PERÚ. LOS TRABAJADORES…

Por Gustavo Espinoza M

Para el próximo jueves 19 ha sido programada una nueva Jornada de Lucha,   convocada por las organizaciones sindicales peruanas lideradas por la CGTP.

Esta acción se  inserta en un convulso escenario en el que los conflictos de clase yacen irresueltos ante la pasividad de nuestros gobernantes, que prefieren mirar a un costado cuando se trata de demandas sociales, aunque sean urgentes, e incluso atendibles.

La petición de los trabajadores, en esa circunstancia, engloba diversos temas: salarios, respeto a la organización sindical, negociación colectiva y condiciones de trabajo acordes con los tiempos que vivimos.

Todos estos elementos asoman por la vigencia de una política aplicada por sucesivos gobiernos, que desde la última década del siglo pasado, articularon sus acciones bajo el estropajo del neo liberalismo, Los decretos 014, 016 y 020 encarnan esta ofensiva.

Ella, derivó de la exigencia patronal de acabar con las conquistas arrancadas por los sindicatos en el periodo anterior y, sobre todo, en los años del proceso militar antiimperialista liderado por Juan Velasco Alvarado.

La estabilidad en el empleo y el derecho a la negociación colectiva, fueron los dos grandes trofeos que la clase dominante buscó obsesivamente arrebatar a los trabajadores.

Bajo el segundo belaundismo y el primer gobierno de García, hubo tibios intentos por destruir estos verdaderos baluartes del sindicalismo, pero el miedo a la protesta social menguó siempre esa ofensiva.

Fue necesaria, entonces, otra en todos los frentes, que sólo  pudo concretarse  después del 5 de abril del 92 y del asesinato, en diciembre de ese año, de Pedro Huilca Tecse, que generó el descabezamiento de la CGTP.

Si bien el gobierno de Fujmori debe ser considerado como el principal culpable de la ofensiva anti laboral que hoy se rechaza; no dejan de tener responsabilidad en ella los gobiernos que, desde los inicios del siglo XXI, resultaron incapaces de restablecer los derechos conculcados y restituir las cosas a un esquema legal elementalmente justo, que incluso encontró eco en la legislación internacional del trabajo amparada por la OIT.

Nadie, desde Alejandro Toledo hasta los actuales dirigentes del país, podría tirar, en esta materia, la primera piedra. Ninguno está libre de culpa.

El problema, sin embargo, es más grave. Porque no se trata sólo de conquistas laborales perdidas gracias a la imposición de un modelo productivo extremadamente rapaz e inhumano; sino del debilitamiento estructural y orgánico de un segmento social que perdiera, objetivamente, espacio en la confrontación de clase.

En el extremo, a partir de esa realidad, hay quienes aseguran hoy, que la Clase Obrera “ha desaparecido”.   

En verdad, hay menos sindicatos que antes;  y los que existen, tienen menos fuerza que aquellos que se movilizaban antes.  Pero la Clase Obrera como tal, no ha desaparecido. Simplemente ha cambiado su estructura y su composición. Ahora, incluye sectores más amplios, que se han “proletarizado”.

Algunos de ellos, aún no se han dado cuenta de ese fenómeno, y hasta se resisten a admitirlo

Recuperar la capacidad de lucha de los trabajadores debiera ser, en este marco, la principal tarea de las fuerzas progresistas de la sociedad peruana; sobre todo las que dicen entender la importancia que tiene la clase obrera en la lucha por transformar radicalmente la vida del país. Y esta, es también una batalla de ideas.

La Jornada del 19 de Marzo, en la medida que sea exitosa, será un paso adelante. Más allá de ella, sin embargo, hay que aprender a pisar tierra

Dos formulaciones derivadas del legado del Amauta deben tener en cuenta -ahora más que nunca- los trabajadores: la lucha reivindicativa, no basta. “un proletariado sin más ideal que el incremento del salario y la reducción de la jornada laboral, no será capaz de emprender una tarea histórica”.

Y la segunda: El Sindicato, es un Frente Único”, y no un Partido. “En él, caben todos los trabajadores independientemente de sus convicciones políticas, credos religiosos, sexo o raza”.

Confundir Partido con Sindicato y pretender convertir al Sindicato en un Partido, constituye un error histórico. (fin)3