Por Luis Manuel Arce Isaac México.- La pandemia del coronavirus SARS-CoV2 causante de la enfermedad Covid-19, sacó a flote una teoría del desastre según la cual la crisis financiera de 2008-2009 se repetirá en 2020 pero en una escala mayor. Algunos la llaman “crisis viroeconómica”. La alerta lanzada por la propia directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, de que la recesión que se avecina es peor que la crisis financiera mundial de 2008, tiene en ascuas a México, el país que después de Estados Unidos sufrió con más severidad aquella deprsión. Extrañamente, también fue “viroeconómica” porque coincidió con la epidemia A (H1N1) que provocó en México la muerte de más de mil 500 personas. Georgieva fue tajante al afirmar que «ahora nos encontramos en una recesión, y es mucho peor que la crisis financiera mundial» de 2008 y advirtió que una oleada de bancarrotas y despidos harían mucho más difícil la recuperación. Recordemos que aquella crisis tuvo su origen en Estados Unidos y entre sus principales causas figuran fallos en la regulación económica, sobrevalorización de productos, crisis alimentaria y energética, así como crediticia-hipotecaria y de confianza en los mercados tras la caída del banco Lehman Brothers. La crisis profundizó la de la deuda externa debido a la gran cantidad de dinero asignado a los rescates financieros y a la fuerte caída generalizada de los ingresos en la recaudación fiscal, algo en lo que no quiere caer el gobierno de López Obrador, como señala en su plan de recuperación económica. En su informe trimestral a la nación, el mandatario mexicano presentó una intensificación de su plan general que realmente no tiene muchos elementos nuevos, pero sí aumenta de forma sustantiva los montos de financiamiento el alcance de algunos programas como el de reforestación. Su idea básica es aumentar el empleo, asegurar el ingreso de la población y tratar de garantizar por esa vía que no haya una caída brusca del consumo nacional, mientras que mantiene los proyectos estratégicos como el aeroportuario, ampliación de extracción de crudo y refinación, construcción del tren maya, y otros. Lo diferente en 2020 con aquella crisis de 2008 es que mientras entonces el precio del petróleo superó los 100 dólares el barril e incluso llegó a un máximo histórico de 147, ahora bajó a su mínimo de 13,57 inferior a los más de 14 que cuesta extraerlo. Su recuperación ha sido lenta, pero la producción vuelve a ser rentable. La crisis de 2008, una herencia que le dejó George W. Bush a Barack Obama, se extendió rápidamente por países desarrollados de todo el mundo, mientras que, en el primer trimestre de 2009, los índices bursátiles de las bolsas de Estados Unidos y Europa fueron superadas por las de países emergentes como China y Brasil. El deterioro de las condiciones económicas provocó movimientos de protesta masivos por todas partes con connotaciones especiales en el Norte de África y Oriente Medio, particularmente en Túnez, Libia, Egipto y Siria. Se intensificaron las famosas guerras de divisas y comercial con medidas provocadoras en busca de ventajas competitivas para facilitar la exportación y ayudaran a salir de la crisis, pero lo que hizo fue retrasar la recuperación. En realidad, fueron Estados Unidos y Gran Bretaña los iniciadores de la guerra comercial y de divisas con su punto focal en China y el yuan del que se exigía una rápida y alta apreciación bajo el temor de que el dólar fuera sustituido como divisa de referencia por su pérdida de influencia en el mercado monetario. De forma contraproducente, la propia crisis aconsejó un cambio de política hacia China y la guerra monetaria cesó hasta que el presidente Donald Trump la desenterró. La crisis de 2008 en Estados Unidos tuvo una repercusión directa y muy negativa en México durante la presidencia de Felipe Calderón por la alta relación de su economía con la del vecino, lo cual ocurre también en estos momentos del coronavirus. Las diferencias de ahora con aquel momento, son varias, pero entre las más destacadas están que las remesas de mexicanos se mantienen muy altas y en 2008 cayeron estrepitosamente. También en que el Tratado de Libre Comercio (TLCAN) marcaba grandes desventajas para México pues estaba muy sometido a los intereses de los exportadores estadounidenses y canadienses, y el nuevo T-MEC tiene un enfoque más pragmático y nacionalista al considerarlo López Obrador como un instrumento importante para estimular la inversión extranjera y garantizar sus exportaciones al norte. Pero si se cumplen los pronósticos de que Estados Unidos está al borde de una caída abrupta e inevitable del empleo por el coronavirus, las remesas de mexicanos a su país podrían caer a niveles de 2008 y le sería mucho más dificultoso paliar los efectos demoledores de la crisis económica que vaticina la directora del FMI. El plan presentado por López Obrador para la recuperación económica hace un énfasis principal en la importante cantidad de empleos que desea crear para impedir que un aumento del desempleo en Estados Unidos actúe en México con un efecto dominó como ocurrió en 2008 cuando la crisis se apoderó de todo el cuerpo nacional en su conjunto y dejó al país como un saco vacío y a merced de la corrupción y la impunidad. La debilidad estructural de las finanzas altamente dependientes del precio del petróleo y la constante caída en la producción obligaron a elevar los impuestos y a instaurar otros nuevos. López Obrador dijo en su informe que hará todo lo contrario: no habrá aumentos ni impuestos nuevos. En 2009, ya con más de mil muertos, la epidemia A(H1N1) empezó a ceder en México, pero siguió siendo usada como el chivo expiatorio para justificar la crisis, como hacen ahora algunos con el coronavirus que no es la causa de la que se avecina, aunque la influencia de la Covid es demoledora y hará más aterradores sus efectos. La literatura especializada recoge la crisis de 2008-2009 como la peor recesión económica de México en 70 años, y el temor a que sea superada en 2020 como vaticina Georgieva y provoque un decrecimiento letal del Producto Interno Bruto de un 6,0 por ciento, es estremecedor. En ese contexto la situación del coronavirus en Estados Unidos es más preocupante todavía, después que el propio presidente Donald Trump admitió que los muertos podrían estar entre 100 mil y 240 mil personas, y todavía se vanaglorió de que sería un éxito de su administración porque no se llegó a los 2,2 millones vaticinados. Al respecto viene bien una reflexión hecha por el premio Nobel de Economía Joseph Stigliz en enero pasado, días antes incluso de que estallara la epidemia en Estados Unidos. Él dijo: “Para hacernos una imagen correcta de la salud económica de un país, hay que empezar por mirar la salud de sus ciudadanos. Si son felices y prósperos, tendrán vidas sanas y más largas. Y en este aspecto, Estados Unidos es el país desarrollado con el peor desempeño. “La expectativa de vida de los estadounidenses (que ya era relativamente baja) se redujo en cada uno de los dos primeros años de la presidencia de Trump, y en 2017 la tasa de mortalidad en la mediana edad alcanzó su nivel máximo desde la Segunda Guerra Mundial. “No sorprende, porque ningún presidente hizo tanto para aumentar la cifra de estadounidenses que no tienen seguro de salud. Millones se han quedado sin cobertura, y en sólo dos años la proporción de estadounidenses sin seguro médico creció del 10,9% al 13,7%”. Con más de un millón de casos de la Covid-19 en todo el mundo, ya una cuarta parte de los contagiados se registran en Estados Unidos y el número de muertos supera los ocho mil y es el epicentro de la pandemia. Ya muchas ciudades parecen pueblos fantasmas. Y esto empieza ahora. Parodiando a Georgieva, la crisis está apurruñando sus nudillos contra las puertas de la economía global. Diane Swonk, de Grant Thornton, una de las firmas contables más importantes de Estados Unidos fue más pesimista: «La caída de las nóminas en marzo no tuvo precedentes para el comienzo de una recesión y empeorará más de 20 veces en abril», dijo. Y su sentencia, más lacónica todavía: «Solo en los primeros dos meses de esta crisis perderemos fácilmente más del doble de empleos de los que perdimos durante la Gran Recesión», en alusión a la debacle de 2008. Esos datos se publicaron el mismo día en que el gobierno de Donald Trump comenzó un nuevo programa para alentar a las empresas a retener a los trabajadores y volver a contratar a los despedidos, pero ya la inercia frente al coronavirus estaba devorando a su gobierno y los 2,2 billones de dólares aprobados no conjurarán el peligro del desempleo ni de la crisis, como le dijo la presidenta de la Cámara de Representantes y líder de los demócratas en la oposición, Nancy Pelosi. Los economistas predicen que las cifras de abril serán desastrosas, con una tasa de desempleo de dos dígitos y hasta 20 millones de empleos eliminados. México está viendo arder las barbas de su vecino y está remojando las suyas. Es el gran sentido de su plan. Parece ser que abril será terrible no solamente porque ser el mes pico y más duro de la Covid-19 para esta parte del mundo, sino además porque la pandemia contribuirá a hacer más inhumana y terrible una crisis económica que atemoriza al mundo tanto como el SARS-CoV-2. (fin) l |