CESAR VALLEJO, A LOS 82 AÑOS DE SU DECESO

Sobre César Vallejo

Por MARCO MARTOS CARRERA

En las primeras décadas del siglo XX en toda América Latina aparecieron movimientos literarios que eran los abanderados de una renovación, especialmente en la poesía.

Los más conocidos e influyentes fueron el estridentismo en México con Maples Arce, el creacionismo en Chile que dirigía Vicente Huidobro, el ultraísmo en Argentina, capitaneado por Jorge Luis Borges, los poetas brasileños de la Semana de Arte Moderno en 1922. Y hubo en el el Perú, un poeta que él solo equivale a esos movimientos literarios: César Vallejo con su libro «Trilce», también de 1922.

En 1925 un poeta de Jauja, Clodoaldo Espinoza Bravo, escribió «Vallejo hará escuela y será el vallejismo». Y esas palabras, menos conocidas que las de Antenor Orrego, similares, fueron proféticas.

Más allá de las modas, pasajeras como lo dice su propio nombre, Vallejo, con las marcas de esas modernidad que no ponía títulos a los poemas, que los numeraba, que intercalaban neologismos con arcaísmos, que incorporaba a la escritura fragmentos balbuceantes de la oralidad, logra, ya en esos años, una poesía honda, conmovedora, intensa, única, que ha pasado casi cien años, durando sin marchitarse gracias al fervor de sucesivas generaciones de lectores y críticos, diseminados en todos los rincones del orbe en muchas lenguas.

«Trilce» es un libro que divide en dos a la literatura española, en un antes y un después, como ocurre con «Tierra baldía» de Eliot en la lengua inglesa. Y marca el inicio de la sostenida poesía prodigiosa que escribió Vallejo hasta 1938, año de su muerte.