Por Eduardo González Viaña “Cuando le doy pan a un pobre, me llaman santo. Cuando pregunto por qué un pobre no tiene pan me llaman comunista.” -decía Monseñor Hélder Câmara.Como lo decía el obispo del Brasil, eso es ser comunista. Serlo y declararlo constituirá, en los tiempos futuros, una profesión de fe tan generoso y tan valiente como la de los antiguos cristianos declarando su amor por los pobres y muriendo en el circo por ese delito En el congreso de la Unión Europea y en todos los países que la integran es normal y civilizado que existan partidos comunistas. En el Perú democrático, eso resulta peligroso. Aparte de los insultos becerriles, la soplonería y la estrechez de miras intentan todo el tiempo ponerle el apellido de “terruco” a quien así se declare y leer con lupa sus textos para ver si se desliza una “apología”, y se le pueda empujar al calabozo No viene el ataque tan solo de la derecha sino también de una nueva y bien diluida izquierda que, para mostrarse presentable ante la derecha, tiene que renegar constantemente de los países condenados por Trump y de aquellos hombres de fe a quienes señala como “dinosaurios estalinistas” La memoria de Gustavo Si quieres participar en la lucha política del país, es más seguro que te juntes a uno de los múltiples clubes de descerebrados (están muriendo los partidos) que pululan en el Congreso. Y sin embargo, GUSTAVO ESPINOZA MONTESINOS tiene la valentía de publicar “CON LA ESPERANZA VIVA, MEMORIAS DE UN COMUNISTA PERUANO”. Testigo y actor de la historia social de nuestro país durante varias décadas, tiene todo el derecho de hacerlo y una memoria prodigiosa que le permite poner al lector en el centro de acciones y discusiones que se han producido en todo ese tiempo.Arequipeño, nacido en 1941, hijo del luchador comunista Gustavo Espinoza Rosales y de la bien conocida pensadora Adela Montesinos, vio a sus padres sufrir cárcel y persecución sin renunciar jamás a una fe indomable.Por su parte, militó siempre en las filas del Partido Comunista, y nunca en otro. Y ha estado vinculado en las luchas estudiantiles, laborales y políticas del país desde que tenía quince años. “No fui un espectador, sino un actor. Tuve aciertos y errores, pero ni uno ni otro fueron producto de la casualidad, sino el resultado de una lucha resuelta constante, obstinada y permanente”. Un libro adictivo ¿Pero en estas condiciones hay una tarea delante, querido Gustavo? Sí, la hay. – asegura en su libro: “Los trabajadores- y con ellos los comunistas- no tenemos más alternativa que seguir adelante.”¿Tareas? “Son cuatro: unir al pueblo, organizar a los trabajadores, elevar la conciencia política de la población y promover y alentar sus luchas”. No recomiendo comprar este libro. Quien comience a leerlo descubrirá que es ADICTIVO y muy pronto se encontrará inmerso en historias que ocurren al mismo tiempo en el Perú que en Moscú, Washington, París, La Habana, entre otros centros neurálgicos de la historia.Al igual que enjuiciar las razones de una lucha social y política, Gustavo Espinoza nos inserta en la anécdota de esos tiempos con velocidad y entusiasmo cinematográficos.No se olvida Gustavo que el marxismo es al mismo tiempo voz y brazo de la historia. No se contenta con explicar el mundo, sino que aspira a transformarlo. Es la historia consciente de sí misma y de su fuerza social transformadora. ¿Y cuál es la ética que acompaña a esta profecía? A diferencia del capitalismo que ve en cada ser humano una mercancía, el marxista defiende, la calidad de hombre, intrínseco a todo ser racional. «El hombre no tiene ‘precio’-proclama – El hombre tiene ‘dignidad’». Gustavo Espinoza es un hombre y también un siglo. |