Por Gustavo Espinoza M.
Probablemente Rosa Bartra, ex congresista fujimorista y hoy candidata de “Solidaridad Nacional” para los comicios de enero, no haya oído jamás hablar del sacerdote dominico Tomás de Torquemada. Pero se le parece por lo menos en el modo de razonar ante los asuntos que asoman en su verbo cada vez que comparece ante medios de comunicación que se desviven por entrevistarla.
La obcecación y la intolerancia constituyen los elementos que afirman a personalidades de este signo, que vistas a trasluz, asoman como gemelas en el marco de la historia.
Como se recuerda, don Tomás de Torquemada nació en Valladolid, España, en 1420 y vivió con cierta holgura durante 78 años, hasta que falleció en Avila luego de una vida destinada a “vigilar” la fe de los cristianos con empeño ejemplar. El empecinamiento de la Bartra por “preservar la democracia”, no hace sino evocar esa práctica que tiene antigua data.
En el momento estelar de su vida, fray Tomás, fue el Inquisidor General de España, algo así sueña ser aquí doña Rosa Bartra cuando quiere “denunciar a los enemigos de la fe, de la patria, o de la familia”.
En aquellos años fue este Tomás nada menos que confesor de la reina Isabel de Castilla y de su ilustre esposo don Fernando de Aragón, gracias a cuyo amparo pudo dictar – el 2 de agosto de 1492, un día antes de la partida de Cristóbal Colón del puerto de Palos rumbo a las entonces desconocidas tierras situadas allende los mares- el célebre Edicto de Granada, mediante el cual se proscribió a judíos y herejes, facultando a los Tribunales de la Santa Inquisición para que los capturen, procesen y sancionen.
Hay quienes calculan en 10 mil el número de ejecutados como consecuencia de esta “razzia” singular, y en más de 100 mil la cifra de torturados. Y es que el Poder no se andaba con medidas tintas y prefería castigar antes que preguntar, por miedo a equivocarse. También en eso, doña Rosa se le parece a Tomás como una gota de agua a otra.
Porque era así, se le llamó a éste “martillo de los herejes”, aunque hubo quienes lo consideraron más bien “la luz de España y “el salvador de la patria”. Algo como lo que quisiera fungir la Torquemada de nuestro tiempo ataviada de parlamentaria ad infinitum.
Y es que el histórico que nos ocupa, vio en los desafectos a los mecanismos de dominación vigentes, algo así como enemigos de la fe, pero también del orden establecido; y pasibles, por tanto, de merecer la ira desenfrenada de los poderosos.
Persiguió entonces a las gentes por sus ideas, su raza, su origen social o su oficio; y recurrió a prácticas represivas, procedimientos más perversos y acciones inicuas. Por eso ahora es considerado casi unánimemente como símbolo y expresión de la crueldad y el fanatismo.
Si la señora Bartra fuere -¡Ojala nunca ocurra!- algo así como la Ministra del Interior de un régimen fascista como el inimaginable de Keiko Fujimori o el de la señora Añez, en Bolivia ¿Se imaginan qué les ocurriría a los “disidentes” de la óptica que ella tiene para percibir a la familia? ¿Sobrevivirían los integrantes de las minorías sexuales, o los partidarios de una educación de género?
El tema viene al caso porque pareciera haberse puesto en la orden del día de la política de las fuerzas más conservadoras, entre las que se inscribe el “Partido” del señor López Aliaga; una suerte de acción punitiva de ese corte para castigar a todos aquellos que se muestran contestatarios del “modelo” de dominación vigente, o los que abogan por una nueva Constitución distinta a la “Carta” heredada de la dictadura, o los que proponen participación del Estado en la planificación de la economía
Para quienes obran a partir de la óptica, de los Torquemada de nuestro tiempo, los desafectos a la “herencia” fujimorista, son “terroristas” o “senderistas” y están imbuidos por el “marxismo-leninismo-pensamiento Gonzalo”. En el extremo, hoy sostienen muy sueltos de huesos que “los comunistas gobiernan el Perú” y que el Comandante Hugo Chávez se ha “reencarnado” en el Presidente Martín Vizcarra.
Ni siquiera les interesa saber si los “senderistas” realmente existen o si son en verdad “revolucionarios”. Les basta llamarlos “comunistas”, es más, “radicales”, es decir “terroristas”, “asesinos”, “delincuentes”, “secuestradores”, “guerrilleros” y todos los adjetivos que quieran colgarles simplemente para desacreditarlos porque lo que les importa es mimetizar su accionar con el terror masivo, la violencia desenfrenada, el crimen y la muerte. Y hacerlo para adjudicar todo eso a un símbolo -la hoz y el martillo- y a una ideología; el socialismo científico, es decir, el marxismo-leninismo.
En todo esto, es claro que Rosa Bartra no está sola. Bien puede decirse que “goza” de la compañía de Martha Chávez, Héctor Becerril, Yeny Vilcapoma y Mauricio Mulder. Todos ellos fueron construidos con la misma harina y forman parte del mismo costal, aunque hoy marchen por carriles separados para confundir a electores distraídos. Pero por más esfuerzos que hagan, la huella de don Tomás de Torquemada, los guía.