EL CORONAVIRUS Y EL FRACASO DEL NEOLIBERALISMO


Por Luis Manuel Arce Isaac

México.- El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, asegura que la epidemia de
coronavirus precipitó el derrumbe del neoliberalismo y esa realidad signa la profundidad y el tipo de crisis económica que comienza a sentirse.

    Para el mandatario mexicano la pandemia no es la causa de la crisis económica, sino que esta es una consecuencia del fracaso de un modelo fallido que agotó sus posibilidades de crear bienestar y sería un error usar sus mismos mecanismos para conjurar una depresión que le es propia.

    Esa línea de pensamiento se alinea en alguna medida con la que califica de viroeconómica la
depresión que se avecina, en tanto y cuanto la pandemia del coronavirus es la pólvora que la hace estallar y permite ver sus enormes dimensiones de forma muy dramática.

    También coincide con quienes consideran la bancarrota del modelo neoliberal como el
descalabro de una fase de un proceso más general en la formación y desarrollo del mercado
mundial, que obligará a buscar un reemplazo, y es lo que está marcando un cambio de época.

    El propio diario británico The Financial Times, abiertamente neoliberal, acaba de publicar un
editorial en el que aparentemente acepta el derrumbe de ese modelo económico:

    «Se requieren reformas radicales para forjar una sociedad que funcione para todos». Los
«gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía». «Como los líderes
occidentales aprendieron en la Gran Depresión, y después de la Segunda Guerra Mundial, para
exigir sacrificios colectivos deben ofrecer un contrato social que beneficie a todos».

    La actual crisis económica, que el Fondo Monetario Internacional considera mucho más grave
que la de 2008, pudiera ser una suerte de apertura hacia un nuevo camino postneoliberal dentro
de una globalización que difícilmente podrá ser liderada de forma unilateral.

    Economistas y sociólogos vaticinan un antes y un después del coronavirus que actúa como
espoleta de una crisis que debe tener como uno de sus efectos un cambio en los actuales
protagonismos para dar paso a relaciones internacionales más activas, abiertas y participativas,
libres de sanciones imperiales.

    En ese sentido, según la lógica de López Obrador, carece de sentido buscar soluciones a la crisis dentro de los esquemas neoliberales o fondomonetaristas, y de hacerlo sería un gran error como
sugieren algunos sobrevivientes del neoliberalismo.

   Por eso su plan de recuperación difiere diametralmente de salidas que impliquen reajustes
estructurales y endeudamiento público. Al señalamiento de una firma calificadora que le
cuestiona no hacer lo que otros, el mandatario respondió: porque aquí es distinto, hay una
transformación, y primero el bienestar del pueblo y después el bienestar del pueblo.

    La pésima respuesta de los sistemas de salud en los países más afectados por el virus SARS-CoV2 causante de la enfermedad Covid-19, es la expresión más acabada del fracaso del neoliberalismo
como parte de un modelo de mercado global que tendrá ahora que adoptar nuevos paradigmas y una distribución más equitativa de la riqueza a nivel planetario.

    No puede haber soluciones malthusianas ni holocáusticas a las que podría conducir el
abandono y deterioro de la salud pública. De esas dimensiones es el fracaso de la política
neoliberal impuesta durante casi 40 años, parodiando a López Obrador.

    Esto no es nada más un asunto ideológico o político; es sobre todo de juicio práctico. ¿Por qué
no tenemos los médicos?, ¿por qué no tenemos los especialistas? ¿Y cómo fue que llegamos a
esto?, se pregunta el mandatario mexicano. No es posible, considera, que una pandemia afecte
tanto y de manera generalizada, en lo económico y en lo social.

    Su respuesta es clara y directa: porque resulta que, entre otras cosas, se dejó de invertir en lo
social, se privatizó la salud. Hay países que no tienen servicios públicos para la población, y a ellos les pega más la pandemia. Allí está el centro del fracaso del neoliberalismo, el centro de la crisis
económica matizada por el virus SARS-CoV2, la crisis viroeconómica.

    Como señala el académico panameño Guillermo Castro, ahora asistimos a otra transición, que
se caracteriza por el agotamiento de la fase neoliberal de hegemonía en dicho proceso, y puede
abrir paso a una organización que se definirá en el dilema entre socialismo o exacerbación de la
barbarie en que ya andamos.

   Al liberalismo, señala, le es imposible una visión sistémica, que articule los distintos aspectos de una totalidad. Por eso mismo, estoy convencido de la importancia de las instancias de las cuales
la economía es la definitiva, a fin de cuentas, y entre ellas desempeña un papel clave la salud
como una de las condiciones de producción y reproducción de cualquier formación
socioeconómica.

    Para comprender esto, expresa el analista panameño, siempre conviene recordar que la
enfermedad y la muerte son hechos naturales, mientras que la salud es un producto del desarrollo social.

En este sentido, una crisis sanitaria de escala pandémica como la que vivimos es, también, una
expresión de una contradicción entre la enormidad de las fuerzas productivas creadas por el
capitalismo, y la estrechez creciente de las relaciones de producción que le permiten funcionar.

   El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, decía al respecto en un artículo de enero de este
año: “Para hacernos una imagen correcta de la salud económica de un país, hay que empezar por
mirar la salud de sus ciudadanos. Si son felices y prósperos, tendrán vidas sanas y más largas. Yen este aspecto, Estados Unidos es el país desarrollado con el peor desempeño”.

    Como dice el reconocido economista y sociólogo marxista estadounidense James O´Connor
(1930-2017) en su ensayo Las condiciones de producción y la producción de las condiciones, “Los seres humanos, en tanto que fuerzas sociales productivas, son organismos sociales y biológicos,
por mucho que el mercado de trabajo pretenda otra cosa”.

   “De hecho, todo el programa de asignación de recursos constituye un tema de política, en un
sentido muy semejante a aquel en que la educación, el bienestar social, el espacio urbano y otras condiciones de producción también son temas de política”.

   “Las condiciones de producción no son únicamente fuerzas productivas sino, también,
relaciones de producción. El descuido de la educación y la salud, de la infraestructura y del
ambiente natural podría conducir al deterioro de sus capacidades productivas y, por tanto, de
manera indirecta a la disminución de los poderes productivos del capital, esto es, a una crisis
económica”.

   En esa observación, hoy más vigente que nunca, descansan las respuestas a las preguntas de
López Obrador “¿Por qué no tenemos los médicos?, ¿por qué no tenemos los especialistas? ¿Y
cómo fue que llegamos a esto?”.

   Evidentemente, la conexión inextricable que existe entre salud, educación y economía, la rompió el neoliberalismo como cuando se desgarran los nervios de la médula espinal que transportan
mensajes entre el cerebro y el resto del cuerpo y causa parálisis.

   El coronavirus revela la paraplejia de la economía bajo la influencia del neoliberalismo y esa
situación está marcando la gravedad y complejidad de esta crisis viroeconómica.

    La pregunta recurrente es la que formula Guillermo Castro: “¿los problemas de la infraestructura económica del mercado global pueden ser resueltos mediante la superestructura estatal e
interestatal donde se procesan políticamente los conflictos sociales que el desarrollo de ese
mercado genera?”.

    Toda economía, recuerda el académico panameño, incluye la producción de un estado de salud, que define en una importante medida la interfase entre la producción y la sociedad que la lleva a
cabo, y la producción de la salud, en este sentido, hace parte de las condiciones (naturales,
territoriales y sociales) de la producción como indica James O´Connor.

    La salud y la educación como posibles categorías económicas es un tema de vieja data y de
pocos o ningún acuerdo, aun cuando es muy triste que asuntos tan íntimamente vinculados con el humanismo y la persona como ser social, sea abordada por las ciencias exactas.

   Pero peor es convertirla en materia política, y más horrible aun, en propaganda electoral, como
hace y sigue haciendo Donald Trump antes de, y en medio de la pandemia del coronavirus, como
le acaba de reprochar Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, a la que el
presidente del país presuntamente más poderoso y rico del universo quiere abandonar cuando
está a punto de ser, también, el líder en muertos por el coronavirus.
(lma)