Por: Luis Garate
Tomado de COMUNICAMBIO
Los análisis de parte de los medios y opinólogos que son parte del bloque hegemónico del poder no cesan en los grandes medios de comunicación. La pregunta de fondo es, qué cosa del nuevo escenario político no estamos viendo los marxistas para afrontarlo de manera más adecuada.
En la dinámica de la lucha de clases, sabemos que las clases sociales no son segmentos estáticos de la sociedad si no que están en permanente movimiento y fluctúan de acuerdo a su posición respecto al desarrollo de las fuerzas productivas, además que las clases se desplazan de acuerdo a las correlaciones existentes en su lucha por el poder y la hegemonía.
En ese sentido hay que buscar aproximarnos, aunque de una manera somera aún, a la actual correlación de clases sociales en el país, y de que manera se expresan en la política.
Sin duda la fragmentación y dispersión han sido la marca principal de las elecciones congresales del pasado 26 de enero. Fuerzas políticas disgregadas que cuentan con menos del 10 por ciento de votación y que se reparten las curules del parlamento, lo que las fuerzas a negociar y tejer alianzas.
Las apuestas de las clases dominantes
La burguesía peruana, expresada sobre todo en la Confiep y otros gremios empresariales, así como sus medios de comunicación aliados y otros sectores que representan el bloque hegemónico de poder, ha reconocido abiertamente que apostaron antes por Fuerza Popular, el partido fujimorista que les garantizaba la defensa del modelo económico.
Actualmente podríamos ver nexos de sectores de la gran burguesía con partidos como Acción Popular, que tienen entre sus líderes a empresarios como Raúl Diezcanseco. Igual ocurre con el Partido Morado o Somos Perú.
Las nuevas burguesías
Está claro que dentro de la dispersión y fragmentación del voto hay fuerzas políticas que representan a nuevos segmentos de la burguesía nacional, lo que algunos científicos sociales llaman emergentes o una “burguesía chola”, que ha hecho nuevas fortunas a partir de negocios como la educación. Este es el caso de Alianza para el progreso de César Acuña y Podemos Perú de José Luna Gálvez.
Estos sectores que cuentan con millonarias maquinarias políticas no tienen una identidad ideológica clara, se alienan a posiciones de derecha pero sobre todo representan intereses corporativos y de grupo de presión para acrecentar la influencia y sus intereses empresariales. En los últimos años las denuncias muestran como el partido de José Luna se inscribió con falsificación de firmas y manipulación de funcionarios de la ONPE.
Hay que recordar que también hay intereses de grupos económico vinculados al lavado de dinero de actividades criminales como el narcotráfico, el tráfico de tierras, la extorsión, la minería ilegal entre otras actividades que buscan garantizar su representación policía a través de diversos grupos políticos.
La mano dura y la religiosidad
El voto que tanto ha sorprendido a las clases dominantes y a las propias filas de la izquierda ha sido el de UPP y Frepap. El del primero tiene que ver con la figura de Antauro Humala y un discurso basado en mensajes demagógicos, como la pena de muerte para corruptos y violadores, así como medidas restrictivas antimigratorias. En el caso del Frepap, se puede explicar en parte por su activa presencia en los barrios y zonas marginales del país, donde hace más de 30 años desarrollan su actividad religiosa comunitaria.
Ambos Votos podrían reflejar un cierto conservadurismo en lo moral y social, y por otro lado una forma de protesta ciudadana ante las alarmantes cifras de violencia en las calles, ante lo cual una voz que ofrece mano dura, penas de muerte y firmeza resultan atractivas.
La ola conservadora
Estamos viendo que en varios países del mundo están adquiriendo un creciente protagonismo las fuerzas políticas que son llamadas “populistas de derecha”, que no son otra cosa que neofascismos que se encuentran a la ofensiva. Ocurre porque el capitalismo global ha fallado en su promesa de bienestar, ha aumentados las brechas de desigualdad, precarizado las condiciones de vida de sus clases medias y de las clases trabajadoras. Los neofascistas encuentran un terreno fértil para su prédica demagógica basada en la identidad nacional, la xenofobia y el proteccionismo económico.
¿Acaso en el Perú no hay condiciones para el surgimiento y desarrollo de fuerzas conservadoras de derecha? Claramente el ensayo de los conservadores criollos que se ubicaron en Solidaridad nacional no les resultó, pero recordemos que varios candidatos vinculados a iglesias evangélicas y segmentos católicos conservadores postularon en otras listas más exitosas.
No hay que subestimar a los sectores más conservadores de las iglesias católicas y evangélicas, que se han dado cuenta que ante el avance de derechos civiles, sexuales como la identidad de género así como la comunidad LGTBIQ ahora están buscando responder con su propia narrativa y disputando posiciones de poder para aplicar sus políticas conservadoras.
Las izquierdas y su representación social
Las izquierdas peruanas tienen ahora una representación dispersa que se expresa en 3 inscripciones: Juntos por el Perú, Frente Amplio y Perú Libre. En el caso de JP se trata de un bloque de varias fuerzas, partidos con arraigo en ciertas regiones, con representación de clases medias, pequeña burguesía urbana, maestros, obreros, intelectuales, estudiantes.
Esta dispersión muestra que hay una disputa por nuevos liderazgos y representación de una diversidad de sectores. Estas izquierdas han perdido en general su vínculo con sectores barriales, con gremios sociales representativos y politizados. Por ejemplo los partidos comunistas han perdido en buena medida su representación de clase ante la desaparición del proletariado clásico industrial y la aparición de nuevas clases trabajadoras que no están organizadas. Casos como los de Nuevo Perú o el Frente Amplio, agrupa a nuevos sectores intelectuales, activistas de derechos humanos, ambientalistas, feministas y otros que pertenecen a la pequeña burguesía (o clases “medias”). Perú Libre representa a una izquierda de sectores medios regionales, sobre todo de la región Junín y otras zonas andinas.
Claramente la izquierda tiene que disputarle el terreno a los “nuevos” radicales del antaurismo aliados a UPP y los grupos religiosos como Frepap, que en los últimos años han ganado terreno con un trabajo sostenido en las comunidades más alejadas del país, así como en los barrios de Lima. La radicalidad no se trata solo de promesas demagógicas, si no de políticas que cambien los temas de fondo, que pasan por la nueva constitución pero también por políticas claras que combatan los mecanismos que tiene el gran capital para lograr más beneficios, como los beneficios tributarios a las grandes mineras o las AFPs.
El partido tiene la tarea de focalizarse en las clases sociales donde va a construir sus bases concretas: afirmar la presencia en el magisterio, sectores campesinos más allá de las rondas de la sierra norte del país, la juventud universitaria. Pero para organizar a nuevos sectores hay que tener nuevos espacios y dinámicas organizativas, para poder atraer a profesionales, intelectuales y otros sectores de trabajadores, sobre todo juveniles. Nuestro proceso de fortalecimiento teórico, programático y de reordenamiento tiene que estar estrechamente vinculado a la acción política y a campañas en torno a los temas de mayor sensibilidad para el pueblo, como son la seguridad ciudadana, la calidad del empleo, el acceso a salud y educación de calidad, entre otros. — con Lucho Garate.