CORONAVIRUS. POR QUÉ UN MUNDO MEJOR, ES POSIBLE

Por LUIS MANUEL ARCE / prensa latina

México, 12 abr

Los encierros de toros en Pamplona por los Sanfermines son una fiesta, los de los humanos
por las pestes, un infierno. En los primeros se arriesga la vida gozando, en los segundos
sufiendo.

    Los encierros de los sanfermines son banales y sin historia, en cambio los de los humanos
se registran en libros y tratados desde siglos antes de que se inventara la imprenta.

   En épocas remotas, mucho antes del Viejo Testamento y otros libros sagrados, la gente caía como moscas sin tener conocimiento del por qué, y al parecer las epidemias eran muy
frecuentes, aunque no esté documentado explícitamente.

   Pero cuando se inventó la escritura todo cambió y las epidemias quedaron registradas en
beneficio del acervo científico. A Hipócrates le sirvió de mucho para establecer las bases de la ciencia médica, porque antes de él las epidemias se consideraban como un efecto de la
cólera divina como se interpretaba en los libros sagrados (Exodo, Jeremías, Isaías, Libro de
los Reyes,Mateo) y en textos profanos de la antigüedad como Ovidio, Platón, Plutarco, Tito
Livio y hasta el propio Plinio.

    Fue Hipócrates quien estableció que la peste, es decir, cualquier enfermedad infecciosa de
entonces, se propiciaba en las estaciones cálidas y húmedas, y en su Tercer Libro de las
Epidemias afirma que el estado del aire y los cambios de estación engendran la peste y no a
los cuerpos celestes como creía Aristóteles.

  Mucho antes de la existencia de Jesús, en el antiguo Egipto se registraron antecedentes de
enfermedades virales y epidémicas, las cuales sí están documentadas.

   Lo interesante de todo es que, hasta donde llega el conocimiento humano, desde la
antigüedad más remota se sabe que el mayor peligro de contagio en una epidemia es el
hombre mismo y desde entonces la primera, y en mucho tiempo, única medida para
contrarrestarla, fue el aislamiento.

   Milenios después, nos damos cuenta en pleno siglo XXI que en ese sentido nada ha
cambiado a pesar del desarrollo descomunal de las ciencias médicas y de la tecnología. El
aislamiento es vital y sin él, es muy difícil detener el contagio.

   El año 2020 es como un regreso al medioevo florentino de 1348 cuando la peste negra, y la
Internet suple a Bocaccio con su Decamerón.

   Los floretinos buscaron en sus ficciones un desahogo a su angustia mientras en las calles
incineraban cadáveres. Nosotros buscamos un entretenimiento para burlar la depresión en
los ocurrentes memes que, en la medida que pasa el tiempo de aislamiento, se nos hacen
más difícil de digerir.

   Y la grandeza nuestra, mayores, jóvenes y niños, está precisamente allí, en impedir que eso
suceda.

   Pero lo más angustiante es cuando, por muy alejados de la ciencia que estemos, o de la
política, nos surgen dudas por todas partes, como fantasmas en una casa embrujada, sobre
esta realidad kafkiana que nos tocó vivir.

  De pronto nos asaltan preguntas angustiantes. ¿Qué pensarán de nosotros las generaciones del futuro? ¿Por qué llegamos a esta situación? ¿Qué hicimos mal que no pudimos detenerla a tiempo? ¿Por qué el encierro no fue igual para todos y mientras unos se aislaban en sus
piscinas otros sucumbieron hasta en sus casas?

   Lo más brutal: ¿Por qué mientras unos sobreviven en sus mansiones otros perecen en el
intento de producir y suministrarle alimentos? ¿Hemos sido injustos al juzgar a nuestros
antepasados del medioevo y hasta burlarnos de ellos por la forma en que enfrentaron sus
pestes?

    A la gente del futuro no les quedará más remedio que estudiarnos más a fondo, como
nosotros a las generaciones pasadas cuando tampoco entendíamos el porqué de los muertosde Florencia, Egipto, España u Oriente Medio, y mucho menos el sacrificio de Jesús en la cruz, ni por qué Poncio Pilatos se lavó las manos, y no precisamente por algún coronavirus mortal.
   
Ojalá que para ese entonces comprendan por qué decíamos tan enfáticamente que un
mundo mejor era posible.
lma

ResponderReenviar