine y se atrasen las soluciones.    Covid-19 ya
arrebató más de 160 mil vidas en el mundo, y para América no ha llegado todavía el peor
momento. Ya supera a Europa en casos confirmados.

  México se ha convertido de tal manera en un centro de lo que ahora denominan fake news, que autoridades sanitarias y gubernamentales se han convertido en docentes de 24 horas diarias para contrarrestarlas y evitar el caos y el pánico y al mismo tiempo educar a la gente en el
enfrentamiento de un virus nuevo en fase de estudio, del que se conoce bastante poco y es
brutalmente letal.

    Como promedio general, 6,6 por ciento de infectados técnicamente morirán, o mejor dicho,
mueren en ese lapso por el SARS-CoV2, el coronavirus de la Covid-19, la epidemia que más
rápidamente se ha convertido en pandemia superando pestes seculares en el viejo mundo, la
ficción y el génesis.

    Más que tonto y estúpido, es criminal e irresponsable politizar un fenómeno de magnitud
malthusiana como el coronavirus SARS-CoV2 para saciar intereses particulares y egoístas,
económicos y financieros, y sobre todo partidistas y comiciales, como han dicho autoridades
sanitarias mexicanas.

    Cuando la Covid-19 apareció, prevaleció en los medios de prensa una campaña intensa de
desacreditación de China en todos los órdenes, incluida la discriminación racial, que repercutió en México en la comunidad asiática, aunque de forma aislada.

   Entonces no era posible relacionar el origen del virus con la víctima pues a todas luces sería
contraproducente, una locura.

   La forma tan extraña de cómo surgió y el lugar tan específico por ser Wuhan un nodo
comunicacional con el exterior de extrema importancia y uno de los mayores productores de
automóviles del mundo, motivó todo tipo de especulaciones, incluida la que aun circula en las
redes sociales de que fue introducido por soldados de Estados Unidos.

   Pero la comunidad científica optó por descartarlas todas y dedicarse por entero a combatir y
buscar el antídoto que liquidara al mortal virus, y hay que aplaudir esa actitud que es la
prevaleciente.

   La campaña de descrédito contra China se mantuvo hasta que ese país dio muestra de grandeza y humanidad al confinar la población, construir en pocos días dos inmensos hospitales y dedicar
los máximos esfuerzos por acorralar en Wuhan el virus.

   Aunque fue imposible retenerlo dentro de las fronteras chinas, entre otras cosas por la
conectividad internacional de Wuhan, el mundo reconoció a China por su esfuerzo.

   Gracias a la unidad nacional, y a que el sistema de salud chino es estatal, el país logró que la
epidemia no rebasara la capacidad hospitalaria. Eso explica en parte por qué el índice de letalidaden China es incomparablemente inferior a otros países.

    También explica en México porqué la resistencia a la pandemia ha sido más exitosa que en otros países, como acaba de asegurar el presidente Andrés Manuel López Obrador en su último mensaje a la nación desde su confinamiento en el Palacio Nacional.

    Las autoridades sanitarias y administrativas de México han demostrado conciencia de que al
SARS-Cov2 hay que enfrentarlo con cabeza fría porque es un virus políticamente demasiado
caliente.