CENTRO DE ESTUDIOS DEMOCRACIA, INDEPENDENCIA Y
SOBERANIA
CEDIS
Pronunciamiento
Cuando el 14 de marzo pasado el Presidente Vizcarra anunció una grave crisis sanitaria que procedía del exterior y ameritaba urgentes medidas de prevención y defensa; seguramente que muchos peruanos miraron las cosas con cierto escepticismo. La mayoría, en efecto, no imaginó los efectos devastadores de lo que hoy se llama el COVID – 19 y que no es otra cosa sino un paso más dado en el mundo por las fuerzas empeñadas en destruir la vida humana, antes de perder sus privilegios.
Guerra bactereológica, se le podría denominar a esta pandemia que ha dejado en el país una larga secuela de enfermedad y muerte. Pero aún con todo lo que significa el sufrimiento y la desaparición dolorosa de personas queridas en muchos hogares de la patria, hay que detenerse también en registrar las huellas de miseria que han quedado en evidencia en la lacerante sociedad peruana.
LA CRISIS ES TOTAL
Pilar Mazetti, la diligente funcionaria encargada de dirigir los trabajos de combate a esta epidemia, dijo recientemente en Arequipa que en el Perú, todo falta. No hay hospitales, ni camas de atención, ni respiradores artificiales, ni unidades de cuidados intensivos, ni médicos, ni personal de salud, ni recursos disponibles. Todo falta en un país que ostenta el primer lugar en la producción de oro en América Latina, y que tiene riquísimos yacimientos de plata, cobre, hierro, petróleo y otros productos.
La experiencia ha permitido, sin embargo, que la gente repare en el hecho que el oro no se come, ni los otros minerales tampoco; que lo que se come -es decir, los productos de la tierra- lucen abandonados porque la clase dominante le dio primacía a la inversión minera, en detrimento de los valles productivos de costa sierra y selva.
En ese contexto, las batallas de Conga, Las Bambas, Tía María y otras, en las que valerosamente las poblaciones defendieron los valles cultivables acosados por la minería; quedaron definitivamente consagradas en la historia social de nuestra patria.
LA SALUD ES MORTAL
Evocando a Vallejo podríamos decir que nunca en el Perú, la salud fue más mortal. Y es que el drama nacional, no tiene que ver solamente con la producción de alimentos. Tiene que ver también con el tema de la salud. Mientras los peruanos han invertido millones de dólares en la exportación de automóviles y vehículos de alta modernidad, mientras se han privilegiado jugosas partidas para artículos de uso y consumo no esenciales, mientras se ha dado luz a lujos inusitados de la clase dominante; los presupuestos de sanidad y servicios han quedado en el más absoluto abandono. Por eso. No hay nada, ni hospitales, ni instrumental médico, ni profesionales de la salud, ni trabajadores del área. Las personas a cargo de esas áreas tienen hoy ingresos miserables, no gozan de aliciente alguno, ni seguro, ni protección elemental. Por eso, el sistema está hoy absolutamente abandonado. En el Perú, hoy la salud es un negocio y no un servicio social.
Y por eso también en Lima, la soberbia capital del Perú donde los ricos tienen lujosas mansiones y barrios exclusivos, sobreviven 2 millones de personas sin agua, viviendo hacinadas en cerros inclementes, que forman un verdadero cinturón de miseria que rodea Lima. Por eso, miles de peruanos, ante el abandono silente en el que habitan, busca retornar a su suelo nativo caminando miles de kilómetros. No tienen alternativa alguna.
La educación sufre de los mismos contrastes. La Escuela Pública ha sido literalmente abandonada por el Estado. Y se ha privilegiado la educación privada en todos los niveles, convirtiendo la formación humana y la profesional, en un simple negocio lucrativo
LA SOCIEDAD, HA SIDO ENVILECIDA
Pero hay otra expresión de la miseria: es la corrupción. El Neo Liberalismo, y su variante más perversa el Fujiaprismo, se dieron la mano en el pasado reciente para envilecer la sociedad peruana.
Corrompieron la sociedad entera, desde la base hasta la cúpula, haciendo honor a la lapidaria expresión de Gonzales Prada –“donde se pone el dedo, salta la pus”-. Por eso la corrupción se enseñorea en los ministerios, en el Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Poder Municipal, las gobernaciones locales. Basta levantar una piedra para encontrar corruptos en el campo y en la ciudad. Esa, no es una maldición que cayó del cielo, sino que fue alevosamente construida en las altas esferas del Poder a lo largo de los años, por castas parasitarias que siempre vivieron a la sombra del Gran Capital.
La oligarquía nativa y sus partidos políticos, no hicieron otra cosa sino entregar al dominio extranjero las riquezas y los recursos nacionales. La Embajada de los Estados Unidos fue siempre aquí el Poder detrás del trono. Los Mandatarios no fueron sino fantoches del Imperio.
Rodríguez Pastor, Brescia, Belmont, Dionisio Romero; son algunas expresiones de esa rancia oligarquía envilecida y en derrota que es capaz -hoy mismo- de adquirir departamentos de lujo en Nueva York invirtiendo millones de dólares, sacados sin duda de los bolsillos de millones de peruanos
ESTA REALIDAD, TIENE QUE CAMBIAR
Todo esto ha sido puesto en evidencia y ha podido constatarlo el Perú entero. Por eso, el pueblo peruano debe asumir el compromiso de luchar hasta el fin para que esta realidad, cambie. Hay que barrer con la miseria, pero también con el sistema que la hizo posible, y con sus expresiones concretas, los personajes de opereta que aún tienen realmente en sus manos, los resortes del Poder: La CONFIEP y sus lacayos, que y buscan descargar la crisis sobre los hombros de los trabajadores, usando el Decreto de Urgencia 038-2020.
Sobre los escombros de la sociedad que se cae, hay que construir la Patria auténtica de Túpac Amaru, el Perú nuevo con el que soñara Mariátegui, el país feliz del porvenir. Pero no hay que esperar que esta crisis termine para hacerlo. Hay que poner ya las manos en la obra ayudando en las tareas de solidaridad y asistencia a los peruanos, participando activamente en el apoyo a las poblaciones marginadas, dando la mano a los más humildes; pero también fiscalizando cada cosa para impedir la corrupción y el desgobierno.
Esa es hoy –bien mirada- la tarea de los Sindicatos y de los Trabajadores; de los Partidos de Izquierda, y de todas las fuerzas democráticas y progresistas de la sociedad peruana. La Unidad más amplia del pueblo, la organización social activa, la conciencia política de la realidad que nos acosa y el aliento permanente a las aspiraciones de toda la población; constituyen la tarea que está planteada ante nuestros ojos.
Debemos hacer honor a las tradiciones de lucha de nuestro pueblo y convertir esta batalla en la antesala de un Bicentenario realmente histórico, sin hambre, sin miseria, sin atraso y sin dependencia.
Lima, 18 de abril del 2020
Centro de Estudios “Democracia, Independencia y Soberanía” (CEDIS)