¡POYÉJALI!, (*)
por MARCELA PÉREZ-SILVA·
VIERNES, 26 DE ABRIL DE 2019¡Vámonos! Ya es hora.
Te sientas de golpe en la cama, sobresaltado. Miras por enésima vez tu reloj para comprobar que aún es noche cerrada. Hundes la cara en la almohada convencido de que nunca amanecerá, o que el sol saldrá antes de que tú logres pegar un ojo. Sueñas que no puedes dormir. Sueñas que no sueñas.¡Vámonos, Yevgueni! -siete años, pantalón corto, pies descalzos- ¡se ha partido en el aire y ha caído tras los arbustos…! Corres hacia el pantano.
Tu amigo tarda en despabilarse. Cuando llega, tú ya estás instalado en la cabina del aeroplano abatido. Haciendo girar tu bufanda en el aire, gritas: ¡Vuelo! ¡Estoy volaaando!¡Vámonos! dice Valentina cuando la sorprenden las primeras contracciones que anuncian a Gálochka, tu segunda hija. Recoges el maletín de los pañales mientras alzas en brazos a la pequeña Liénochka. Hace dos días cumpliste veintisiete años y dentro de un mes, si todo sale bien, te convertirás en el primer cosmonauta de la tierra.Miércoles 12 de abril de 1961.
Los partes médicos dirán que esa noche dormiste como un bebé. O como un santo laico. Sólo tú sabes que cuando llegaron a despertarte tuviste que hacerte el dormido. 4:50 am: 115/60 de presión arterial, 64 pulsaciones por minuto, 36.8ºC de temperatura corporal. No ha amanecido aún en Baikonur. Abril se incendia, dirá el poeta.Fue duro. Debiste superar días y noches en una cabina de aislamiento; ascendiste 14,000 metros en la cámara hiperbárica; sometiste tu cuerpo a sobrecargas de gravedad y a simuladores de vuelo en la Ciudad de las Estrellas. Sudaste a chorros, vomitaste el alma, te reventaron los vasos capilares en la centrifugadora. Maldita chatarra, apenas podía mantenerme en pie. Pero sobreviviste.
Como en Klúshino, cuando los nazis invadieron el koljoz y ocuparon tu casa y hubo que hacinarse en un refugio y rebuscar la basura por una lonja de salchicha, un trozo de pan.¡Vámonos! le dices a tu instructor de vuelo en el aeroclub de Sarátov, y tu Yac-18 se eleva por los aires, entre nubes gordas y gaviotas blancas. Y aprendes a hacer rizos y picados y vuelos invertidos. Volar me llenó de orgullo y le dio sentido a toda mi existencia. Como cuando tocabas la trompeta, ahora haces glissandos y cascadas y piruetas con tu avión.5:30 am. Desayuno pre-espacial: un tubo de 160 gramos de puré de carne y otro de crema de chocolate. Los aprietas lentamente y saboreas con fruición. Sonríes satisfecho. Te saben a gloria.5:45 am.
La escafandra cósmica SK-1 ha sido diseñada para ti. El buzo anaranjado pesa 20 kilos y te obliga a caminar como osito siberiano, pero te suministra oxígeno y te salvará la vida en caso de despresurización. Mientras te ayudan a ponértelo sonríes pensando que es tu armadura contra el miedo.
El casco de burbuja trae un micrófono incorporado. En la frente lleva escrito CCCP.Te acercas el micrófono y de tu boca brotan palabras como abrazos: Queridos amigos que conozco y no conozco, gente de todos los países y continentes: En unos minutos, una nave poderosa me llevará hacia lugares ignotos, a explorar el universo. Veo mi vida, como si todo cuanto hice y viví hubiese sido hecho y vivido en función de este momento. Pienso en la gran responsabilidad de ser el primero en realizar algo que otros llevan generaciones soñando. Ser el primer hombre en el cosmos entraña una gran responsabilidad para con mi pueblo soviético, para con toda la humanidad… La víspera, le habías escrito a tu mujer: Pero si algo pasara, Valiusha, que el dolor no te mate. Antes de salir, tomas un plumón y firmas en el marco de la puerta: Yuri Gagarin.
El cohete Vostok-1 aguarda en la rampa del cosmódromo de Baikonur. 6:50 am. Te despides de los camaradas con efusivas muestras de cariño. Saldrás al espacio en nombre de todos; y por todos volverás: sano y salvo. Abordas la pequeña cápsula espacial que parece diseñada para tu metro cincuenta y siete de estatura. Los cinco motores se encienden. Te pones los guantes de presión y cierras herméticamente el visor del casco. 9:07 am.
Serguéi Koroliov te da las últimas instrucciones. Aquí Zariá-3. Todos te deseamos un feliz vuelo. Le respondes, eufórico: ¡Poyéjali! ¡Vámonos!
¡Poyejali! (¡Vámonos!) fue el grito del cosmonauta Yuri Gagarin al despegar el Vostok 1, en el primer vuelo tripulado al espacio, el 12 de abril de 1961.