ISIDORO GAMARRA, UNA FIGURA DE LEYENDA
Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)
El 2 de enero del 2020 días se cumplen 113 años del nacimiento de Isidoro Gamarra Ramírez, emblemática figura del movimiento sindical peruano constituye un deber de quienes lo conocimos y luchamos a su lado en diversas etapas, recordar su valioso aporte. Lo hacemos para que el conjunto del movimiento sindical organizado, eleve su bandera inabdicable.
En sus primeros años.
Isidoro Gamarra Ramírez nació el 2 de enero de 1907. Abrió los ojos en un modesto hogar peruano en la provincia de Tarapacá, territorio que fuera peruano hasta 1879 y que luego de la Guerra del Pacífico (1879-1883)- quedó bajo soberanía de Chile.
Fue hijo de Juan Gamarra Barreda y Sofía Ramírez Arancibia. La madre, de filiación socialista, jugó un papel relevante en su formación posterior porque siempre influyó en su hijo con relatos referidos a la vida y a la lucha social. En particular, le narró la tragedia de la Escuela de Santa María de Iquique, ocurrida en diciembre de ese año y en la que, como resultado de una horrenda masacre perpetrada por efectivos militares de la región, fueran asesinados tres mil obreros del salitre, entre peruanos, chilenos y bolivianos.
Los padres de Isidoro, tuvieron siempre conciencia clara de su origen y de su nacionalidad, de modo que lo inscribieron como peruano en el consulado de nuestro país, lo que le acarreó dificultades en su primera infancia. Hostilizado frecuentemente en el barrio en el que vivía, y en la escuela en la que se educaba, tuvo que recibir clases particulares y sintió la necesidad de abandonar la zona. Ese sentimiento fue compartido con la familia, de modo que todos los integrantes de la misma se trasladaron hacia el Perú, llegando a Lima en 1915, cuando apenas contaba con 8 años. A partir de allí, Isidoro radicaría en la capital de la República. En 1916 ingresó a una Escuela Fiscal de Malambito, pero pronto fue trasladado a un Liceo particular -el Liceo Tacna- donde continuó sus estudios.
Su infancia transcurrió sin grandes apremios, aunque sí con dificultades materiales comprensibles. Eso hizo que a los 15 años tuviera que buscar trabajo como obrero en una obra de construcción civil de La Victoria. A los 19 años, en 1926, terminó su educación secundaria en Guadalupe, el Primer Colegio Nacional del país. Luego consiguió un puesto de trabajo como empleado. En julio de 1927 falleció su madre, y él fue despedido tres años después por efecto de la crisis que asolaba al país.
El gobierno peruano de entonces, en el transcurso de la década del veinte otorgó a los “repatriados”, como se les llamaba a los peruanos que vinieron de Tarapacá, una zona de vivienda ubicada en las inmediaciones de la Avenida Argentina, entre Lima y el Callao. Allí surgiría años después la Urbanización Tarapacá, en la que Isidoro vivió buena parte de su vida.
El régimen de Leguía y la impronta social
A fines de la década del 20, Gamarra conoció de la existencia de José Carlos Mariátegui, al que observó, en un comienzo, con desconfianza. Ello se explica porque Mariátegui llevaba a los trabajadores un mensaje socialista, discrepante e incluso polémico, con las ideas anarquistas imperantes en los círculos obreros del periodo. Años más tarde, Isidoro admitiría que esa desconfianza inicial le impidió conocer a Mariátegui personalmente y visitarlo en su casa del Jirón Washington. Sólo llegó a la puerta de la vivienda en compañía de Eliseo García, pero no ingresó en ella, cosa que el textil sí hizo.
En aquellos años, ante la precariedad existente en los centros de trabajo, Isidoro impulsó la formación de los primeros “Comités de Desocupados”, que visitaban las obras en busca de empleo. Esa idea de constituir tales organismos, la trajo Gamarra de Chile, de sus años de infancia, por cuanto su padre en Tarapacá formó parte de estructuras similares en el país del sur. Los Comités de Desocupados, a partir de 1928 surgieron con fuerza sobre todo en la capital de la República y actuaron cono verdaderos sindicatos de trabajadores despedidos.
La muerte de Mariátegui
El 16 de abril de 1930 murió en Lima José Carlos Mariátegui. Su deceso, conmovió profundamente al país, pero particularmente a la capital. Apareció ante los ojos de todos como una muerte injusta, dado que la víctima era un hombre joven, poseedor de una poderosa inteligencia y de una gran capacidad de trabajo. Millares de personas concurrieron a sus exequias y millares también acompañaron sus restos por las calles de Lima hacia el Cementerio de Lima, el Presbítero Maestro. Fue el primer caso de un líder popular cuyo cuerpo fue llevado en hombros de sus compañeros desde la ciudad hasta su tumba, y fue también el primer caso en el que los trabajadores marcharon cantando fervorosamente La Internacional y cubriendo el féretro con una bandera roja. Entre los asistentes a este nutrido desfile estuvo Isidoro Gamarra que, impresionado por la experiencia, resolvió incorporarse al núcleo comunista que quedara a la muerte de Mariátegui.
En la lucha sindical
Al mismo tiempo que desarrollaba acciones de orden político partidario, Gamarra estaba dedicado a la actividad sindical. La CGTP, que Mariátegui había fundado en 1929, tuvo un inicio promisorio en 1930, pero sobrevaloró sus fuerzas. Convocó, en efecto huelgas que no cuajaron. La masacre minera de Malpaso, ocurrida en noviembre de 1930, fue en realidad el inicio de una dura etapa represiva contra el movimiento obrero, que continuó agudizándose y tuvo un periodo de mayor intensidad en 1932, cuando oficialmente la CGTP fue declarara fuera de la ley y sus dirigentes perseguidos y encarcelados. En este periodo hubo numerosas detenciones y los líderes políticos y sindicales eran confinados en La Intendencia de Lima
o trasladados a Campos de Concentración en la Selva de Madre de Dios, como ocurrió con Eliseo García, Jorge del Prado y otros. Gamarra fue detenido en diversas ocasiones en ese periodo y recluido en La Intendencia y en el Penal de El Sexto, y mantuvo siempre una actitud valiente y decidida.
Entre 1934 y 1939 Gamarra fue perseguido por las fuerzas policiales, y capturado varias veces. Entró y salió de diversos penales, pero nunca pudo el régimen incoar contra él un proceso definido. Se le acusó solamente de “agitador sindical” y “caracterizado comunista”, pero nunca se le pudo imputar acciones ilegales. Intervino, sin embargo, en varias de ellas. Participó por ejemplo activamente en las tareas del Comité que celebró el 1 de mayo de 1935 -la más importante movilización de masas de la época- con una jornada pública de lucha obrera que se convirtió en un Paro General masivo contra el gobierno de Benavides.
A partir de 1937 el gobierno restableció en el país Consejos de Guerra y Tribunales Militares. Ellos fueron orientados contra el PC y el APRA. El dirigente comunista Jorge del Prado fue condenado a varios años de prisión por estas estructuras seudo jurídicas. Y también lo fue, por primera vez en la historia del Perú, una mujer, Maximina Argote. Cuando terminó la dictadura de Benavides, Gamarra pudo computar no menos de 8 detenciones, casi 4 años de carcelería, tortura y malos tratos en las prisiones.
El fin de la dictadura y la recomposición del movimiento obrero
Entre 1939 y 1945 gobernó el país el banquero Manuel Prado. Fue un gobierno de derecha que en el plano internacional, se alineó con los Estados Unidos, en el marco de la Gran Guerra. La situación interior fue, sin embargo, complicada, aunque no se desencadenó la represión como antes. Esto permitió que lentamente se fuera recuperando el movimiento sindical. En el periodo, sin embargo, hubo episodios políticos que influyeron en la vida de Gamarra Uno de ellos, su la recomposición de la Unidad Sindical y el nacimiento de la CTP.
Este proceso conoció tres momentos. El primero sucedió en Santiago de Chile con motivo del Congreso de la Confederación de Trabajadores de ese país celebrado en 1943. Allí concurrió invitada una delegación sindical peruana integrada por dos líderes apristas y dos comunistas. A petición de los compañeros chilenos, los peruanos concertaron un acuerdo que se dio en llamar “el pacto de Santiago”, orientado a reconstruir la Central Sindical del Proletariado Peruano. El segundo fue el 1 de mayo de 1944, cuando, en cumplimiento de ese pacto, dirigentes sindicales comunistas y apristas se dieron cita ante la rumba de Mariátegui y proclamaron la recomposición de la Central anunciando que el Secretario General sería Juan P. Luna y el Sub Secretario Luis Negreiros Vega. El tercer momento fue cuando se produjo el I Congreso de la Central, en 1945, cuando el APRA se dio maña para invertir los puestos dirigentes y Negreiros quedó como Secretario y Luna como Sub Secretario. De todos modos, la Central que se reconstituyó no fue la CGTP, sino la CTP –Confederación de Trabajadores del Perú- porque el gobierno de Prado se negó a inscribir a la Central con su nombre primigenio dado que existía un decreto que no consideraba “oportuno” derogar.
Otra vez en las tinieblas
En 1950 Isidoro Gamarra fue encarcelado. Estuvo en la Penitenciaría Central de Lima -el Panóptico- El Sexto y El Frontón, situación que se mantuvo hasta 1955. En esos cinco años, fue bárbaramente torturado y sometido a crueles privaciones. Contrajo tuberculosis y quedó parcialmente sordo. Sin embargo, resistió valientemente la situación creada y venció a sus opresores. Cuando fue liberado, el régimen estaba virtualmente destruido.
En 1955, cuando la dictadura de Odría estaba fuertemente golpeada y a punto de derrumbarse, se desarrolló en Lima el II Congreso de la CTP, en el que el APRA logró monopolizar la dirección sindical mediante maniobras extra legales. En 1956 se inició en el país el régimen de “La Convivencia”, un acuerdo de colaboración entre el partido de los banqueros –el de Manuel Prado- y el aprista, que se integró a la gestión del Estado cuando aseguró que la represión se ejercería sólo contra los dirigentes clasistas del proletariado.
El régimen de La Convivencia y la lucha contra el belaundismo
La lucha entre 1956 y 1962 fue ciertamente muy dura y en ella, en el interior de la CTP Isidoro y sus compañeros libraron distintas confrontaciones con el APRA que dividió al movimiento obrero en todos los lugares en los que fuera derrotado. La orientación más precisa del APRA en esa etapa de la vida nacional fue la de hacer méritos ante el empresariado y alcanzar beneficios con esa política. Las fuerzas sindicales contestatarias a la gestión aprista construyeron el llamado Comité de Unificación y Reorganización de la CTP, que fue violentamente reprimido y finalmente deshecho en 1963.
Gamarra tuvo destacada presencia en este Comité que sin embargo no llegó a cristalizar objetivos. Surgido para trabajar “dentro y fuera” de la CTP ganando para su causa a nuevos segmentos del movimiento obrero, avanzó en el terreno de la concientización de los trabajadores, pero no logró desplazar a la dirección aprista de la Central dado que ella recurrió al paralelismo. Incluso en el sector de la Construcción, creó una Federación Paralela que hizo reconocer formalmente por intermedio del Misterio del Trabajo, pese a que carecía en absoluto de representatividad sindical.
Después del golpe militar del 18 de julio de 1962, que derrocara al gobierno de Prado, las nuevas elecciones de junio de 1963, dieron la victoria a Acción Popular y a su candidato presidencial Fernando Belaunde. Se restauró entonces la democracia formal, y los sindicatos pudieron hacer huelgas, pero resultaron violentamente reprimidos a consecuencia de ellas. Así ocurrió por ejemplo, en 1967, cuando la huelga nacional de los trabajadores de la Construcción. Gamarra, que era Presidente del Comité de Huelga, participó en un nutrido mitin en el Callao en el marco de la huelga. Luego de la manifestación, fracasó en el intento de escabullirse sigilosamente. Fue detectado por la policía y perseguido en vehículos policiales en un operativo impresionante que concluyó con su captura.
En el gobierno de Belaunde, cuando los trabajadores estaban firmemente enfrentados a la política oficial, los segmentos más avanzados de la Clase resolvieron constituir una nueva estructura de lucha: fue el Comité de Defensa y Unidad Sindical, el CDUS, Cuando el CDUS tomó fuerza luego de la huelga de los trabajadores de la Construcción de ese año y del Paro convocado el 28 de septiembre de 1967 contra el gobierno de entonces; se resolvió la convocatoria a un Congreso Sindical que refundara la Confederación General de Trabajadores del Perú, la CGTP. Para ese efecto se constituyó una Comisión Organizadora de ese Congreso y a la cabeza de la cual fue designado Isidoro Gamarra.
Con la bandera de Mariátegui, otra vez
El Congreso así previsto tuvo lugar en Lima entre el 9 y el 14 de junio de 1968 y resolvió reestructurar la CGTP fundada por Mariátegui, tomando sus principios de clase y su línea de acción. El Congreso reunió alrededor de 180 delegados de diversas bases sindicales. Los gremios más fuertes fueron Construcción Civil y el Magisterio. Los informes de entonces aseguran que en el certamen estuvieron representados alrededor de 110,000 trabajadores sindicalizados.
Cuando emergió la CGTP el país seguía gobernado por Fernando Belaunde, que desarrollaba una política reaccionaria pero sobre todo entreguista en relación al capital financiero y a los monopolios. Entre junio y octubre la CGTP puso esa política en su línea de mira y golpeó con fuerza al gobierno debilitando aún más su imagen entre los trabajadores. Entre julio y agosto se produjo el escándalo del Petróleo a raíz de la firma de la famosa Acta de Talara, cuya página 11 nunca fue publicada.
La CGTP, depositaria de antiguas reservas en torno al accionar de la Fuerza Armada mostró escepticismo cuando se concretó la acción de Velasco Alvarado en octubre de 1968. Sin embargo, no levantó en absoluto la bandera de la constitucionalidad derrocada no solamente porque ella estaba fuertemente desprestigiada, sino porque nunca había generado beneficio alguno para los trabajadores.
El proceso de Velasco y la lucha de los trabajadores
El gobierno militar de Velasco Alvarado, sin embargo, tuvo un signo distinto e impulsó un proceso de cambios patrióticos y antiimperialistas que fuera respaldado por los trabajadores y el pueblo. La posición de Gamarra influyó también mucho en esta línea sindical de clase que asumió la CGTP sobre todo a partir de la nacionalización del petróleo, y más precisamente de la Reforma Agraria dispuesta en junio de 1969.
Gamarra no abandonó nunca, sin embargo, sus aprehensiones frente a los militares. Mostró escepticismo y desconfianza en los primeros meses de la gestión uniformada, pero poco a poco fue comprendiendo el sentido general del proceso y finalmente hizo suyos los objetivos generales del mismo.
Pese a la cercanía de la CGTP con el gobierno de entonces, la dirección de la Central tuvo apenas dos reuniones con el Presidente Velasco para discutir temas de común interés. La primera ocurrió en mayo de 1971, cuando la huelga minera del centro del país y la masacre de Cobriza. Y la segunda, en octubre de 1974, cuando ya Velasco estaba baldado luego que se le amputara una pierna. En ambas ocasiones, la reunión fue cordial, pero también dura en la asunción de posiciones. Ni Gamarra, ni los dirigentes de la CGTP que lo acompañaron, cedieron nunca en materia de principios ni conciliaron. Respaldando claramente el proceso, mantuvieron distancia, respetuosa pero firme en el manejo de los problemas de los trabajadores y en el análisis de la situación del país.
En el periodo la CGTP creció significativamente y desarrolló una actividad sindical y política de gran resonancia. Desarrolló cuatro congresos ordinarios (1968, 1971, 1974 y 1976) y 1 congreso extraordinario, en 1969, en el que Gamarra pasó a desempeñar el cargo de Presidente de la Central. En cada evento se constató el crecimiento orgánico de la CGTP que en 1976 representaba a 500 mil trabajadores y tenía una significativa influencia social y elevado prestigio tanto en el plano nacional cono en el internacional. Gamarra representó a la Central en los Congresos de la Federación Sindical Mundial a partir de 1969 y fue incorporado, en reconocimiento a su aporte y la fuerza de la entidad que representaba, al Consejo General de la FSM. En el Perú, fue condecorado con le Orden del Trabajo por el ministro del sector, el general Pedro Sala Orozco.
No obstante, hoy puede afirmarse que cuando el 29 de agosto de 1975 Velasco fue desplazado del gobierno por Morales Bermúdez cundió la confusión. El nuevo régimen no fue concebido para profundizar los cambios, sino para retroceder y capitular. Debió ser denunciado y combatido por los trabajadores, y eso, sólo ocurrió 4 meses más tarde, cuando la CGTP lideró un Paro General en Lima y Callao el 29 de diciembre de 1975. Ese Paro, que fue exitoso y combativo, fue la antesala de lo que sería una jornada de lucha mucho mayor: el Paro Nacional del 19 de julio de 1977.
Ante el derrumbe de las transformaciones progresistas
La Jornada de Lucha más significativa en el periodo ocurrió, en efecto, el 19 de julio de 1977, cuando la fuerza de las circunstancias impuso el Paro Nacional en protesta por la política del nuevo gobierno. La esencia de esa política, como se dijo sin rubor, fue la “reinserción del país en el sistema financiero”, es decir, el retorno al tutelaje del Fondo Monetario, el BID y el Banco Mundial. El Paro fue contundente, pero también violentamente reprimido por el régimen. El local de la CGTP fue allanado y quedó en manos de la policía por casi dos meses. Gamarra fue perseguido por la policía debiendo trabajar en condiciones de clandestinidad, pero no desmayó en el cumplimiento de sus tareas.
No obstante su edad -tenía ya 70 años- Gamarra jugó un rol descollante en la defensa de las posiciones de clase de la CGTP también después del Paro. El surgimiento de otras corrientes de izquierda que tomaron cierta fuerza por el giro político del país y la lentitud que mostró la CGTP para adaptarse a las nuevas circunstancias, generó un cierto desconcierto en la esfera sindical, pero el prestigio de Gamarra permaneció intacto, razón por la cual, cuando se realizaron las elecciones nacionales para la Asamblea Constituyente, en 1979.
En la década de los 80 Gamarra continuó su trabajo en la CGTP. Mantuvo sus funciones y cumplió abnegadamente con sus responsabilidades. Enfrentó dos etapas distintas, pero también complejas: el segundo gobierno de Fernando Belaunde, y el gobierno aprista liderado por Alan García. Ante ambos mantuvo una nítida posición de clase en la que preservó la independencia de la Central.
Igualmente hizo frente a la ofensiva terrorista atribuida a Sendero Luminoso que se expresó en el periodo. Condenando firmemente el terrorismo, fue sin embargo plenamente solidario con los trabajadores que sufrieron las consecuencias del mismo en sus dos variantes: el de los grupos terroristas, y el del terrorismo de Estado.
La crisis y la ofensiva del fujimorismo
Esta última etapa de Gamarra fue dura y difícil. Vivió en condiciones de pobreza, aunque finalmente fue ayudado por sus familiares y algunos militantes del Partido. Mantuvo formalmente cargos partidistas pero dedicó su esfuerzo principal a concurrir al local de la Central Obrera y a los actos que se desarrollaban en el gremio de la Construcción. En 1996 estuvo en el local de Construcción Civil cuando visitó esas instalaciones Alberto Fujimori en calidad de Presidente de la República. El mandatario lo buscó expresamente para saludarlo, pero Gamarra lo recibió secamente y con marcada distancia.
Aunque en sus últimos tres años de vida -entre 1996 y 1999- estuvo frecuentemente enfermo, se esforzó mucho por continuar sus actividades. En las oficinas de la CGTP recibía a los trabajadores y orientaba diversos casos procurando ser útil a la organización sindical. En enero de 1999 resolvió viajar a Trujillo para una visita familiar que fue una suerte de despedida premonitoria de los suyos, ya que en febrero de ese año su salud se agravó y debió ser internado a comienzos de marzo en el Policlínico Sabogal del Seguro Social del Callao. Allí falleció a las 7 y 30 de la noche del 30 de marzo de 1999.
Aunque los años han pasado, el recuerdo y la imagen de Isidoro Gamarra viven en las acciones de lucha de los trabajadores. Fue, sin duda, el más importante dirigente sindical peruano del siglo XX. En el marco de la nueva ofensiva del capital, su emblemática figura se hará crecientemente indispensable.
(*) Secretario General de la CGTP. 1969 – 1976
gustavo Esìnoza Montesinos <gespinozam1941@gmail.com> |