¿Por qué lo dejaron solo? |
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FRANCISCO F. DEL CARPIO / Jornal de Arequipa ABRIL2019 Omar Quesada, se supone alto dirigente del APRA, quien diera la noticia de la muerte de Alan García, declaró que el expresidente había advertido a su entorno más cercano que no lo van a ver esposado ni humillado; reveló -además- que no les ha sorprendido un acto de esa naturaleza, aunque es increíble que lo haya hecho: «a pesar de que sabíamos de que esa era una medida que él podía tomar”. Había, igualmente, la versión de que al pedir asilo en la Embajada uruguaya, García conservó el arma no para usarla contra otro, sino para él, porque no estaba dispuesto a permitir que lo humillen, recordó Víctor Andrés García Belaunde. Todas estas afirmaciones confirman que la posibilidad del suicidio estaba entre las opciones del expresidente para escapar a la humillación. Sin embargo, lo abandonaron a su suerte, tanto la numerosa y múltiple familia, como los congresistas y los compañeros del partido, a sabiendas que el suicidio no era solo una posibilidad sino una latente realidad. J. Curtis Struble, en 2006, siendo embajador norteamericano en Lima, envió al Gobierno de los Estados Unidos un informe secreto de cinco folios, pocos meses después de que García asumiera su segundo mandato, describiendo a García como un gran orador y un hombre con “un ego colosal”, según información filtrada por el portal Wikileaks en el 2010. En su informe, el diplomático menciona los «trastornos maníacos depresivos o desórdenes bipolares» que supuestamente padecía el entonces mandatario. «Se encierra en sí mismo y rechaza el contacto público durante días». Al mismo tiempo lo señalaba como alguien depresivo, presentando una tendencia a inesperados accesos de entusiasmo, hundimiento en el mal humor y abruptos cambios de opinión. Añadía, además, que no había coherencia entre las personalidades pública y privada de García Pérez. «En público tiende a impresionar con la pose majestuosa presidencial, sacando pecho, con la cabeza alta y brazos y manos gesticulando en una formal y casi coreográfica manera de un líder y en privado Alan García era un encanto, informal y considerado. El informe también retrataba a un hombre muy desconfiado, con delirio de persecución que se debería a las experiencias vividas por su padre, Carlos García Ronceros, miembro fundador del Partido Aprista, que fue encarcelado durante varios años. Estos hechos de su pasado han generado en Alan García «una tendencia innata y exacerbada a retener información y limitarla estrictamente a un círculo íntimo de colaboradores», indicaba el documento. Jaime Bayly el controvertido, insolente y deslenguado conductor del programa «El Francotirador», de Canal 2 (hoy Latina) de TV, donde a comienzos del siglo aseguraba que García padecía de «esquizofrenia maniaco-depresiva» sumada a superficiales alusiones a la locura bipolar la que curaba tomando litio. Con el mayor desparpajo alguna vez el lenguaraz periodista le preguntó a bocajarro en ese programa ¿está usted loco, Alan? y García le respondió, «loco de amor por el Perú». La revista Caretas recordaba hace tiempo el abrazo de dolor y el llanto en que se confundieron Carlos Roca y García en las puertas de Villa Mercedes a la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre. Por este «dolor» García buscó atención especializada en la Clínica Virgen del Carmen donde quedó por seis meses, así lo reconoció el psiquiatra Horacio Estabridis en una entrevista propalada por Beto Ortiz. El psiquiatra, según Ortiz, diagnosticó a García Pérez psicosis maníaco-depresiva (PMD) en 1979 y explicó que, usualmente, a los pacientes de PMD se les administra “450 miligramos de carbonato de litio, tres veces al día, de treinta a cuarenta días, hasta que se calme el flujo de ideas en el cerebro”. LA CARTA Durante el homenaje de despedida a García, en el Aula Magna de la casa partidaria, llamada «Casa del Pueblo», Luciana, una de las hijas del líder aprista leyó una carta que dijo escrita por su padre donde, textualmente lamenta que ha visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero él, Alan García, no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. Y aquí viene lo macabro. En el texto que viene, García anuncia su muerte en prosa perfecta: «Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse. Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes”. ¿Por qué los hijos lo dejaron solo, si su padre les estaba comunicando que había tomado la fatal resolución de matarse e iba a dejar su cadáver, como una muestra de su desprecio hacia sus adversarios? ¿Por qué no fueron en su auxilio, apenas recibieron la misiva? ¿Qué misterio esconde el testamento epistolar de García Pérez o que esconde la familia? ¿Quién recibió la misteriosa carta o a quién la entregó el occiso? O la carta es un embuste o a los hijitos les importó un bledo el anuncio fatal de su padre. Tienen mucho que aclarar Luciana, Alan Raúl y los que falta, hasta el precoz matoncito de Federico Dantón, quien se afilió al partido en ese momento de dolor con mesiánico «discurso» que envaneció a Miss Roxanne Cheesman, la orgullosa madre, demostrando, a los 13 años, que tiene la fuerza de Jorge Idiáquez para botar a empellones de «la casa del pueblo», al expresidente del Perú Ollanta Humala. ¡Que bufalito! |