Por HECTOR BÉJAR R.
Ha explotado una bomba creada por la conducta humana y agravada por el capitalismo neoliberal. La incontrolada invasión de las selvas con la consiguiente trasmisión de virus de los animales salvajes a los humanos, la deforestación y producción industrial que causan el calentamiento global, causante a su vez de la malaria y el dengue, la eliminación de insectos benéficos, el agrupamiento irracional en las megaciudades con inmensos amontonamientos de cuerpos, la proliferación del consumo no necesario que obliga al aceleramiento de los viajes internacionales, virus incluidos, la cría industrial de aves, vacas, salmones y cerdos en gigantescos amontonamientos de animales torturados que precisan toneladas de hormonas y antibióticos.
Toda esa realidad infernal que aceptamos como espontánea y natural, más otros elementos, ha causado la explosión de un estilo de vida que el planeta ya no puede soportar. La naturaleza ha empezado a cobrar venganza. La sociedad ya no será igual después del corona virus.
El corona virus es antisistema porque ha desnudado el sistema. No tenemos respiradores artificiales porque no podemos fabricarlos (recién hemos empezado a hacerlo asustados ante la urgencia). El pueblo no tiene agua para lavarse las manos. No hay médicos intensivistas porque la medicina utilitaria los orienta hacia las especialidades que rinden dinero. No tenemos aviones para traer equipos porque no hay línea aérea de bandera. No tenemos barcos para proveernos de lo que necesitamos con urgencia. Nuestros médicos, enfermeras, trabajadores de la salud, militares y policías, están expuestos al peligro de vida porque carecemos de equipos de protección.
No tenemos sistemas de protección y seguridad ciudadana, social y alimentaria para nuestros ciudadanos. La inmensa mayoría de nuestra población laboral es precaria y flotante, se juega el salario y la vida todos los días. Carecemos de educación cívica, de respeto por las normas, no estamos entrenados para comportarnos de manera organizada en las emergencias, a pesar de que somos un país frecuentemente asolado por sismos, derrumbes y aluviones.
Nuestras escuelas y hospitales están en ruinas. No tenemos caminos que merezcan ese nombre, ni puertos modernos, ni sistemas de transporte.
Vivimos en la inmundicia y el desorden. La corrupción campea, arriba y abajo.
Recién ahora nos damos cuenta de que tenemos un país destruido. ¿Quiénes destruyeron nuestro país? Lo destruimos desde el mismo momento de las invasiones europeas, pero los gobiernos republicanos siguieron comportándose como conquistadores, al punto que el lema de uno de nuestros presidentes fue “la conquista del Perú por los peruanos”.
Pero fueron los gobiernos de la neo oligarquía que se apoderaron de nuestro país desde 1975, aquellos que nos dejaron este escenario cuyo telón levanta el Covid 19. No debemos olvidar su incuria, sus robos, sus crímenes. De ellos y de sus cómplices de la vieja política corrupta que no debemos permitir que vuelva nunca más.
No debemos permitir que el país pos virus sea igual al país pre virus. Además, eso ya no es posible. Ya sabemos que el siglo XXI será el siglo de las pandemias que nos obligarán a vivir de otra manera.
La alternativa ya la están preparando los banqueros y super oligarcas que gobiernan el mundo. Ellos quieren aprovechar los virus para construir un mundo en que todos estemos controlados y militarizados por ellos. El nuevo fascismo usará (ya lo está haciendo) los virus como pretexto. Tenemos la obligación de pensar y actuar por otra sociedad, otro sistema de vida distinto, donde seamos dueños de nuestro destino.
Otro sistema con agrupaciones urbanas espaciosas y limpias, con agricultura sostenible, con pesca artesanal, sin transgénicos, con los Andes recuperados, el mar limpio, las selvas respetadas y un gobierno verdaderamente democrático surgido de un pueblo culto.
Eso es posible. Es nuestra obligación contribuir a construirlo. La vida nos está abriendo otra posibilidad de cambio, que puede ser la última.