MARIÁTEGUI EN LA HISTORIA

Tomado de «Resumen Latinoamericano». Edición peruana. Junio 2019

Por GUSTAVO ESPINOZA M.

Roland Forgués, cita remembranzas del Amauta referidas a su periplo europeo. El Amauta evoca en ellas escenarios que impactaron su juventud e influyeron decisivamente en su vida creadora. Alude a los mítines de Belleville, en los que sentía -según sus propias palabras- en su más alta intensidad la emoción social revolucionarias de las nuevas multitudes; la sala del Museo de Louvre, las imágenes del Barrio Latino y el recuerdo de los jardines de Luxemburgo, paradisíaco paisaje típico de la bella capital de Francia.

Citamos estas evocaciones porque perfilan la múltiple personalidad de Mariátegui, que se proyectó hacia expresiones muy variadas de la vida humana: la lucha social, la cultura, la vida de la gente y la belleza. Eran todas formas de apreciar el mundo en un peruano de notables virtudes que ha pasado a la historia, en mucho sesgado por el prejuicio, pero también por el sectarismo.

El prejuicio llevó a algunos, en efecto, a desconocer el aporte de Mariátegui a la vida nacional y al pensamiento peruano arguyendo su condición de marxista, de precursor del ideal socialista; y de introductor de ideas “extrajerizantes” que detestaron siempre. En contrapartida, el sectarismo, más bien nuestro, nos llevó a ver en Mariátegui sólo al político, al revolucionario, al activista y organizador sindical, sin reparar en la fina e inmensa personalidad que teníamos ante los ojos.

Han tenido que pasar más de 120 años de su nacimiento, y casi 90 de su muerte para que el país tenga una visión ecuménica del autor de los 7 Ensayos, y figura descollante de nuestro pensamiento.

EL ITINERARIO DE SU VIDA

Mariátegui no tuvo una vida extensa. Al contrario. No alcanzó a  cumplir, pero todos sabemos que vive aún en el corazón y en el recuerdo de los peruanos. No en vano en nuestro país existen los Asentamientos Humanos y Pueblos Jóvenes José Carlos Mariátegui, las escuelas que llevan su nombre, las instituciones que han tomado su figura, las imágenes con su rostro que aparecen en paredes, puertas y ventanas, los afiches que arriban a nuestro recuerdo en una u otra ocasión, las promociones escolares y universitarias que lo recuerdan. Hasta calles y avenidas, lo recuerdan.

Probablemente, a despecho de algunos, José Carlos Mariátegui es uno de los peruanos más citados y más nombrados de nuestro tiempo, aunque paradójicamente, no todos quienes hablan de él y lo admiran, lo han leído y comprendido para asimilar sus ideas, asumir su pensamiento y atenazar su obra.

José Carlos Mariátegui nació en Moquegua el 14 de junio de 1894.  En 1908,  a los 14 años, ingresó a trabajar en el diario La Prensa de ese entonces como ayudante de Talleres. Seis años más tarde, en 1914 comenzó a publicar sus notas con un seudónimo que lo haría famoso: Juan Croniquer. Saludó a al Revolución Rusa en 1917, y la consideró el signo de los nuevos tiempos y el inicio de una experiencia inédita en la arena mundial. En 1918 como él mismo diría, asqueado de la política criolla, se orientó resueltamente hacia el socialismo.

También en 1918 -el 22 de junio- publicó el primer número de una revista a la que premonitoriamente denominó “Nuestra Epoca”. Ella, sin embargo, apenas alcanzó dos ediciones, que se conservan en una preciosa edición facsimilar. En 1919, cuando tenía sólo 25 años, vivió una etapa decisiva. En enero se produjo la huelga general que arrancó la conquista de las 8 horas. Periodista del diario “La Razón”, saludó a los obreros en  lucha, y se sumó a su causa consciente de lo que ello implicaba. En agosto de ese año, el periódico dejó de salir, agobiado como estaba por dificultades materiales y presiones políticas. En octubre, una sutil invitación diplomática de Leguía, lo alejó del Perú. Mariátegui comenzaría lo que se ha dado en llamar su “periplo europeo”.

EN EUROPA

En el viejo continente conoció, tres países: Francia, Italia y Alemania. Y visitó algunos otros, como Bélgica, Checoslovaquia, Austria y Hungría. Pero, sobre todo, asimiló el nuevo pensamiento, las ideas que bullían, la cultura emergente. Como él mismo lo diría, en Europa forjó su pensamiento, pero al mismo tiempo desde Europa pudo conocer mejor la realidad americana. Diría, en efecto: “Nos habíamos entregado sin reservas, hasta la última célula,  con un ansia subconsciente de evasión, a Europa, a su existencia, a su tragedia, Y descubriríamos, al final, sobre todo, nuestra propia tragedia, la del Perú, la de Hispano América. El itinerario de Europa había sido para nosotros el del mejor y más tremendo, descubrimiento de América”.

En el viejo continente Mariátegui se dedicó con verdadero fervor a asimilar la cultura mundial. Acudieron a su vigilia los escritores más notables, los poetas y los pintores, los dramaturgos y los pensadores que estaban forjando las ideas del nuevo siglo. Benedetto Crocce, Henri Barbusse, Romain  Rolland, Piero Gobetti, Antonio Gramsci fueron algunos de los autores que arribaron a su entorno vital.

Notables expresiones de su reflexión en este tiempo las tenemos en sus libros, quizá menos conocidos: “El Alma Matinal y Otras Estaciones del Hombre de hoy” y “La Novela y la Vida” en la que describe  las aventuras de Siegfried y el profesor Canella. A esta serie podría sumarse también sus apreciadas Cartas de Italia.  Pero también, en lo que serían dos de sus obras fundamentales: “La Escena Contemporánea” que publicaría en 1925 como su primer libro; y “La Historia de la Crisis Mundial”, en la que recogería sus exposiciones en las Universidades Populares González Prada, a su retorno al país.

Entre diciembre de 1919 y marzo de 1923, discurre este riquísimo periodo de su vida sin el que no hubiera sido posible la etapa posterior, la que Jorge del Prado llamaría “los años cumbres de Mariátegui”.

En el periplo europeo, en efecto, el Amauta buscó estudiar específicamente tres procesos que marchaban paralelos: La crisis mundial, que había dado lugar a la Primera Gran Guerra entre 1914 y 1918; el surgimiento del fascismo, como expresión más repulsiva y sanguinaria de la descomposición del capitalismo; y el proceso de la unidad proletaria y el surgimiento de los Partidos Comunistas y Obreros. 

Es importante subrayar que en Livorno, Mariátegui conoció directamente el pensamiento de Jorge Dimitrov, uno de los más descollantes luchadores revolucionarios del siglo XX. Allí, el Titán de los Balcanes, como se le conoció también a este búlgaro indomable, sustentó las primeras tesis sobre el Frente Unico Obrero. Esas ideas, formaron parte de la nutriente mariateguiana y se expresaron en su saludo al 1 de Mayo de 1924; en su  “Mensaje al Congreso Obrero”, de enero de 1927; y en la “Admonición del 1 de Mayo” de 1929.

EL RETORNO

De regreso al Perú Mariátegui debió incorporarse activamente al quehacer nacional. A esta etapa corresponde una de sus definiciones más precisas. `

César Lévano cuenta que en abril de 1923, en una Asamblea de estudiantes de San Marcos resonaba la proclama de González Prada; “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obras”. Mariátegui respondió a ella: “yo he visto desfilar a los jóvenes fascistas de Italia cantando La Giovanezza, y eran los espíritus más viejos de Europa. Y sé que el viejo socialista Jean Jaurés era el espíritu más joven de Francia”. Una manera práctica de enfrentar las erráticas prédicas generacionales.

Es claro que a partir de su retorno al Perú emprende lo que sería su accionar principal: llevar sus ideas a la gente, organizar y politizar a los trabajadores y forjar la vanguardia política y revolucionaria capaz de emprender la lucha por lo que él entendía como un orden social nuevo, más humano, y más justo. Estas tareas se cumplieron en medio de enormes dificultades. El país no vivía circunstancias idílicas.

Para enfrentar la primera tarea editó a partir de septiembre de 1926 la revista “Amauta”, que pudo dirigir en 29 ediciones. Para complementar su mensaje y ayudar más directamente al desarrollo de la conciencia de clase de los trabajadores, publicó, a partir de noviembre de 1928 el periódico Labor, un órgano político sindical de primer orden. En la misma línea entregó ese año el primer ejemplar de los “7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”.

En el cumplimiento de su segundo objetivo, Mariátegui partió de  sus antiguos vínculos con el movimiento obrero. Se valió de ellos con fines ideológicos, y buscó esforzadamente persuadir a los trabajadores peruanos acerca de la vigencia del sindicalismo de clase: la Unidad Sindical, el Frente Unico de Clase, la Organización Proletaria, la lucha consecuente por los intereses de los trabajadores y la solidaridad activa; pilares básicos.

De ellos nació el Comité Pro Primero de Mayo, y poco después, el 17 de mayo de 1929, el Comité Organizador de la Confederación General de Trabajadores del Perú, el germen de la Central de Clase que el país requería. Lamentablemente la CGTP así nacida, vivió poco tiempo. Ilegalizada por la dictadura dos años después de la muerte del Amauta, sobrevivió en las condiciones más adversas poco tiempo, para renacer después, desde sus propias cenizas, en junio de 1968.

Y para su tercera tarea, Mariátegui constituyó, en octubre de 1928 el Partido Socialista –así lo llamó- y, al que definió él mismo con palabras que citamos: “El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección, en la lucha por la realización de sus ideales de clase

SU APORTE ESENCIAL

Mariátegui nos enseñó a pensar. También a leer, es decir, a tomar contacto permanente y sistemático con la cultura. Porque leyó mucho, pudo escribir, y pudo vivir en nuestro tiempo. Adicionalmente, nos hizo ver el todo, y no sólo las partes; el mundo, y no sólo los países; el hombre, y no sólo las razas. Tuvo, en efecto, una visión universal de los problemas y buscó una salida colectiva, de conjunto, a los retos de nuestro tiempo.

Finalmente, nos enseñó a ver la vida de un modo sencillo. Tuvo una vida austera, transparente, sin lujos ni boato. Fue modesto y simple, como el pueblo, y como debieran ser todos los que dicen representarlo.

José Carlos Mariátegui murió hace 89 años. Al evocar su memoria, podríamos preguntarnos y respondernos como Henri Barbusse: “¿Sabéis quién es Mariátegui? La nueva luz de América, el prototipo del nuevo hombre americano”. (Fin)