¡MAMITA, LO CHILENOS…!

FRANCISCO F. DEL CARPIO / Tomado de Jornal de Arequipa

 AGOSTO2019 

Cuando habla no se le entiende por su voz gangosa, debido a la falta de higiene en la nariz o porque
sufre alteraciones en el sueño. Pese a ello Aldo Mariátegui Bossé publica un video de su hechura para defender sibilinamente a Southern Copper Co.atacando a los arequipeños con furia desmedida
donde más duele: su honor. No repara que la población de la Ciudad Blanca del año 2019 no es ni
remotamente la de 1883 pues toda esa generación vive hoy en Lima o en el extranjero, y, alguno de sus descendientes, hasta podría ser su padre, pues su conducta repugnante pone en duda que sea nieto
de José Carlos Mariátegui. Basadre, decía que Mariátegui, nunca escribió algo que en el fondo o, a
solas consigo mismo, creyera una mentira, lo que este fulano hace diariamente de la manera más ruin.

Dice que en 1883 Arequipa se rindió al invasor chileno sin disparar un tiro. Para fundamentar su
«denuncia», toma como propio un texto del 2014 que forma parte de las biliosas, aburridas y poco
documentadas crónicas de César Vásquez Bazán, el último y fracasado ministro de economía y
finanzas del cuestionado primer gobierno de Alan García, titulado «La Traición de Arequipa»,
invirtiendo el sentido de los hechos y citando a Basadre como si este fuera el autor del disparate a que él se refiere.. En 1883 el Perú tenía dos gobiernos paralelos: el Gobierno Provisorio del contralmirante
Lizardo Montero en Arequipa que reconocía al presidente Francisco García Calderón y el de Miguel
Iglesias que firmó la paz con Chile y gobernaba desde Palacio de gobierno en Lima.

El 20 de octubre de1883 Iglesias firmó el tratado de Ancón, y el 25 el Concejo Provincial de Arequipa reconoció su gobierno, tomando, además, el acuerdo colateral de rendir la ciudad -todo indica que por
orden de Iglesias- a las tropas chilenas acantonadas en los altos de Huasacache, además de exhortar a la población a no resistir a los invasores cuando ingresaran a la ciudad. El alcalde Armando De la
Fuente envió a Diego Butrón y Rivero, teniente alcalde del Concejo Provincial, hacendado y director
hasta el año anterior del Banco de Arequipa, a comunicar al presidente Montero el acuerdo del Concejo Provincial.

Esa misma tarde, debido al reconocimiento de Iglesias y a la pasividad de Montero, se produjeron
conatos de rebelión y motines de protesta en toda la ciudad, con bajas en los dos bandos que pasaban el centenar de muertos entre los que se encontraba Butrón. Aldo Mariátegui se inventa que Butrón fue linchado por su patriotismo y que «la gente casi mata a Montero porque quería armar la resistencia».
Fue al revés, la gente defendió a Montero exigiéndole que deponga a Armando De la Fuente y quien
«casi lo mata» fue la sublevada Guardia Nacional. Butrón fue ajusticiado en Challapampa por vecinos de Sachaca, por lo que representaba, la rendición. 

 Papel importante en estos hechos jugó Juan Guillermo Mercado, hacendado de Locumba, «gran
amigo» de la oficialidad chilena y del Concejo Provincial. Era coronel del ejército de Iglesias y a la vez
contactaba con oficiales de Lizardo Montero. Desde septiembre Mercado venía dirigiendo proclamas
contra Chile y contra Montero a quien calificaba de «tirano entronizado en Arequipa, causante de
matanzas estériles”.

De esta manera consiguió sublevar a la Guardia Nacional, fuerza principal del Gobierno provisorio. El
Concejo Provincial no era mas que la extensión política del Club Arequipa, una élite compuesta por
inmigrantes extranjeros y familias españolas que se quedaron aquí después de la Capitulación de
Ayacucho para no perder sus propiedades. Esa casta dominaba política, económica y militarmente
Arequipa y oficiaba, a través de la municipalidad, como representante de la población.

Se trataba de una burguesía insipiente pero dominante, debido a su poder económico. Esa fue la casta que endiosó a Mariano Ignacio de Vivanco y marchó tras él contra Ramón Castilla y la Constitución de 856 porque, esta implantó la gratuidad de la enseñanza y limitó los privilegios de la Iglesia Católica.
Esta flamante burguesía no tuvo empacho alguno en argumentar que la Convención Nacional que la
promulgó, estaba dominada por negros libertos y gente analfabeta. Mariátegui Bossé no la nombra
como tal y prefiere diluirla en la generalidad de la acepción, repitiendo a Vásquez Bazán.

Por eso habla de Arequipa en forma vaga, abstracta y general, como si se tratara de una unidad social,
como si todo el monte fuera orégano. Para este fulano, en 1883 todos gobernaban y eran gobernados
en perfecta armonía, sin clases sociales ni conflicto entre ellas. El nieto de Ana Chiappe, incluso se dio maña para citar que en el tomo 6, páginas 358-360 Basadre escribió diciendo que los arequipeños
somos «una sarta de cobardes» pues nos corrimos durante la ocupación. Esa cita no existe, Basadre,
nunca la escribió. 

El Mercurio de Chile y no Basadre -como asegura Mariátegui Bossé- se ufanó en publicar que las
tropas chilenas ingresaron triunfalmente a Arequipa y fueron recibidas con los brazos abiertos. La
Municipalidad Provincial -según El Mercurio- había declarado «amigos de Arequipa» a los invasores y se hablaba «ya» de la «amistad chileno-arequipeña». Finalmente, el diario chileno concluye, que las casas fueron embanderadas con trapos blancos, que las iglesias repicaron las campanas y que al paso de la
tropa se ofreció al invasor chicha y flores. Esto lo inventó El Mercurio, pues, por traidora que hubiera
sido la conducta del Concejo provincial, este se limitó a pedir a la población que no hostilizara a los
ocupantes.

Pero Aldo Mariátegui Bossé pone con perversidad las ínfulas de El Mercurio como expresiones de
Basabre. Cierto es que Armando De la Fuente, para asegurar la pacificación y en la lógica de la guerra,
tuvo que mandar recoger las armas de manos de aislados combatientes, muchos de los cuales habían
regresado de las campañas del sur y quienes las guardaban celosamente en su poder. El alcalde
recolectó miles de fusiles y balas que entregó al ejército chileno. Sin embargo se produjeron algunos
hechos de sangre en Quequeña, Cayma y Paucarpata, por abusos de la soldadesca ocupante con la
gente del lugar. En Quequeña hubo represalia y en Paucarpata quedó impune.

Mariátegui Bossé repite el texto mentiroso de Vásquez Bazán para burlarse y denigrar el episodio de
Quequeña, como si alguien lo hubiera elevado a la categoría de «combate por la patria», tratándose
solo de la reacción de pobladores del lugar ante el abuso del invasor por lo que la tropa ocupante
fusiló a 6 lugareños y «castigó» a 35. En Paucarpata, fue distinto, 5 soldados ocupantes llegaron de
improviso a la casa de Avelino Ojeda, un patriarca del lugar en el Callejón de Salinas, en busca de trago y diversión… y se los dieron, solo que al terminar los enterraron en el corral sin que nadie reclamara.  

La Arequipa de Vásquez Bazán y Mariátegui Bossé no vive más acá. Esa «Arequipa» desapareció, la
Arequipa de hoy es la de los Llica, Apaza, Choquehuanca, Quispes y Mamanis; la de los Espartambos,
defensores del valle; la de 1950 y el Colegio de la Independencia, la del arequipazo y el Cañón del
Colca. La Arequipa de 1883 es la de Pablo de la Flor, de los Valenzuela-Valencia, Soto-Polar, los Alcázar-Belaunde, Belaunde-Diez Canseco, Roberts-Billig, Vargas-Llosa, Cuzzi Morán, Yriberry-Lira, Pérez
Wicht-San Román, Canny Stein, López de Romaña-Plazoles, Romaña-Bustamante, Landazuri-Ricketts, Rodrigo Freyre, Sardón, Alcázar Belaunde o Valencia Nuñez, prestos a respaldar a la Southern, como
sus abuelos Enrique W. Gibson, Alejandro Hartley y Federico Emmel respaldaron a los chilenos.

Aldo Mariátegui supervive gracias a la fama de su abuelo, explota su apellido de la manera mas infame, sin embargo ridiculiza su pensamiento publicando libelos como «El octavo ensayo». La misma
maniobra utilizó el imperialismo en los años 60 con Svetlana Stalinova, hija de Stalin, el líder soviético; y Juana Castro, hermana de Fidel, señoras que se prestaron a las manipulaciones de la inteligencia
yanki para mostrarlas como desencantadas del socialismo. Hasta que la CIA se cansó de ellas.
Mariátegui Bossé acabará de la misma manera, el será nieto del Amauta, si lo es; pero es un hijo de
puta.

 Lo que pasó en 1883 se repite hoy. En vez de ejército chileno tenemos una empresa extranjera, oficialmente mexicana, pero de capitales gringos, que pretende apoderarse del valle de Tambo. A ese afán se prestan «arequipeños», como las picanteras de Los Guisos, la del Gato Vitoreño y los «Arequipeños por Arequipa», además de los nombrados arriba, que luchan porque ese invasor extranjero llamado
Southern venga a depredar nuestro suelo. Eso si es traición.

  Contra la fantasía de Bossé, habemos arequipeños luchando en calles y plazas, defendiendo lo
nuestro en Tambo-Islay, Camaná, Caylloma, Castilla y en nuestra ciudad, contra Southern, la empresa extranjera, invasora, la que viene a depredar nuestras tierras, con la complicidad de Aldo Mariátegui
Bossé y la gente a la que sirve.