UNA DEMANDA JUSTA
Publicado en la Revista TARPUY / Abril 2019. Lima
Por Gustavo Espinoza M. (*)
A poco de iniciado el primer gobierno de Alan García, surgió en el país una estructura guerrillera. Fue el denominado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru que, dirigido por Víctor Polay Campos, se propuso la captura del Poder por vía insurreccional. Como se recuerda, la primera aparición pública de estos combatientes asomó en la televisión peruana y generó desconcierto en los altos mandos del régimen de entonces.
Víctor Polay, hijo de un destacado dirigente aprista y ex parlamentario; fue, además amigo personal de Alan García en la década de los 70, cuando ambos vivían en París. Tomó las armas, en ese entonces, asumiendo la tesis entonces en boga, del “foco guerrillero”. Creía, en efecto, que bastaba iniciar una acción audaz para capitalizar el descontento social, y lograr adhesión ciudadana.
En las primeras semanas –e incluso en algunos meses- su accionar alcanzó cierto éxito. Obtuvo, en efecto, el apoyo de algunas poblaciones ubicadas en la zona nor-oriental del país y logró incluso “tomar” –casi simbólicamente algunas ciudades con el propósito de informar a sus habitantes de los objetivos de su guerrilla, y repartir víveres y medicinas entre los pobladores.
El gobierno de García, desorientado en un inicio, optó sin embargo, por la via represiva. Efectivos militares se desplazaron a la selva peruana con la idea de iniciar acciones armadas orientadas a destruir este “foco” guerrillero. Esto generó enfrentamientos entre uniformados y la población civil, y a acciones francamente represivas. Parlamentarios de entonces, que visitamos distintas localidades en el departamento de San Martin, pudimos constatar que presuntos activistas del MRTA habían sido detenidos, desnudados y colocados al sol durante muchas horas, atados a los techos de calamina de algunas dependencias policiales bajo el efecto de temperaturas intolerables. Otros, habían sido brutalmente golpeados y sometidos a diversas prácticas crueles, inhumanas y degradantes.
La acción iniciada en ese entonces, no duró mucho tiempo. Distintos factores influyeron para que en un corto lapso, la guerrilla se fuera desdibujando. La represión, fue un factor; pero la inexperiencia de los combatientes, fue otro. A ellos, se sumó la campaña desatada por la “prensa grande”, orientada a satanizar a los alzados pretendiendo presentarlos en unos casos como “apristas resentidos” y en otros, como simples aventureros. Como el telón de fondo en ese entonces perfilaba la discutible existencia de “Sendero Luminoso”, el MRTA fue rápidamente descalificado. Se le adjudicó un accionar terrorista que originalmente no tuvo y que nunca –realmente-, llegó a asumir.
Como consecuencia de todo ello, las huestes tupacamaristas abandonaron la región en la que habían actuado originalmente, y se trasladaron a la ciudad. Este decisión fue, sin duda, decisiva para su accionar posterior, que registró severas deformaciones y la ejecución de actos objetados por el sentido común de los peruanos. El secuestro de algunos empresarios, el cobro de elevados rescates, la habilitación de celdas inmundas como “cárceles del pueblo”; fueron usadas por el gobierno de García, pero sobre todo por el de Fujimori, para descalificar y desacreditar al movimiento; que, al mismo tiempo, sufrió el efecto de sucesivas detenciones y condenas. Finalmente, el MRTA quedó desarticulado y con sus principales dirigentes en prisión. El último de ellos –Migue Rincòn- cayó en La Molina a inicios de los 90. Luego la toma de los rehenes en residencia nipona en Lima, cerró el círculo.
Hace más de dos años, los combatientes de MRTA dejaron constancia de algo que había ocurrido varios años antes: el abandono de las formas armadas de lucha por parte de su organización; y proclamaron su voluntad de reintegrarse a la vida civil admitiendo culpas, errores y fallas. Aunque las autoridades de entonces optaron por no darse por aludidos ante tal decisión, ella no les gustó en absoluto. Por eso, impidieron, incluso una simple rueda de prensa en la que los “emerretistas” querían explicar sus puntos de vista.
En otros países han ocurrido episodios similares. Quizá los más conocidos, han sido los acontecimientos de El Salvador, donde la guerrilla del FMLN dejó las armas y llegó al Poder por elecciones; Uruguay¸ donde el Movimiento Tupamaru cesó sus luchas y José Mujica –uno de sus principales dirigentes- fue incluso electo Presidente de la República; y –más recientemente- Colombia, donde las FARC y el gobierno de Santos arribaron a un acuerdo de paz que aun no se procesa por completo. En estos tres escenarios la guerrilla llegó incluso al Poder, pero nada espectacular ocurrió; ni esos países desaparecieron.
Han pasado casi 35 años del inicio de estos acontecimientos. El MRTA, como estructura armada, no existe ya. Solo subsisten algunos de sus dirigentes en prisión Dos de ellos –Victor Polay y Miguel Rincón- sufren condenas superiores a los 30 años de cárcel. ¿Tiene sentido mantenernos tras las rejas?
Contra Fujimori se mostraron matanzas crudelísimas, como Cantuta y Barrios Altos. Contra Sendero, atrocidades consumadas en daño a las poblaciones en la sierra. Pero con el MRTA, se procesaron acciones individuales que afectaron a personas. Por esos casos, las tres décadas de persecución y condena ¿no lucen suficientes?.
No tiene sentido enseñarse con las personas a las cuales no se les ha acusados por delitos directos y que fueron incoados por responsabilidades en una estructura armada que ya no existe por propia voluntad de sus integrantes. Victor Polay y Miguel Rincón sí debieran ser indultados y retornar a la vida civil No entrañan peligro alguno y su excarcelación sería un signo de civilidad ostensible para cualquier gobierno que busque proyectarse hacia el futuro. (fin)