LA MUERTE DE INMMANUEL WALLERSTEIN

Rebelión02-09-2019

Atilio A. Boron. Página 12 

La muerte de Immanuel Wallerstein nos priva de una mente excepcional y de un refinado crítico de la sociedad capitalista. Una pérdida doblemente lamentable en un momento tan crítico como el
actual, cuando el sistema internacional cruje ante las presiones combinadas de las tensiones
provocadas por la declinación del imperialismo norteamericano y la crisis sistémica del
capitalismo.

Wallerstein fue un académico de dilatada trayectoria que se extendió a lo largo de poco más de
medio siglo. Comenzó con sus investigaciones sobre los países del África poscolonial para luego
dar inicio a la construcción de una gran síntesis teórica acerca del capitalismo como sistema
histórico, tarea a la que se abocó desde finales de la década de los ochentas y que culminó con la producción de una gran cantidad de libros, artículos para revistas especializadas y notas dirigidas a la opinión pública internacional.

Wallerstein no sólo cumplió a cabalidad con el principio ético que exige que un académico se
convierta en un intelectual público para que sus ideas nutran el debate que toda sociedad debe
darse sobre sí misma y su futuro sino que, además, siguió una trayectoria poco común en el medio universitario. Partió desde una postura teórica inscripta en el paradigma dominante de las
ciencias sociales de su país y con el paso del tiempo se fue acercando al marxismo hasta terminar, en sus últimos años, con una coincidencia fundamental con teóricos como Samir Amin, Giovanni Arrighi, Andre Gunder Frank, Beverly Silver y Elmar Altvater entre tantos otros, acerca de la
naturaleza del sistema capitalista y sus irresolubles contradicciones.

Su trayectoria es inversa a la de tantos colegas que, críticos del capitalismo en su juventud o en las etapas iniciales de su vida universitaria acabaron como publicistas de la derecha: Daniel Bell y
Seymour Lipset, profetas de la reacción neoconservadora de Ronald Reagan en los años ochentas; o Max Horkheimer y Theodor Adorno que culminaron su descenso intelectual y político iniciado
en la Escuela de Frankfurt absteniéndose de condenar la guerra de Vietnam. O a la de escritores oPpensadores que surgidos en el campo de la izquierda -como Octavio Paz, Mario Vargas Llosa y
Regis Debray- convertidos en portavoces del imperio y la reacción.Wallerstein fue distinto a todos ellos no sólo en el plano sustantivo de la teoría social y política sino también en el de la discusión epistemológica como lo revela su magnífica obra de 1998: Impensar las ciencias sociales.

 En este texto convoca a realizar una crítica radical al paradigma metodológico dominante en las
ciencias sociales, cuyo núcleo duro positivista condena a éstas a una incurable incapacidad para
comprender la enmarañada dialéctica y la historicidad de la vida social. En línea con esta
perspectiva de análisis sus previsiones sobre el curso de la dominación imperialista no podrían
haber sido más acertadas. En uno de sus artículos del año 2011 advertía que “la visión de que
Estados Unidos está en decadencia, en seria decadencia, es una banalidad.

Todo el mundo lo dice, excepto algunos políticos estadunidenses que temen ser culpados por las malas noticias de la decadencia si la discuten.” Y agregaba que si bien “hay muchos, muchos
aspectos positivos para muchos países a causa de la decadencia estadounidense, no hay certeza
de que en el loco bamboleo del barco mundial, otros países puedan de hecho beneficiarse como
esperan de esta nueva situación.”

El curso seguido por la Administración Trump y el derrumbe irreversible del orden mundial de posguerra que tenía su eje en EEUU confirma cada una de estas palabras.Para concluir, ¿dónde
nutrirnos teóricamente para comprender y transformar al mundo actual, superando
definitivamente al capitalismo y dejando atrás esa dolorosa y bárbara prehistoria de la
humanidad?

El mensaje que dirige a las jóvenes generaciones es cristalino: lean a Marx y no tanto a quienes
escriben sobre Marx. “Uno debe leer a personas interesantes” –dice Wallerstein- “y Marx es el
erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en
términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi
mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle,
leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!” Ese fue uno de sus últimos consejos para entender la naturaleza y dinámica de un sistema, el capitalismo, al que ya en el 2009 le asignaba como máximo dos o tres décadas de sobrevida.

¡Gracias Immanuel por las luces que has aportado a lo largo de tantos años!  

Fuente original: https://www.pagina12.com.ar/215854-wallerstein-sin-anestesia https://www.rebelion.org/noticia.php?id=260052ResponderResponder a todosReenviar