UN DIA NACIÓ EL POETA


Por R Marcela Pérez Silva

El jueves 15 de enero de 1970, a las tres de la tarde, mataron a Leonel Rugama. Tenía veinte años. Era poeta y militante del FSLN. Leonel cayó abatido por la Guardia de Somoza, junto a otros dos compañeros, en una casa frente al cementerio oriental de Managua. Trescientos soldados, una tanqueta y una avioneta artillada, acorralaron a los tres muchachos. La balacera duró tres horas. Un oficial con megáfono, les gritó que se rindieran. Rugió Rugama: ¡Que se rinda tu madre!

Ese grito final: indignado grito de dignidad, marcó un hito en la historia de Nicaragua. Fue el último verso del poeta [1]. Los vecinos los oyeron cantar el Himno Nacional a voz en cuello. Luego fue el silencio.

Un cura del barrio llegó en medio de aquel enfrentamiento desigual y trató de evitar la masacre. La Guardia lo silenció de un culatazo y se lo llevaron preso.

Leonel había estado siempre cerca del cielo. Había sido monaguillo, alumno en el seminario, paraba con una biblia toda subrayada, comulgaba de pie. Desde su fe, se propuso cambiar el mundo. “De una maestra y un carpintero -dice Tomás Borge- sólo se podía nacer poeta o redentor. Leonel Rugama fue las dos cosas” [2].

Leonel escribía:

ya en la tarde cuando hay poco trabajo
pinto en las paredes
en las paredes de las catacumbas
las imágenes de los santos
de los santos que han muerto matando el hambre
y en las mañanas imito a los santos. [3]

La clandestinidad de los antiguos cristianos: “sediciosos” perseguidos por el Imperio, es paragonada a las condiciones que enfrenta el pueblo de Nicaragua en su lucha contra la tiranía. Los santos de Rugama son los mártires revolucionarios, encabezados por San-dino y el Che: un largo elenco de santos laicos, ejemplares en su consecuencia. “Todo hombre debe respaldar con actos cada palabra que utilice [4]” -había escrito Leonel-, y supo ser fiel a sus convicciones.

Porque los héroes nunca dijeron
que morían por la patria,
sino que murieron. [5]

No sólo el santoral se transforma en la poesía de Rugama, también lo hace el interlocutor: el destinatario del poema. El poeta convoca a la gente sencilla: al carretonero, al carbonero, al camionero polvoso, al busero gordo, al zapatero remendón, al cipote vende chicles, al lustrador, a la verdulera nalgona, a la lavandera con las manos blanquiscas de jabón, a los proletarios de la música, a los rateros, a los buscapleitos, a las cantineras y las putas, a las sirvientas, a aquella muchacha hermosa que vende pan con mantequilla… y los invita “a vivir como los santos”.

Poesía de barricada [6]: Rugama es un agitador poético que habla la lengua de su pueblo [7]. Habla urbana, lengua de la calle, que en su pluma se hace poesía sin perder su coloquialidad y su nicaraguanidad. Poesía que habla claro y fuerte. Exteriorismo popular [8] cargado de humor y de amor humanos.

La muerte de Leonel fue un detonador en la conciencia de los jóvenes intelectuales. “Un golpe tremendo. Como un gancho al hígado -dice Bayardo Gámez, dibujante, arqueólogo y antropólogo, primo hermano de Leonel-. A partir de eso, la gente cambió. No podía seguir siendo la misma” [9]. “La forma como él muere conmocionó a todo el país -explica el poeta Francisco de Asís Fernández- Rugama se convierte en estandarte: se le empieza a leer con devoción. Los jóvenes van con los poemas de Leonel bajo el brazo. Escriben, para vengar su muerte [10]”. “Su heroísmo nos conmovió -relata la poeta Daisy Zamora-, nos hizo sentir avergonzados de nuestra vida cómoda. Fue su ejemplo lo que me llevó a tomar la decisión de combatir. Yo fui la única mujer de la escuadra. Cuando me entregaron mi mochila, metí en ella mis poemas, con la esperanza de que, si me mataban, alguien los rescataría. El Poeta fue el “autor intelectual” de mi decisión. [11]” “Su gesto fue un sacudón para los artistas -explica el pintor Roger Pérez de la Rocha-. Sentimos que nos estaban tocando: que nos estaban matando. E hicimos nuestro, su grito: Qué se rinda tu madre! [12]”.

Leonel Rugama es la propuesta más coherente, el esbozo mejor elaborado del intelectual orgánico gramsciano [13]. Aparece en un momento complejo de la realidad de Nicaragua, marcado por el ascenso del movimiento revolucionario, el resurgimiento del movimiento estudiantil, y la integración gradual y progresiva de los cristianos a la lucha. Su muerte supuso un verdadero punto de inflexión, sea en el panorama cultural nicaragüense, que en la historia de la Iglesia Popular.

Su poema “El libro de la historia del Che” traza, a la manera del Antiguo Testamento, la genealogía libertaria de América: desde la resistencia indígena contra la invasión española, hasta la lucha contra las fuerzas de ocupación yankee. En la larga lista aparecen, juntos y revueltos, curacas rebeldes, próceres del s.XIX, jefes indios de Norteamérica, líderes agrarios, guerrilleros y figuras literarias. Su visión integradora de la patria grande, hermana en un solo tiempo, eras y comarcas. Superada la barrera temporal, el propio autor se inscribe como un eslabón más de esta estirpe justiciera.
Como César Vallejo en su poema “Piedra negra sobre una piedra blanca [14]”, el poeta se crea un personaje homónimo:

leonel rugama
gozó de la tierra prometida
en el mes más crudo de la siembra
sin más alternativa que la lucha. [15]

Un recurso que le es caro y que utilizará también en el poema “Con mis dedos”[16], en el que, no sólo anuncia su propia muerte como que ya hubiera ocurrido (al igual que Vallejo), sino que expresa la clara premonición de su renacimiento. Su paso a la inmortalidad:

Con mis dedos sucios
de vida
acaricio el montón de mis huesos
sorben la muerte,
arrastrando cruces.
Vacío el oído, escucho
el sonido de la tumba
Donde naceré.

El concepto de que la muerte heroica conduce a la vida eterna (que es la que verdaderamente importa), vuelve a aparecer en el poema “Biografía”[17]:

Todo mundo careció de oídos y el combate
donde empezó a nacer
no se logró escuchar.

Rugama expresa la premonición de su agonía y comprende “que la muerte no es menos que la vida” en su poema “Que la muerte”[18].

Olfateo un color de muerte,
todas mis células están en agonía.

De mi boca precipitan
helados gemidos que golpean el
piso y se deshacen con la
temperatura ambiente,
los gemidos deshechos forman
un charco, y la gente los
barre y los bota en la basura.

Entre tanto con esfuerzo
sobre-humano logro dar
débiles pasos y situarme
frente a mí, soy único testigo,
he compredido
que la muerte no es menos
que la vida.

En “Epitafio”[19] reitera el vaticinio de su propio desenlace, no sin un guiño de humor:

Aquí yacen
los restos mortales
del que en vida
buscó sin alivio
una
a
una
tu cara
en todos
los buses urbanos.

Para terminar, comparto con ustedes la versión completa del poema antes mencionado: «El libro de la historia del Che».

El libro de la historia del “Che”
hijo de Augusto
hijo de Lautaro:
Lautaro
“lnche Lautaro
apubim ta pu huican”
(Yo soy Lautaro que acabó con los españoles)
casado con Guaconda
y hermano a su vez de Caupolicán (el flechador del cielo)
y de Colocolo
engendró a Oropello;
Oropello engendró a Lecolón,
y a sus hermanos;
Lecolón engendró a Cayeguano;
Cayeguano engendró a Talco ;
Talco engendró a Rengo;
Rengo engendró a Tupac-amaru;
Tupac-amaru engendró a Tupac-yupanqui;
Tupac-yupanqui engendró a Tucapel;
Tucapel engendró a Urraca de Panamá;
Urraca engendró a Diriangén de Nicaragua
y este se suicidó
en las faldas del volcán Casitas
para nunca ser capturado.
Diriangen engendró a Adiact
y este fue colgado
en un palo de tamarindo que está en Subtiaba
«Aquí murió el último jefe indio»
y la gente de todas partes lo llega a ver como gran cosa
Adiact engendró a Xochitl Acatl (Flor de la caña)
Xochitl Acatl engendró a Guegue Miquistl (perro viejo),
Guegue Miquistl engendró a Lempira;
Lempira engendró a Tecun-Uman;
Tecun-Uman engendró a Moctezuma Iluitamina;
Moctezuma Iluicamina engendró a Moctezuma Zocoyotlzin;
Moctezuma Zocoyotlzin engendró a Cuauhtemoc;
Cuauhtemoc engendró a Cuauhtemotzin
y este fue ahorcado por los hombres de Cortes
y dijo:
«Así he sabido
lo que significa confiar
en vuestras falsas promesas
¡oh Malinche! (Cortés)
yo supe desde ese momento
en que no me di muerte
por mi propia mano
cuando entrásteis a mi ciudad
de Tenochtitlán
que me tenías reservado ese destino».
Cuauhtemotzin engendró a Quaupopoca;
Quaupopoca engendró a Tlacopán;
Tlacopán engendró a Huáscar;
Huáscar engendró a Jerónimo;
Jerónimo engendró a Pluma Gris;
Pluma Gris engendró a Caballo Loco;
Caballo Loco engendró a Toro Sentado;
Toro Sentado engendró a Bolivar;
Bolivar engendró a Sucre;
Sucre engendró a José de San Martín;
José de San Martín engendró a José Dolores Estrada;
José Dolores Estrada engendró a José Martí;
José Martí engendró a Joaquín Murrieta;
Joaquín Murrieta engendró a Javier Mina;
Javier Mina engendró a Emiliano Zapata;
Emiliano Zapata engendró a Guerrero;
Guerrero engendró a Ortiz;
Ortiz engendró a Sandino
Augusto César Sandino
hermano de Juan Gregorio Colindres
y de Miguel Ángel Ortez
y de Juan Umanzor
y de Francisco Estrada
y de Sócrates Sandino
y de Ramón Raudales
y de Rufo Marín
y cuando hablaba decía:
«Nuestra causa triunfará
porque es la causa de la justicia
porque es la causa del amor»
y otras veces decía:
«Yo me haré morir
con los pocos que me acompañan
porque es preferible
hacernos morir como rebeldes
y no vivir como esclavos».
Sandino engendró a Bayo;
el esposo de Adelita
del cual nació el «Che»
que se llama Ernesto.
leonel rugama
gozó de la tierra prometida
en el mes más crudo de la siembra
sin más alternativa que la lucha.
1968/1969
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[1] Teófilo CABESTRERO, Leonel Rugama. El delito de tomar la vida en serio. Managua: Nueva Nicaragua, 1989, p.409.
[2] Tomás BORGE, La paciente impaciencia. Managua: Vanguardia, 1989. p.381.
[3] Leonel RUGAMA, “Como los santos”, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. pp. 60-69.
[4] Leonel RUGAMA, Carta al poeta Pablo Antonio Cuadra, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. p. 107.
[5] Leonel RUGAMA, “Las casas quedaron llenas de humo”, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. pp. 57-58.
[6] Julio VALLE CASTILLO, El siglo de la poesía en Nicaragua. Vol. III. Neovanguardia. Grupos del 60, independientes y poetas del 70 al 80 (1960-1980), Managua: Uno, 2005. p. 556-560.
[7] José CORONEL URTECHO, “Leonel Rugama. Guerrillero de la poesía”, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. pp. 11-18.
[8] Julio VALLE CASTILLO, El siglo de la poesía en Nicaragua. Vol. III. Neovanguardia. Grupos del 60, independientes y poetas del 70 al 80 (1960-1980), Managua: Uno, 2005. p. 556-560.
[9] Bayardo GÁMEZ, Entrevista personal con la autora, Managua, 1989.
[10] Francisco de Asís FERNÁNDEZ, Entrevista personal con la autora, Managua, 1989.
[11] Daisy ZAMORA, Entrevista personal con la autora, Managua, 1989.
[12] Roger PÉREZ DE LA ROCHA, Entrevista personal con la autora, Managua, 1989.
[13] Donaldo ALTAMIRANO, Entrevista personal con la autora, Managua, 1989.
[14] César VALLEJO, “Piedra blanca sobre una piedra negra”.
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
[15] Leonel RUGAMA, “El libro de la historia del Che”, en Leonel Rugama, ¡Que se rinda tu madre!, Managua: CNE, 2010. pp. 92-94.
[16] Leonel RUGAMA, “Con mis dedos”, en Leonel Rugama. Poemas Edición digital de Julio Cruz. https://es.scribd.com/doc/192208843/Leonel-Rugama-Poemas
[17] Leonel RUGAMA, “Biografía”, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. p. 59.
[18] Leonel RUGAMA, “Que la muerte”, en Leonel Rugama, ¡Que se rinda tu madre!, Managua: CNE, 2010. p. 26.
[19] Leonel RUGAMA, “Epitafio”, en Leonel Rugama, La tierra es un satélite de la luna, Managua: Nueva Nicaragua, 1978. pp. 75.