Por
Gustavo Espinoza M.
El pasado viernes, aludiendo al
comportamiento político de ciertos segmentos de la Izquierda peruana, me referí
a un conocido personaje de la Mitología Romana a quien se le atribuía la
posibilidad de ver, al mismo tiempo, en dos direcciones
Dije que hay quienes creen que ser como
Jano, es mirar un poco a la derecha y otro poco a la izquierda, para acomodarse
mejor. No obstante, Jano tenía la virtud de mirar doblemente. Pero no a la
derecha y a la izquierda, sino atrás y adelante. Por eso, tenía dos rostros. Uno,
miraba el pasado; y el otro, oteaba el porvenir.
Se dice que esta virtud se la dio,
Saturno, en gratitud, cuando destronado por Júpiter, le pidió un amparo que
obtuvo. La usó, entonces, para extraer lecciones, y diseñar caminos de futuro.
Más allá de la Mitología, algo así debiera
tener la Izquierda Peruana si buscara sinceramente salir de la crisis que la
agobia, y abrir trocha para avanzar. Evocando la historia, podría recordar la más
reciente -Izquierda Unida- y mirando el horizonte, pergeñar nuevos derroteros.
Cuando el gobierno
de Morales Bermúdez decidió “devolver el Poder a los civiles”, convocó una
Asamblea Constituyente. Las fuerzas políticas del campo popular, enfrentadas
por la distinta mirada del proceso velasquista, no avizoraron la posibilidad de
una alianza electoral. Cada quien asumió
su “derecho” a probar fuerzas, y jugó sus cartas por cuenta propia. En 1980, y
convocados los comicios nacionales, fue posible articular algunos pocos
acercamientos, pero ellos, no garantizaron ninguna operación unitaria. Por eso
concurrieron a las ánforas seis listas de izquierda, cada una de las cuales
obtuvo un promedio del 3% de los votos. No obstante, en esa circunstancia, del
desastre salió el acierto.
Inmediatamente después de los
comicios presidenciales y parlamentarios de 18 de mayo de 1980, y teniendo a la
vista los municipales de noviembre de ese año, las direcciones de los Partidos
resolvieron “probar” una nueva fórmula. Así, el 13 de septiembre nació
Izquierda Unida. La foto que grafica ese acuerdo aún subsiste, y suele
divulgarse cuando se busca perfilar la imagen de unidad que se alcanzara en esa
circunstancia.
La Unidad así creada, dio fruto.
Si bien no ganamos en Lima, Barrantes –el candidato de IU a la alcaldía- obtuvo
el 27% de los votos. Pero ganamos en Arequipa, Puno, Cusco, Huancayo, Huaraz y
otras localidades; y asomamos, de hecho, convertidos en una verdadera
alternativa de gobierno. Tres años después -en noviembre del 83- se repitió la
historia, aunque mejor: ganamos el Municipio capitalino y Barrantes se convirtió
en el primer Alcalde Socialista de nuestra historia.
Fue con esa fuerza que encaramos
la jornada electoral de 1985, que nos permitió obtener una representación
parlamentaria nada desdeñable: 16 Senadores y 48 diputados. El 90 bien pudo
repetirse, y aún ampliarse esa expresión de la voluntad ciudadana. ¿Qué lo
impidió?: La ruptura de IU.
Esa ruptura no fue espontánea. Fue
laboriosamente trabajada por el enemigo desde dentro, y desde fuera de IU; y alcanzó su punto culminante cuando forzó la
renuncia de Barrantes a la Presidencia del Frente. Ahí se afincó la derrota del
movimiento popular.
Dos fueron los factores que
jugaron decisivamente para que ella cuajara: el intento de cancelar IU como
Frente Político, y convertirlo en un Frente Revolucionario de Masas “abierto a
todas las formas de lucha”; y el hacer concesiones al electorerismo y al
caudillismo que minó a una parte de la estructura dirigente del Frente.
Ambos factores fueron posibles por
la inmadurez del movimiento, porque la conciencia de las masas no había
alcanzado el nivel deseado, y porque buena parte de los dirigentes cayeron en
el subjetivismo, y confundieron ilusiones con realidades.
La crisis del socialismo, que
generó confusión en el mundo, hizo el resto e impidió contrarrestar la ofensiva
divisionista. Como premonitoriamente lo augurara el argentino Aníbal Ponce, la gran
burguesía golpeó a la vanguardia de la época: “alentando en los unos
la vanidad siempre despierta, o aumentando en los otros la codicia nunca
ahogada; supo retener entre sus manos algunos de los resortes del alma proletaria”.
Y claro, le resultó fácil, en la circunstancia de un
movimiento naciente, con liderazgos precarios, y organizaciones débilmente afirmadas.
Mirar adelante, en la
circunstancia, exige entonces desplegar una alta batalla política. Ella pasa
por crear sentimiento y conciencia de clase. Y por meter en la cabeza de la
gente ideas, y no sólo distracciones.
Las diferencias de matices -que
podrían separar a unos contingentes de la izquierda, de otros- no impiden
concertaciones tácticas. La unidad no se construye en bases a diferencias, sino
a partir de coincidencias. Cada quien marchará con su fe, pero todos deberán
unirse en torno a una misma bandera.
Y la dirección del movimiento se
asentará en la base, y no en las alturas. Y las concesiones estarán a la orden
del día. Se abandonarán las suspicacias y los prejuicios, pero no los
Principios. Ellos, serán el sustento de un pueblo en lucha. (fin)