Todos, todas, todes, somos Telesur (por Carlos Aznárez)
El títere más devaluado de Washington ha encontrado una nueva fórmula para intentar recomponer un espacio de cierta visibilización mediática. Así es, parece que Juan “autoproclamado” Guaidó trata de dar imagen de hombre duro, y ha comenzado a vociferar ante sus cada vez más escasos seguidores que intentará “rescatar» la señal de Telesur “para ponerlo al servicio de la verdad”.
Si esta nueva patraña no fuera parte de la permanente guerra que Estados Unidos libra contra la Revolución Bolivariana, los dichos de este sujeto provocarían risa. Pero no hay que tomar en broma estos anuncios porque detrás de ellos seguramente se lanzará una nueva embestida contra uno de los pocos canales televisivos en el mundo (y el único en Latinoamérica) que cuenta las cosas como son, que ofrece micrófono a los de abajo, a los que pelean para que los escuchen, a quienes con mucho esfuerzo intentan seguir creyendo en que la Humanidad no es lo que Trump y sus secuaces dibujan día a día.
Telesur se ha convertido, y eso sí que hay que festejarlo y defenderlo, en una herramienta imprescindible en el campo informativo. Lo viene demostrando desde prácticamente su lanzamiento como canal multiestatal y plurinacional. Si no hubiera sido por Telesur, varios golpes de Estado que se han sucedido en el continente, hubieran pasado casi desapercibidos. Allí estuvieron cámara y cronista mostrando las barbaridades que se cometieron en Honduras una vez que el presidente Manuel Zelaya fueran arrancado del gobierno con violencia, y volvió a ser la cadena latinoamericana y caribeña la que mostró al mundo cuando el mandatario penetró subrepticiamente al territorio y reapareció en la embajada de Brasil.
Que no decir de Telesur en Colombia, en épocas de Juan Manuel Santos ordenando al ESMAD que reprimiera las grandes manifestaciones de la Cumbre Agraria y a partir de esas imágenes obtenidas con las y los comunicadores con no poco riesgo, poder denunciar al mundo lo que allí estaba ocurriendo. Luego vinieron los días y años de las negociaciones de las FARC en La Habana, o las del ELN en Ecuador, las masacres del paramilitarismo, los acuerdos de paz, la traición gubernamental a lo firmado en La Habana, y la actualidad represiva y autoritaria del uribismo, en que gracias otra vez a Telesur, nos enteramos que ese pueblo colombiano no deja en pelear por un país con justicia social.
Fue Telesur quien abrió los ojos de muchos y muchas en el continente para descubrir y amar la Revolución que Hugo Chávez desarrolló en Venezuela y quien nos acostumbra día a día a admirar al bravo pueblo venezolano que se resteó en las calles una y mil veces en todos estos años. Fueron los cronistas del canal los primeros en salir a la calle a cubrir, a riesgo de su vida, las guarimbas de la muerte impulsadas por la oposición fascista. El canal nos volvió a renovar la esperanza de que la Revolución tenía mucho resto aún, cuando las multitudes salieron a las calles a votar por la Constituyente y vencieron a la locura fratricida, esa misma en la que sigue creyendo e impulsando Guaidó.
Y otra vez Telesur, estuvo a la cabeza de visualizar, para quienes dudaban, lo que se ocultaba detrás de la famosa “ayuda humanitaria” de los yanquis. Esa que intentaron colar por los puentes cercanos a Cúcuta, y que no era otra cosa que una invasión en toda regla. Allí estuvo Madelain García, dando una hermosa lección de lo que significa informar, a pie de calle y poniendo la piel en ello, sobre la hazaña que protagonizaron juntos las milicias y la Guardia Nacional Bolivariana.
Lo mismo podemos decir del corresponsal en Siria, Hisham Wannous, demostrando con absoluta profesionalidad cuánto y cómo peleó el pueblo y su ejército para derrotar al ISIS, o las coberturas brillantes sobre la resistencia palestina enfrentando a la bestialidad sionista, la invasión otaniana a Libia, donde brilló la cobertura de Rolando Segura, o lo que se abarca informativamente en El Líbano e Irán.
Vengo recientemente de Chile y allí fue otra vez Telesur quien pudo mostrarle al continente gracias a un cámara y una cronista más que valientes, lo que es el poder represivo de los carabineros piñero-pinochetistas contra un pueblo que despertó para siempre. Emocionaba verla a Paola Dragnic, con su máscara anti gas enfrentando en la Plaza de la Dignidad la agresión criminal de los “pacos” chilenos, plantándoles cara junto al cámara (lamento no tener su nombre) y demostrando que cuando hay pasión por contar la verdad a favor de los pueblos, no hay violencia estatal que pueda hacer retroceder a una comunicadora popular . Lo mismo se repite a diario en los informes brillantes de Freddy Morales desde la Bolivia de Evo, hoy en manos de una dictadura fascista y racista. O en el trabajo tesonero de la corresponsalía argentina, donde, afrontando la censura y la bajada de la señal por parte de la tiranía institucional de Macri, Carolina Silvestre y Edgardo Estéban se pusieron al hombro la tarea de mantener el alto nivel desplegado desde la creación del canal. O el trabajo permanente de reporteras como Adriana Sívori, desde cualquier país centroamericano o allí donde la noticia precise de su potencia juvenil para estar en los sitios donde otros (no los de Telesur) no quieren que los envíen.
Eso y mucho más es el canal al que quiere “rescatar” el pigmeo Guaidó: programas únicos en la TV del continente, con presentadoras, presentadores, periodistas y analistas brillantes, que no repiten guiones como loros, ni actúan bajo conceptos rutinarios, sino que se esfuerzan en poner pasión para contar noticias que la mayoría de las corporaciones mediáticas ignoran, deforman o directamente cajonean. Son muchos y muchas los que cumplen esa tarea, pero podemos sintetizar la eficacia de la misma en los cotidianos encuentros en la pantalla con Tatiana Pérez y Abraham Istillarte.
Telesur también son esos documentales que no podremos ver en la mayoría de las TV latinoamericanas (siempre hay excepciones como el canal argentino Encuentro), espacios culturales donde no existe la chabacanería a la que están acostumbrados otros medios hegemónicos. Y algo que se agradece infinitamente: en esta cadena no podrán verse esas publicidades de mal gusto, sexistas, destructoras de valores sociales imprescindibles, engañosas para pintar mundos inalcanzables. No, en Telesur eso no pasa ya que son reemplazadas por buenas imágenes nuestroamericanas, músicas o efemérides de todas las luchas y personalidades de la Patria Grande.
Por todo ello, frente a esta nueva muestra de la miserabilidad y el revanchismo que engendran tipos como Guaidó (corrupto hasta llegar a la osadía de haberles robado a sus propios amos, cómplice de acciones terroristas y confeso golpista) se hace necesario que todas y todos los que valoramos el rol que cumple Telesur unamos nuestras fuerzas y nos aprestemos con celeridad a multiplicar las acciones en su defensa. Sobre todo, quienes somos comunicadores y comunicadoras populares, que sabemos valorar in situ lo que significa hacer periodismo “en tiempos difíciles”, como nos enseñara Rodolfo Walsh.
Como bien dijo la directora de Telesur, Patricia Villegas (una de las grandes artífices de todo lo que el canal ha llegado a ser y valer): “el diputado habla de lo que no sabe y claramente no entiende”. Ni entenderá jamás, agregamos nosotros, porque escorias como Guaidó, que a esta altura de los hechos debería estar en la cárcel, no pueden imaginarse que al atacar a Telesur está provocando que miles y miles en el continente y el mundo cerremos filas para que el canal siga siendo lo que es: un instrumento para vencer a la oscuridad de la censura y el terrorismo mediático. #Viva Telesur.
*Carlos Aznárez, Director de Resumen Latinoamericano, integrante de ALBA Movimientos